Usted está aquí: martes 24 de julio de 2007 Mundo Gays a la horca

Pedro Miguel

Gays a la horca

El fiscal general de Irán, Said Mortazavi, confirmó que en días recientes la República Islámica ha ahorcado a 16 personas condenadas por "adulterio, secuestro y homosexualidad" que habían incurrido, además, en "violación, chantaje y luchas callejeras". No especificó las proporciones de secuestradores, homosexuales, extorsionadores, violadores y adúlteros en el grupo de ajusticiados, ni aclaró si uno o varios de ellos habían sido convictos por más de uno de esos cargos, o por los tres.

No importa. Ya suficiente escándalo es que cuelguen a los secuestradores, porque no hay delito en este mundo que justifique un comportamiento del Estado igual o peor que el del infractor. Es motivo bastante de asco el que un vocero gubernamental de cualquier país mezcle en una enumeración delitos graves, como el secuestro y la violación, con faltas administrativas menores, como las riñas callejeras, con asuntos de la vida privada que sólo afectan a los involucrados, como el adulterio, y con orientaciones e identidades que, sean cuales sean, no son delito. Por añadidura, cuando el Estado establece que hay comportamientos sexuales o afectivos punibles -con multas, con azotes públicos, con la soga en el pescuezo- impone a los gobernados, mediante la coerción, prácticas genitales forzadas; es decir, viola e institucionaliza la violación. Por lo demás, el matar a una persona porque le gustan los hombres, o las mujeres, o ambos, o ninguno, es un castigo a dos de las pocas cosas que hay, aparte de la religión, para enfrentar la muerte y el sinsentido en este mundo: el placer y el amor. Más aún: la condición de buga, de gay, de lesbiana, de bi, de tri o de trans lo que sea, es una consecuencia directa de estar vivo y la penalización de cualquiera de esas opciones equivale a asentar que la vida es delito.

Esto no tiene nada que ver con la justicia ni con planes oficiales de seguridad ni con el Islam ni con el derecho de los Estados a abandonar el modelo único que se pretende imponer, desde Occidente, al resto del planeta. Tampoco viene a cuento el pretendido conflicto de civilizaciones. Los líderes del catolicismo europeo hicieron exactamente lo mismo que los ayatolas actuales mientras tuvieron el poder terrenal amplio y bastante para echar leña a las hogueras y, a juzgar por esos antecedentes, si hoy Ratzinger es un homófobo pasivo, no es por su amplitud de criterio, sino por la falta de atribuciones legales para pasar a la acción. El cristiano fundamentalista Bush y el musulmán fundamentalista Ahmadinejad tienen más puntos en común de lo que ambos se atreven a admitir, y uno de los más notorios es la intolerancia asesina. Es cierto: la cultura occidental dio un paso enorme cuando les quitó a los inquisidores los fierros para torturar, pero perdió gran parte de lo avanzado porque los dejó en manos de los dirigentes seculares. Como consecuencia, la Casa Blanca sostiene, en pleno 2007, que hay que emplear la tortura pero llamándola de otra manera.

Para volver a la noticia, la persecución en curso contra los gays, contra los adúlteros y contra aquellos que no se visten ni se arreglan el pelo de acuerdo con el código de apariencia impuesto por los ayatolas, revela la extremada precariedad sicológica de los gobernantes de Teherán, su miedo cerval a lo diferente y su infinita debilidad identitaria o de convicciones. En eso se parecen a todos los que, para reafirmar su cristianismo, su ortodoxia islámica o su heterosexualidad, asesinan, encarcelan o marginan, desde el poder público o desde los convencionalismos cómplices de la sociedad, a quienes se comportan distinto en el templo o en la cama.

Por último: el salvajismo iraní no nos da margen para baños de pureza. Hasta hace unas décadas el gobierno mexicano se reservaba la potestad de perseguir personas por su orientación sexual. De un tiempo a la fecha, tal vez en armonía con la privatización masiva de atribuciones y propiedades estatales, el combate a la homosexualidad ha pasado a manos privadas, las cuales, como se sabe, son más productivas y eficientes; así lo confirma el promedio mensual nacional de tres asesinatos inspirados por la homofobia que se cometen en el país (400 en la última década), 98 por ciento de los cuales permanecen impunes. Qué atrasados estamos en la lucha contra el pequeño nazi que llevamos dentro.

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