Usted está aquí: viernes 17 de agosto de 2007 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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Amor y paz

Perredilandia (salvo ciertos gritos)

Flavio Sosa, ahora a cargo de Ulises

El eje neocristero Jalisco-Guanajuato

Andrés Manuel López Obrador le dio la vuelta a los problemas internos de su partido y prefirió hablar de los unificadores propósitos del futuro idealizado. Mientras las corrientes internas del perredismo batallaban en busca de acuerdos que les permitieran dar una imagen de comunión, el discurso inaugural lopezobradorista se estacionaría en los defectos, errores y perversidades de los muy conocidos adversarios políticos derechistas y en la reiteración de las líneas generales de lo que en muchos foros y ocasiones él ha planteado.

Frente a un público entregado a su figura, y con asomo brusco de las divergencias entre presuntos colaboracionistas y supuestos fundamentalistas (porras excesivas al ex candidato presidencial, y abucheos y caricaturas ofensivas contra Jesús Ortega), López Obrador pareció colocarse por encima de las reyertas tribales; la vista puesta en el tiempo genérico por venir más que en las realidades partidistas del presente. Antes que él habían hablado Leonel Cota y Marcelo Ebrard, teloneros nacionales deseosos de agradar al público que en realidad deseaba escuchar a la estrella principal. Otro usuario del micrófono fue un representante de la Internacional Socialista. Trío parlante de poca miga y mucho entusiasmo retórico. Nada especial para los archivos del futuro. Si algo trascendente resulta del congreso nacional perredista se dará en las mesas de discusión y en los jaloneos de los días venideros, pero nada especial hubo en ninguno de los discursos de apertura, amor y paz en la Perredilandia verbal que en todo caso escuchó pejeexhortos a discutir, pero más con la atención puesta en los otros, en los contrincantes, en los malos por defaul.

Mientras la elite representativa del partido negro y amarillo cumplía con regular entusiasmo con un rito de institucionalidad interna, los programadores de la atención mediática soltaban un tema oaxaqueño de interés nacional para contrarrestar los posibles destellos discursivos andresinos. Flavio y Horacio Sosa fueron trasladados de una prisión de alta seguridad a otra, común y corriente, en la que tampoco deberían estar los hermanos, puesto que los expedientes judiciales en su contra fueron armados a partir de datos falsos, pero que en buena medida palian los excesos a los que la venganza de los poderes confabulados condenó a uno de los mediáticamente más conocidos dirigentes de la APPO.

El mantenimiento de los Sosa, en especial de Flavio, en una cárcel federal reservada a delincuentes de extrema peligrosidad, constituía una garantía diaria de continuidad de la alianza perversa del ulisismo chantajista y el felipismo necesitado de que ningún gobernante local caiga para que a nadie le parezca posible tumbar a uno nacional. La administración calderonista tiene entre sus muchas cuentas negras la de haber mantenido a Flavio Sosa en una prisión de muy reducidas dimensiones, sin comunicación, permanentemente vigilado y siempre amenazado con castigos en lo personal o en relación con el poco tiempo disponible para ser visitado por familiares (Flavio aprovechó el tiempo leyendo, aunque apenas le permitían tener algún libro a la semana de entre una lista de títulos, en la que reinaban los relativos a superación personal y temas frívolos. Rapado al llegar a prisión, pudo ver su rostro en un espejo hasta hace pocas semanas).

El gesto de hipócrita benevolencia judicial pondrá nervioso al gobernador de Oaxaca, que cree posible engallarse a partir de sus pírricas victorias electorales recientes, fundadas en el fraude, el temor de la sociedad y el abstinente rechazo mayoritario a ese régimen asesino y corrupto. No ha de sentir demasiada solidaridad federal el gobernador Ruiz al ver al subprocurador Juan de Dios Castro meterse en la cocina oaxaqueña y culpar de los pésimos guisos al chef local y, a continuación, ver a ese mismo gobierno federal colocar a los Sosa en tierra oaxaqueña y depositar en la fuerza ulisista la responsabilidad de enfrentar las presiones que buscan liberarlos.

Otro flanco partidista en problemas de imagen es el panista, donde el eje neocristero Jalisco-Guanajuato se mueve al son que les marca el jefe de la ultraderecha mexicana, verdadero poder en esas entidades, Juan Sandoval Iñiguez. Al espectáculo de mochería dado por Emilio González Márquez en temas sobre el condón, se ha sumado Juan Manuel Oliva, quien acompañado del cardenal de Guadalajara y de destacados miembros de El Yunque que forman parte del gobierno de Guanajuato se permitió la insólita libertad de cumplir con un papel estelar en un acto religioso realizado en un sitio histórico. La embestida del ala derecha del derechista Partido Acción Nacional ha coincidido con el conocimiento público de los esfuerzos que hacen otros derechistas extremos para organizar un nuevo partido político que, según eso, combata y supere las muchas desviaciones doctrinarias que ha tenido el PAN en su accidentado acceso al poder.

El fin de semana, desde luego, mantendrá como principal foco de atención el congreso nacional perredista y las explosiones de inconformidad que pudieran darse luego de los discursos apaciguados de anoche. El asomo de movilización contra los Chuchos, a cargo de la lopezobradorista corriente que dirige Dolores Padierna, podría ser el anuncio de venideros embates.

Y, mientras Luis Carlos Ugalde dedica sus esfuerzos a convencer a los mexicanos de que es un buen ciudadano que defiende a la sociedad de los abusos de los partidos y de las lagunas legales que permiten irregularidades que él no tiene jurídicamente cómo enmendar (todo en espera de que los arreglos partidistas no desemboquen en la supresión del Instituto Federal Electoral y de sus consejeros fraudulentos), ¡feliz fin de semana, con los panistas que también desean reformar sus estatutos, a partir de una comisión en que más de uno de sus integrantes está más bien para ser reformado!

 
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