Usted está aquí: jueves 30 de agosto de 2007 Estados En Yucatán “queremos ayuda, no política”

En Yucatán “queremos ayuda, no política”

Luis A. Boffil Gomez, corresponsal

Ampliar la imagen Alvaro Chan Sansores revisa lo que queda de su milpa, en Maxcanú Alvaro Chan Sansores revisa lo que queda de su milpa, en Maxcanú Foto: Luis Boffil

Maxcanu, Yuc., 29 de agosto. El rostro de Alvaro Chan Sansores se llena de lágrimas cuando mira su parcela dañada. Ya no hay cultivos de maíz, frijol u hortalizas. Los vientos del huracán Dean se llevaron más de cinco meses de trabajo y la esperanza de darle de comer a su familia.

–¿Qué voy a hacer? Apenas pude salvar algunas mazorcas. No hay comida y las despensas que regaló el gobierno de Yucatán ya están por terminarse –señala con desesperación el ejidatario, de 48 años de edad y con una vasta familia, durante un recorrido por el campo siniestrado.

En esta comunidad del sur del estado –una de las 59 que el Poder Ejecutivo local solicitó declarar zona de desastre, aunque la Federación sólo considera siete poblados en contingencia– la angustia es constante. Los campesinos cuyas cosechas fueron destruidas van y vienen, se lamentan y piden ayuda urgente.

No saben de la confrontación entre el gobierno federal y el de la priísta Ivonne Ortega Pacheco para que el primero reconozca que hay más comunidades afectadas por Dean. A los ejidatarios sólo les importa cómo, cuándo y cuánto apoyo les llegará, ya sea del gobierno de Ortega Pacheco o del que encabeza Felipe Calderón.

Por lo pronto, Alvaro Chan recoge algunas mazorcas, un poco de frijol y otras hortalizas en regular estado. El hambre aprieta.

–Las despensas son buenas, pero están por agotarse, y no podemos depender sólo de la caridad del gobierno. Ya estaban casi listos los cultivos y en dos semanas hubiéramos cosechado, pero el huracán se llevó todo –dice con la voz quebrada.

En Opichén, comunidad sureña, la pérdida de cosechas también es evidente. Gaspar Tun Mukul, de 60 años, curtido por el sol y el trabajo en la milpa, calcula que perdió más de cinco hectáreas de cultivos, maíz principalmente, que pensaba utilizar para dar de comer a su familia y, si sobraba algo, venderlo y ganar unos pesos.

“No tengo para comer. Apenas alcancé a salvar algunos granos de maíz y frijol, pero en pocos días no habrá qué llevarse a la boca, a no ser que comamos tierra”, dice.

“Queremos ayuda, no queremos política. Queremos comer y que vengan los apoyos de donde sea”, señala Tun Mukul en referencia a la polémica entre los gobiernos federal y estatal sobre la cifra de poblados damnificados por Dean.

Un reciente informe elaborado por diputados de los partidos Revolucionario Institucional, PRD y de la alianza PT-Convergencia, que recorrieron sitios afectados, detalla que, por ejemplo, en Maxcanú hay 3 mil hectáreas destruidas; en Opichén, mil 200, y en Muna, alrededor de 2 mil 500. Maíz, frijol, sandía, papaya, miel y cacahuate se perdieron. Sólo quedan hambre y angustia.

 
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