Usted está aquí: jueves 16 de agosto de 2007 Opinión ¿Más bellas durmientes?

Margo Glantz

¿Más bellas durmientes?

La joven durmiente acostada al lado de Eguchi, el viejo protagonista de la novela de Kawabata, La casa de las bellas durmientes, exhala un tenue olor, asociado a la procreación, a la infancia; desata en el protagonista una serie de asociaciones: reviven la historia de su propia sexualidad, la de su familia, su madre, su esposa, sus hijas y también, en otro contexto, el de sus amantes. Es el olor de los recién nacidos, el del pos-parto, y además el de su propio nacimiento y el de su experiencia como padre de sus propias hijas, el nacimiento de su nieto, y la violencia que ese olor a recién nacido provoca en una geisha con la cual ha sostenido una larga relación:

''...y he aquí que recuerdos desagradables e inquietantes ligados con la leche volvieron a su memoria.

-Apestas a leche, ¡eres tú quien apesta a leche, hueles a bebé! La mujer que plegaba el abrigo que Eguchi acababa de quitarse, había cambiado de color y le lanzaba furiosas miradas. Es el bebé de tu casa; lo has cargado antes de venir a verme. ¡Sí, debe ser eso!

''Las manos de la mujer temblaban violentamente. Es asqueroso, sí, es asqueroso, dijo y le devolvió con violencia su abrigo. Me das asco, ¡venir a verme después de haber cargado a un bebé, justo antes de venir a verme! Su voz era terrible, pero la expresión de su rostro lo era aún más. La mujer era su amante, una geisha que sabía que Eguchi tenía mujer e hijos y lo aceptaba; el olor a bebé le había provocado una violenta explosión de odio y de celos. Las relaciones entre Eguchi y la geisha se degradaron rápidamente a partir de ese momento."

Sangre y leche, secreciones femeninas ligadas a la sexualidad; el esperma, líquido viscoso, blanco, cuya consistencia y color lo acercan tanto a la leche como a la espuma, es la secreción masculina: cuando Cronos emascula a su padre Urano, el mar se mancha de sangre y se tiñe de blanco.

En su recuerdo se esboza un mundo viril dominado por la presencia de lo femenino, un mundo semejante al de los sultanes cuya vida doméstica se desarrolla en un harén poblado por las esposas, las concubinas, las esclavas, los eunucos, también, la madre; en verdad, un mundo escindido que separa lo privado -cuyo signo es femenino- de lo público -cuyo signo es masculino. Un simulacro de las instituciones griegas: el gineceo frente a la polis. ''Aristóteles da una definición del sexo del hombre en su libro sobre los animales -explica Quignard en su maravilloso libro El sexo y el espanto-, es aquello que aumenta y disminuye de tamaño, la metamorfosis ronda todo deseo masculino (...) en griego physis designa tanto a la naturaleza como al falo''.

Eguchi se vuelve casto en esa casa. Un furtivo deseo lo lleva a tomar entre sus manos el seno de la mujer al lado de la cual reposa: ''Al sentir el contacto, una sensación extraña lo golpeó como un relámpago, como si tocara el seno de su propia madre, antes de que lo hubiera llevado dentro de sí. Retiró su mano con violencia, pero la sensación ya lo había traspasado desde el pecho hasta la espalda".

En el momento final se vuelve al origen, reaparece la madre: Eguchi ha recordado antes a la última mujer joven con quien tuvo una relación, una mujer casada, quien lo abandona, regresa con su marido y queda encinta:

''Afrodita nació de la espuma de un sexo de hombre emasculado -reitera Quignard. Se la representa surgiendo de una ola marina, en realidad la espuma del sexo que fue arrojado al mar. Los antiguos griegos decían que lo que el falo evacuaba era semejante a la espuma del mar. Galeno, en De semine, describe al esperma como un líquido blanco, espeso, espumoso, animado".

Acostado ahora entre dos muchachas, una de piel clara, la otra de piel muy oscura, Eguchi se pregunta quién es la primera mujer de su vida:

Tomar el seno de una joven entre las manos y sentir que es el seno de su madre, le produce un efecto rápido y brutal; siente primero que su pecho es atravesado por una espada, luego, que el cuerpo es perforado por un rayo: se ha producido una verdadera penetración: ''¡Mi madre!, ¿sería posible decir que ella fuera para mí una mujer?''

El miedo al incesto, acoplado al miedo de la muerte. En la novela se habla siempre de la posibilidad de morir, de dormir el sueño final, provocado por una droga poderosa como las que les proporcionan a las muchachas, ocasionando una pequeña muerte, semejante a la del orgasmo, pero definitiva.

 
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