Usted está aquí: lunes 6 de agosto de 2007 Deportes Curro Leal sigue muy grave en Madrid; el retorno de Herrerías a la México, inminente

Sólo detalles de El Poeta, El Pali y Pepe López ante descastadas reses de La Muralla

Curro Leal sigue muy grave en Madrid; el retorno de Herrerías a la México, inminente

Un letrero de la Porra Libre desata una polémica

A la banda le faltó color

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen Manolo Juárez El Poeta sólo tuvo detalles en la sexta novillada de la México Manolo Juárez El Poeta sólo tuvo detalles en la sexta novillada de la México Foto: Jesús Villaseca

Antes del paseíllo, los de la Porra Libre -cuyo nombre no deja de ser un eufemismo- sacaron un letrero que decía: "Defensores de animales, váyanse a cuidar focas, nosotros cuidamos nuestra fiesta", una proclama que no regocijó a nadie quizá porque ante todo era falsa: los gritones que desde siempre han actuado en representación de la empresa en turno, si algo no han hecho es proteger la dignidad del espectáculo o denunciar ni siquiera con el pétalo de una manta de protesta a los mandones que han sacado a la gente de la plaza.

Había que ver nada más, por ejemplo, quiénes estaban ayer en el callejón: aparte de la "h. autoridad", los apoderados y mozos de estoques, las cuadrillas, los monosabios, los médicos, el veterinario, los torileros y algunos fotógrafos, no había un locutor de televisión y tampoco de radio relatando en vivo el desarrollo de la sexta función de la temporada de novillos, en la que repitieron el triunfador de hace dos semanas, Joaquín Hernández El Pali y el eterno ya merito que es Pepe López alternando con Manolo Juárez El Poeta.

Esos muchachos iban a jugarse la vida ante un encierro queretano de La Muralla, pero ningún medio electrónico estaba ahí para relatarlo porque la fiesta brava en la capital del país ha perdido a tal grado la capacidad de interesar a los aficionados que ninguna radioemisora consigue ya anunciantes, obviamente, por falta de público. En el palco del juez, por lo demás, había un venerable anciano llamado Ricardo Balderas, que se limitó a actuar como cambiador de tercios dado que su opinión hubiera sido del todo irrelevante.

Gracias al Gobierno del DF, los jueces taurinos son ya menos que nadie ante la empresa fantasma de los magnates de la televisión que tanto se esforzaron por dar corridas de toros sin reglas, y con lo cual, ahora que ejercen esa facultad ilícita, en realidad lo que han hecho es volver invisible a la plaza misma. Si a esto añadimos el dato de que ayer los tendidos registraron la más nutrida asistencia del serial en las pasadas seis semanas (menos de dos mil personas: todo un éxito) podemos concluir que los gritones de la Porra Libre pronto mostrarán más amor por las focas, porque cuidaron "su fiesta" de manera tan deficiente que ésta tiene ya los días contados.

Para acabar de agravar las cosas, el empresario Víctor Curro Leal sigue hospitalizado en Madrid con un pronóstico funesto porque, hasta ahora, nadie se ha levantado de una pancreatitis aguda como la suya y, de todos modos, si sobrevive, nadie garantiza que podrá volver a empuñar el timón de la México. Dicho lo mismo pero con otras palabras, el regreso de Rafael Herrerías parece inminente.

De todo esto se hablaba ayer en Mixcoac mientras por el arena corrían y rodaban los débiles ejemplares de La Muralla, que tenían la bravura medida con cuentagotas. Bien presentados de caja pero muy tacaños de cuerna, los mejores fueron el segundo, el cuarto y el sexto, es decir, los pares, mientras los nones se paralizaban después de entrevistarse con el picador. A Joaquín Hernández El Pali, ducho que es en torear con la muleta corriendo la mano por abajo, le salieron hermosos algunos naturales que le pegó en tablas a Aficionado, segundo del encierro, un cárdeno bragado y cornivuelto, de 385 kilos, con el que reconfirmó su clase. Por desgracia el viento le echó a perder los planes, pero mató bien, de entera en buen sitio, y se retiró al burladero entre tibias palmas.

Pepe López se lució en apretadas tafalleras ante el cuarto, Periodista, negro entrepelado de 438, que luego se atornilló al piso y lo dejó hablando solo acerca de sueños de gloria que en este abnegado muchacho no se alcanzan a cumplir, en tanto el bajacaliforniano Manuel Juárez demostraba que no era menor su afición y sí muy grande su capacidad de emocionar con la muleta, no con las banderillas para las que o no nació o le falta mucho.

En cambio, al enroscarse con la franela a Cronista, sexto y último, de 461, otro entrepelado bragado de cabecita minúscula pero relativa transmisión, El Poeta dibujó una bellísima tanda por la derecha y otra aún más sentida con la izquierda... y punto. Los tres muchachos dieron todo de sí pero la dudosa calidad de los rumiantes los limitó a firmar, eso sí, con gran verdad y señorío, algunos aislados y toreros detalles.

La banda de música por su parte estuvo más bien discreta y por momentos gris: lástima porque oírla se ha convertido ya en una agradable costumbre de estos domingos que presagian la demolición de la más grande plaza de toros del mundo.

 
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