Usted está aquí: martes 21 de agosto de 2007 Opinión No quita el sueño a los italianos la inmigración

Matteo Dean

No quita el sueño a los italianos la inmigración

En el contexto de la reforma a la ley que regula la inmigración, el gobierno de Italia recientemente ha encargado a una empresa privada sondear en la sociedad la percepción que los ciudadanos italianos tienen acerca del fenómeno migratorio. Los resultados, divulgados hace apenas pocas semanas, arrojan sorpresas inclusive para el más pesimista de los analistas del Ministerio del Interior. La cuestión de la inmigración, a pesar de todos los pesares, resulta quedarse tan sólo en el octavo lugar de las primeras “10 preocupaciones de los italianos”. Tras ella, en el décimo lugar, está el “problema de la delincuencia”.

Para quienes hoy promueven desde el púlpito o desde el escaño parlamentario, o inclusive desde las virtuales tribunas televisivas, la discriminación hacia los inmigrantes, ésta no deja de ser la enésima derrota. A los italianos no les preocupan los migrantes y la supuesta “invasión”, sino más bien los temas ligados a la precariedad del empleo y el desempleo, el costo de la vida y las garantías sociales (salud y educación), así como la crisis económica y, en séptimo lugar, la renovación de la clase política.

La empresa Makno & Consulting, encargada de llevar a cabo la encuesta, entrevistó a mil italianos, entre 15 y 65 años, distribuyendo la muestra entre norte, centro y sur de la península, así como también entre la ciudades más pobladas y los pueblos más pequeños.

Con las entrevistas realizadas en marzo pasado, se descubre que tan sólo 7 por ciento de los entrevistados tienen alguna preocupación acerca del fenómeno migratorio en Italia. Tan es así que ninguno admitió conocer el número de inmigrantes hoy presente en el país (según estimaciones del Ministerio del Interior, se calcula que alrededor de 3 millones de personas extranjeras residentes en Italia). Lo que sí se percibe, según la encuesta, es el alto número de “indocumentados”, que la mayoría estima en 50 por ciento.

Asimismo, los italianos considerarían que la inmigración ha aumentado mucho en años recientes y que crecerá aún más.

A pesar de los prejuicios vendidos en los medios de comunicación, el inmigrante es percibido más por su actividad laboral que por supuestas actividades ilegales. Según más de la mitad de los entrevistados (54 por ciento), los extranjeros en Italia trabajan en fábricas o en el campo, otros creen que laboran en residencias privadas asistiendo a ancianos y enfermos (38 por ciento), mientras sólo una minoría (4 por ciento) piensa que el extranjero se dedica a delinquir.

Más allá de las percepciones que los italianos tengan de la presencia de migrantes en su territorio, resultan interesantes las opiniones que muestran. Según la mayoría de los entrevistados, los extranjeros son “útiles” por asistir a ancianos y enfermos; por ser mano de obra que llena los huecos que dejaron los italianos en algunos sectores, aunque la mitad de los encuestados considera que la presencia migrante constituye una amenaza por la tendencia a aceptar salarios más bajos.

Al mismo tiempo, los migrantes representan un costo por utilizar la seguridad social sin pagar impuestos, y no representan un importante aporte en cuanto a ideas nuevas y puntos de vista diferentes acerca de las cuestiones sociales. Afortunadamente, sólo una extrema minoría denuncia la amenaza a la identidad italiana.

En fin, los inmigrantes no aportan mucha novedad en cuanto a ideas, pero tampoco representan un peligro para la identidad nacional.

Afines a estos resultados, son los relativos a la actitud que cada entrevistado admitió tener hacia los migrantes: la mayoría reacciona afirmando tener comprensión por los problemas de ser extranjero en Italia, variando su posición desde la disponibilidad a ayudar hasta la compasión. Por el contrario, porcentajes muy bajos apuntan experimentar hacia los migrantes sentimientos como miedo, enojo e inseguridad.

La encuesta termina indicando que los italianos mayoritariamente estarían de acuerdo con dos de los puntos de la propuesta que el gobierno presentó como hipótesis, en el verano de 2006: reducir los tiempos para conseguir la ciudadanía (de los actuales 10 a cinco años) y reconocer ésta a los nacidos en territorio italiano (el llamado ius solis).

Más allá de los significados que el gobierno esté dando a la encuesta, que apuntan a la legitimación de su propuesta en temas migratorios, los datos presentados, aunque fruto de una encuesta, proporcionan sin duda un detalle importante: los italianos no se sienten invadidos por hordas de criminales, lo que cosntituye un éxito y un resultado natural de la inmigración en Italia de los últimos años: un éxito de los que han trabajado por que los migrantes fueran reconocidos como personas, con derechos y obligaciones como cualquier otra, y un resultado natural de la decisión de personas que han llegado a Italia para buscar una mejor vida, nada más.

Los resultados también hablan de un fracaso de quienes en estos años se han obstinado en presentar a los extranjeros como paradigmas de la delincuencia: de los racistas que han querido favorecer la represión (y la muerte) de cientos cada año y de quienes en nombre de diferencias inconciliables han tirado a la basura los beneficios cosmopolitas de la globalización para promover guerras en todo el planeta.

 
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