Usted está aquí: domingo 5 de agosto de 2007 Opinión El negocio de la energía

José Antonio Rojas Nieto

El negocio de la energía

El sector de la energía se encuentra en un punto de inflexión en el mundo actual. Como nunca, los energéticos son objeto de severa disputa, orientada al control de dos aspectos fundamentales que -al menos teóricamente- garantizarían su disposición: 1) la seguridad energética y 2) las rentas económicas. Asimismo, nunca se planteó con tanta urgencia la necesidad del cambio técnico, de nuevas tecnologías. ¿Para qué? Para sustituir los actuales combustibles, mayoritariamente fósiles, no renovables, altamente contaminantes, en cierto sentido cada vez más escasos y, al menos en estos momentos y para un futuro próximo, caros.

Casi 10 años de precios bajos de crudo, de gas natural y de carbón inhibieron drásticamente la inversión en nuevas fuentes de suministro, tradicionales como el petróleo, el gas natural, el carbón, el uranio, el vapor geotérmico y el agua de los ríos; o no tradicionales como las provenientes del viento, de las mareas, del gradiente térmico de los mares, del sol, de los llamados hidratos de metano, de las celdas de combustibles y de los biocombustibles. En esta nueva fase -llamémosla, por el momento, de energía cara-, se requiere financiamiento, mucho financiamiento, y de nuevas formas.

Ya se empiezan a dar esas nuevas formas. Hay que estudiarlas y analizarlas con cuidado, pero sin miedo. Una de ellas es la de los denominados en inglés hedge funds (definidos por el Banco Internacional de Pagos como pool de inversionistas normalmente ubicados fuera del país en el que invierten por razones legales y fiscales). Buena parte de ellos se orienta a proyectos energéticos. Tienen un sorprendente desarrollo reciente. Algunos especialistas identifican un número cercano a medio millar el de los actuales fondos de inversión concentrados en energía: hace cinco años no había más de una veintena; e indican un volumen de recursos superior a 50 mil millones de dólares (3 por ciento de la factura petrolera mundial actual).

Claro, en 2001 el precio anual promedio del barril de crudo de referencia West Texas Intermediate fue de 25.74 dólares; en 2006, de 65.98 dólares. El ansia por la renta petrolera es mucha. Muestra fehaciente de esto es el crecimiento -en número y en volumen de recursos- de los portafolios y las carteras especializados en energía. Por ejemplo, en algunos fondos significativos del mundo (Goldamn Sachs, entre ellos) la energía representa porcentajes que llegan a 72 puntos.

El más reciente informe anual del Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés, ver www.bis.org) observa con detalle que en 2006 un importante fondo de inversión (hedge funds) experimentó una quiebra drástica de 6 mil millones de dólares por su excesiva apuesta en los futuros del gas natural.

A partir de esa quiebra -indican los técnicos del BIS- los gobiernos han tratado de prestar más atención en la regulación de estos hedge funds, en virtud de que han demostrado tener estrategias financieras muy frágiles al buscar una rentabilidad mayor para garantizar -sobre la base de un rendimiento estable a sus inversionistas- su máximo provecho como mecanismo de concentración y centralización de capital.

Lo cierto es que el movimiento de los fondos -entre ellos los de pensiones- se corresponde a una búsqueda permanente de financiamiento por parte de los desarrolladores de proyectos energéticos. Por ejemplo, en lo que resta del año, se realizarán diversos encuentros internacionales con este objeto (el noveno Foro Financiero de Energías Renovables, identificado por sus siglas en inglés como REFF; el Private Equity Energy Forum, primero en su tipo, y algunos otros especializados en carbón, en petróleo, en gas natural y en gas natural licuado).

¿A qué viene todo esto? ¿Cuál cree usted que debería ser la estrategia de financiamiento de nuestro cada vez más pobre y constreñido sector energético? No hemos aquilatado aún el desastre financiero que representa haber desperdiciado 30 años -sí, 30 años que corren de 1978 a 2007- de acceso a una voluminosa y noble renta petrolera (superior a 50 mil millones de dólares en 2006) que, por dos razones, poco a poco se nos va: costos de producción crecientes y volúmenes de producción decrecientes.

Sí, lo que me preocupa señalar hoy es la necesidad -la urgencia- del diseño de una estrategia de financiamiento de mediano y largo plazos para nuestro sector energía. El nocivo esquema de Pidiregas no puede ser el paradigma. Y hay que tener miedo a que este gobierno acabe aceptando juegos como el de los hedge funds sin antes formular una reforma fiscal de fondo que nos permita un real respiro. Ese es un reto que aún hoy no se ha enfrentado. Muchos rentistas y especuladores van atrás de nuestra ingente necesidad de recursos. Pero también -como ya lo han hecho- de nuestra cada vez más limitada renta petrolera.

¡Qué pena que no haya una reforma fiscal de fondo que lo resuelva! Los que debieran ser grandes contribuyentes -sustento del actual gobierno en su campaña- se oponen. Sin duda.

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