Usted está aquí: domingo 26 de agosto de 2007 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

Nostalgia por el limbo

¿A dónde irán las ánimas del infantilismo democrático? ¿Y el régimen nonato que inspiró a intelectuales inorgánicos y sustentables? De cómo vino y cómo se fue el pluralismo que nos dejó en el hoyo negro del centro evanescente e inasible. Tema del que se ocupan los teólogos de la alternancia que involuciona, subdivide las células de la derecha extrema para revivir al partido del sinarquismo. Vacuna para la victoria cultural, confluencia de tradicionales opuestos; para las izquierdas fugitivas del cacicazgo de partido y la oposición que se niega a sí misma para asumirse presidencia en el limbo.

Todo esto, mientras los simples mortales padecemos las citas fuera de contexto, la enésima víspera de Informe presidencial reducido a formato potencial; ocasión para la televisión que es participante y no medio; la mera presencia de las cámaras altera el comportamiento de los presentes. No hacía falta el desparpajo ignaro de Vicente Fox para acallar la frase ritual de “honorable Congreso de la Unión”. Como el mago de Oz, frente al tablero multifacético, un productor de la cadena oligopólica dice suavemente: fade in. Los del pluralismo partidista añoran la voz de un director que grite: ¡Silencio, cámara, acción!

Veinte años no es nada, dice el tango. Pero se prolongan las crisis recurrentes y el milagro de la democracia, sinónimo de capitalismo, resultó falsa promesa del consenso de Washington, y la marcha acelerada hacia la modernidad condujo a la parálisis: la economía crece a un patético 2.4 por ciento anual; no genera empleos; el capital externo no llega a México, “porque no hicimos la tarea”. Aprieta la mano invisible del mercado para ahogar las fantasías de la nueva ortodoxia. Neoconservadores a los que llaman neoliberales, para colmo de confusión de sentimientos y reducción a lo absurdo en la semántica aplicada a citas fuera de contexto; tormento de líderes legislativos en entrevistas de banqueta: “No, yo no tengo ningún ambiente de enfrentamiento”, hicieron decir a Javier González Garza.

El líder senatorial del PRD, Carlos Navarrete, después de decir y desdecirse del congreso en el que la rebelión de los mandatados se redujo a obsecuencia de mandaderos, amaneció en una primera plana que gritaba a todo pulmón, la cita fuera de contexto, que no eran suficientes, no alcanzaban los votos en favor de Andrés Manuel López Obrador. Este va de pueblo en pueblo y proclama que el gobierno espurio insiste en vincular al legítimo con la violencia, aunque Felipe Calderón asumió la Presidencia “sin que se hubiera roto un vidrio”, a pesar de que “alrededor de 10 millones de mexicanos (se dijeron dispuestos) a atender a un llamado para un levantamiento armado en defensa del voto”: uno al menos, el conductor del movimiento, se levanta temprano.

Los que tienen cargo en el gobierno se esfuerzan por aclarar las contradicciones y aseguran que no habrá violencia el primero de septiembre. Pero la voz del conductor llama a tomar la tribuna de San Lázaro si PAN y PRI llegan a aprobar la reforma fiscal. Ni hablar, madruga. Y los colaboradores de Felipe Calderón no pueden conciliar el sueño por la obsesión de gobernar de rebote, de responder a lo que diga el itinerante, de reaccionar a lo que predice el oráculo del sureste: el presidente Calderón dará el Grito el próximo 15 de septiembre desde el balcón central de Palacio Nacional, declara solemnemente el secretario de Gobernación. Nostalgia por el limbo.

No hay empleos y la economía ha dejado de ser campo para la vanidad de tecnócratas que cantaban los logros de lo macro; hoy impera lo micro. Será porque no hicimos la tarea, o por el asalto foxiano a la razón que despilfarró los portentosos ingresos del petróleo al alza y no dejó huella de obra pública alguna. Será el sereno, pero crecen aceleradamente la economía china y la de India. Crecen las de la América nuestra al sur del Suchiate. Y en el yermo de la política exterior, que fuera timbre de orgullo y motivo de la obligada presencia de México en instituciones y organismos multinacionales, quedamos marginados, ausentes, desplazados por el Brasil de Lula.

Para Felipe Calderón reverdecía la higuera. Volvió la vista a la América nuestra y reivindicó el respeto a la política de los otros, la no intervención en asuntos internos. Ostentosa, oportunamente, restañó las fracturas con Venezuela y Cuba. En vísperas del Informe, en inaudita búsqueda de lo que llaman “nuevo formato”, se declaró dispuesto a debatir con los legisladores el día señalado para que el titular del Ejecutivo cumpla la obligación de informar al Congreso de la Unión sobre el estado que guardan los asuntos de la nación. Se fue a Canadá y el huracán Dean llegó a México. Atento a la legitimidad cuestionada, Calderón suspendió la visita de Estado a Canadá y voló a Chetumal donde lo recibieron el gobernador Félix González Canto y, entre otros funcionarios de su gobierno, Alfredo Elías Ayub, director de la Comisión Federal de Electricidad.

Eficacia en la previsión que brindó resultados favorables ante los golpes del huracán que pasaría de Quintana Roo a Yucatán, Campeche y Veracruz, para internarse y arrasar Hidalgo, Puebla, San Luis Potosí, Querétaro y Jalisco. Atravesó el país para irse finalmente por el Pacífico hasta las Islas Marías. Lo del agua al agua. Después del primer impacto, meteorológico y mediático, los ríos se salieron de madre, los cerros se desgajaron, los campos se inundaron y los pobres, los marginados volvieron a padecer los efectos de la naturaleza y la incuria de quienes nos han gobernado.

Levantan sus viviendas al filo del agua, en los cauces mismos de ríos y arroyos, en las barrancas y en las empinadas laderas de cerros y montañas. Ahí los arrojó la marginación. Ahí permanecen por la corrupción y la ineptitud, pero sobre todo el desprecio de los dueños del poder y sus sirvientes. Y ahí estarán cuando llegue el próximo huracán, el siguiente terremoto, cuando vuelvan las lluvias y el lodo cubra sus posesiones y sus muertos.

Sorpresivamente, Felipe Calderón casi nada dijo en la conferencia de prensa en la que participó al lado del presidente Bush y del primer ministro Harper. La transmisión de CNN le ofrecía tribuna global para hacer oír la voz de México. En la convocatoria senatorial para la reforma del Estado, a la que Manlio Fabio Beltrones supo impulsar debidamente, el constitucionalista Diego Valadés señaló la inconveniencia del debate al que convocó el presidente Calderón: el titular del Ejecutivo “debe preservar su capacidad de convocatoria” y no confrontarse con los legisladores. “Si vamos a tener un presidente rijoso, que controvierte con los partidos políticos, entonces lo que nos espera son cinco años más de polémica, de escisión, de tensión...”

El que Felipe Calderón no pudiera dirigirse a los ciudadanos desde la tribuna de San Lázaro no pondría en duda la legitimidad: “el hecho mismo de que el Congreso esté recibiendo y procesando iniciativas del Presidente de la República contradice la posición de que es ilegítimo (...) un Estado es una unidad y, o todos son legítimos o todos son ilegítimos”.

Ah, volver al limbo. La nuestra sería democracia sin adjetivos y sin objetivos. Y los huracanes, suave brisa para alivio de los pobres y el hastío de los ricos que se aburren de luz en la tarde.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.