Usted está aquí: lunes 23 de julio de 2007 Opinión Melón

Melón

LUIS ANGEL
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Soneros de antaño

El son cubano, expresión musical que para mi es la más bella, ha sido vilipendiada, atacada y mal vista, no sólo en México, también en Cuba, según relata Jesús Blanco en su libro 80 años del son y soneros en el Caribe. Sin embargo, ha tenido en nuestro país un desarrollo digno de encomio, el cual debo reconocerlo a todos nuestros soneros de antaño, por la lucha que sostuvieron para que esta música, hoy conocida como salsa, sobreviviera desde 1928 a la fecha.

Por esa razon, quiero rendirle un humilde y modesto homenaje a todos los que no llegaron al favor del público, pero noche a noche inundaron de sabor los lugares donde se presentaban, dejando la mesa puesta para las generaciones posteriores que encontraron un público ávido, conciente y receptivo para gozar con esta música que para mi es celestial y no la cambio por otra.

En la esquina de Zamora y Montes de Oca existe un lugar llamado Jai-Alai, que a mediados de los años 40 un señor de apellido Ocaña organizaba bailes amenizados por una orquesta que interpretaba música estadunidense y un son, al cual ya lo anunciaban como conjunto tropical, porque lo de son les parecía corriente. A ese lugar me llevó Fernando Torres Pita, gran amigo ya fallecido, que me presentó a Pipo Sánchez Cámara, rumbero de toda la vida, que domingo a domingo gozaba como enano.

Los Guajiros del Caribe

En el Jai-Alai actuaban los Guajiros del Caribe y me enamoré a primera oreja de ese conjunto. El cantante, al que Pipo le decía Tuñare, se anunciaba como Jorge Espinoza, pero su apellido era Aguinaco. Se lo cambió para que su familia no se diera cuenta que cantaba son. También visitaba en compañía de otros amigos el cabaret Jardín, donde actuaban el Flaquito Henry Masselín y sus Angelitos, con un repertorio extenso que generosamente Henry dejaba copiar a otros grupos, ya que el ambiente sonero en ese tiempo era una verdadera hermandad.

Poco a poco, los Guajiros del Caribe me fueron aceptando y los acompañé a varios lugares como el Club Hacienda, el Casino Tepeyac, el Club France, el Bugambilia y el Hormiga, donde éste, su yeneka, empezó a hacer coro. Así también fui conociendo conjuntos y soneros de mucha calidad, como el Habana, de Heriberto Pino, el Veracruz, de Raúl de la Rosa, el que tocaba en El Jacalito, que más tarde se convirtió en Pigalle. Otro que tocaba en el Bombay, de Nacho de la Vega, al que apodaban Bailarás, que no era considerado de mucha calidad, pero fue semillero de soneros al igual que el de Masselín, El Tropical Faja de Oro, de Hermilo Salas, que actuaba en el cabaret del mismo nombre, para después convertirse en Siglo XX.

Vicentico Valdés, Benny Moré...

En la Tlaxpana, en un cabaret llamado Beny, sentó sus reales Rafita Martínez, conocido como el Cucaracho, y a media cuadra de donde quedan los restos del Cine Cosmos, el Victoria con Pablo Roa al frente del Son Kaunabó, cuyo cantante se convirtió en un magnífico sonero.

En el Rio Rosa el conjunto lo dirigía Eduardo Periquet, gran trompetista. Entre sus elementos estaban una pareja de percusionistas excepcionales, Clemente Piquer Chicho y Modesto Durán, en el bajo Andresito López Montenegro Mucha Trampa, todos ellos cubanos, y en el piano, Daniel de la Vega, mexicano, que era considerado de lo mejor en el medio. Como cantantes pasaron por ahí, Vicentico Valdés, Benny Moré, Kiko Mendive y otros más, que al dejar el conjunto obligaron a Periquet a buscar reemplazos, uno de ellos, Juan Manuel Colombo, bolerista de calidad indiscutible, y el otro, nada menos que Panchito Morales.

Recorrido sonero

Quedan muchos nombres en el tintero, pero déjame, monina, contarle que Francesco –así me dirigía a Panchito–, ha sido uno de los soneros que me ha impactado fuertemente. Lo escuché por primera vez en el Victoria. Para ese tiempo yo trabajaba en La Nacional, fábrica de clavos, como auxiliar de contador y acostumbraba los sábados recorrer los sitios que me permitiera mi bolsillo.

Empezaba escuchando al Kaunabó, donde el pianista era Fayo Cabrera, al término de dos turnos, pasar al Beny, después de una tanda en el Waikikí, gozando con el Son Clave de Oro, llegar al Jardín, a terminar la noche de mi aprendizaje intensivo.

Antes de terminar, mi querido enkobio, lo invito el sábado 11 de agosto a que me acompaña en Moneda 4, a las 19 horas, a una actuación que me permita darle las gracias personalmente por soportarme. ¡Vale!

 
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