Usted está aquí: miércoles 8 de agosto de 2007 Cultura La revancha de los libros

Javier Aranda Luna

La revancha de los libros

Algo deben tener los libros en sus estructuras químicas -ignoro si del papel o de la tinta- que tantos estragos han causado al Partido Acción Nacional.

Unos y otros se hacen daño: los panistas han hecho piras con cientos de volúmenes o los censuran. ¿Recuerda las quemas de libros de texto en Monterrey o el index chiquitito del ex secretario Abascal que terminó convirtiéndose en la mejor publicidad de algunos textos de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes?

Por otra parte, los libros han hecho a los panistas quemarse en la plaza pública: ya señalé el caso Abascal, pero no olvidemos los casos de la ''Rabina Tagora" o del desconocido ''Borgues", puestos a circular por la pareja presidencial Fox-Sahagún, siempre tan esmerada en ostentar las bondades del analfabetismo funcional y que podríamos sintetizar en esta frase: no leer para ser feliz.

Hace años, el que fue gobernador de Guanajuato, Carlos Medina Plascencia, al preguntársele sobre lo que estaba leyendo, respondió: ''Ahora no estoy leyendo nada porque me cambié de casa y dejé mis libros en cajas". El reportero preguntó: ¿y hace cuánto se cambió de casa? Respuesta de don Carlos: ''hace tres años".

Pero más allá de la chusquería, la presencia de los libros ha resultado dura prueba a los panistas en el poder de otras maneras. El ejemplo más visible es la famosa megabiblioteca que, durante un sexenio contra viento y mareo, consumió el presupuesto de varias dependencias de cultura porque habría de ser el emblema del foxismo y que terminará convirtiéndose, quizá, no sólo en el santo y seña del presidente Fox sino de los gobiernos blanquiazules durante mucho tiempo.

La megabiblioteca sólo sirvió, a medias, para ser inaugurada en el sexenio pasado. Después sirvió para nombrar a un nuevo director, casi inmediatamente para convertirse en set de una agencia publicitaria, en seguida para cerrarse por el peligro de sus instalaciones mal terminadas y las inundaciones que afectaron cientos de libros, luego para despedir al personal contratado (alrededor de 500 trabajadores), más tarde para asegurar que se reabriría en dos meses aunque han pasado muchos más.

La revancha de los libros parece inmisericorde con los panistas en el poder, pues la megabiblioteca posiblemente no se reabrirá. Por lo menos no con el espíritu original que sirvió de pretexto para construirla.

¿Que será una biblioteca digital? ¿Y para eso se hizo ese cascarón costoso y húmedo? ¿Quién ganó con construirla? ¿Usted, la República, el único presidente que ha confesado que se educó leyendo las nubes, el espíritu de Vasconcelos, los intelectuales que aplaudieron su construcción?

Reacondicionar la megabiblioteca cuesta unos 6 millones de dólares y tenerla en funcionamiento toda una fortuna sólo por concepto de salarios y servicios de mantenimiento básico. ¿Los funcionarios de este gobierno invertirán en ella o cebarán con recursos a ese otro elefante blanco virtual en que, quizá, se convierta el fiestón del Bicentenario? Tanto ha pasado con la megabiblioteca que sólo faltaría que renunciara su director o que una de esas grietas que han surgido en la capital se la tragara de golpe.

Como se ve, la relación de los panistas con los libros ha sido tormentosa y, estoy seguro, no ha terminado. Resurgirá con el asunto del precio único del libro, con la censura, con las necesidades de nuevas bibliotecas más allá de los circuitos urbanos, con los libros de texto y la sexualidad, con el recorte de recursos para las escuelas públicas, con la idea peregrina de impartir instrucción religiosa en la educación básica, con la arrogancia de los nuevos políticos que se ufanan por no leer.

 
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