Usted está aquí: lunes 23 de julio de 2007 Opinión Futuro verde

León Bendesky

Futuro verde

El futuro verde no tiene por supuesto nada que ver con el partido que asume de modo abusivo el significado de ese color en la política mexicana. Tampoco está directamente asociado con la cuestión más general de la ecología, como usualmente se ha entendido. Aquí cuento, en cambio, una fascinante propuesta sobre el futuro posible basado en la biotecnología.

Son las ideas de Freeman Dyson, prolífico autor y profesor emérito de física en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, que recientemente expuso en un interesante artículo en el New York Review of Books (www.nybooks.com/articles/20370 ).

Dyson es muy claro al definir lo que es verde en este sentido; se trata de la tecnología basada en la biología y que confronta con aquélla a la que llama gris, derivada de la física y la química.

La tecnología verde, según explica, permitió el surgimiento de las comunidades en las aldeas hace 10 mil años: la domesticación de plantas y crianza de animales, la invención de la agricultura, la manufactura de alimentos, vino y textiles. La gris, en cambio, dio lugar a las ciudades e imperios 5 mil años después: la fundición de bronce y hierro, la construcción de vehículos con ruedas, de maquinaria para diversos usos, barcos, carros de guerra y armas.

La tecnología gris se fue haciendo crecientemente dominante con las máquinas que usan el poder del aire, agua, vapor y electricidad. De tal manera, con el avance de esta tecnología sobre la verde, el poder y la riqueza se concentraron en las ciudades.

Así propone que puede alcanzarse un mejor balance entre las condiciones sociales que privan en las zonas rurales y urbanas, es decir, reducir las desigualdades y la pobreza, sustentándose en el surgimiento de nuevas tecnologías procedentes de la biología.

Muchas veces se ha dicho que el siglo XX fue el siglo de la física y que el XXI será de la biología. Los desarrollos científicos en el estudio de la genética, la biología molecular o las neurociencias apuntan en esa dirección. Véanse, por ejemplo, las consideraciones que desde esa última rama del conocimiento hace Eric Kandel en su libro titulado En busca de la memoria.

El profesor Dyson sugiere que la biología es ahora mayor que la física en dos aspectos. Uno por los presupuestos que se le asignan, la fuerza de trabajo que reúne y el resultado de sus descubrimientos. Otro, por sus consecuencias económicas, su significado ético y sus efectos en el bienestar humano.

El asunto tiene una base en el debate sobre la teoría de la evolución. El microbiólogo Carl Woese sugiere que hubo una era "predarwiniana" en la que se daba una transferencia horizontal y de tipo universal entre los organismos y la evolución era un asunto comunal. Hasta que en un cierto tiempo una bacteria primitiva habría dado un paso adelante respecto de los otros organismos en términos de eficiencia y sus descendientes habrían sido los primeros en reservarse ese derecho de "propiedad intelectual" para su propio uso, iniciándose así la etapa darwininana.

Dyson plantea que ése fue un interludio que habría incluso hecho más lento el ritmo de la evolución, pues una vez establecidas las especies cambian muy poco. El interludio darwiniano terminó, dice, cuando el homo sapiens empezó a dominar y reorganizar la biosfera, desde entonces prevalece la evolución cultural como principal fuerza del cambio.

En la medida en que el homo sapiens domestica la nueva biotecnología se revive la práctica predarwiniana de transferencia genética horizontal, desplazando genes desde los microbios a las plantas y los animales y borrando las fronteras entre las especies. Dyson apunta que la exploración de los genomas hará avanzar el conocimiento de la arquitectura de los seres vivos y se podrán diseñar nuevas especies de microbios y plantas de acuerdo con las necesidades y usar la biotecnología para abaratar procesos y hacerlos más limpios en sustitución de la tecnología gris.

Freeman Dyson está suficientemente confiado para predecir que la domesticación de la biotecnología dominará nuestras vidas durante los próximos 50 años, cuando menos tanto como la domesticación de las computadoras lo ha hecho en los pasados 50 años. Prevé, entonces, que el uso masivo de ciertas formas de tecnología verde, como el que ocurre con el software, creará una diversidad de nuevas criaturas vivientes

Esto tiene implicaciones relevantes para la economía, las formas de vida y, también, para las cuestiones de índole ética, como sucede en el caso de la tecnología gris. En este sentido formula cinco cuestionamientos: ¿puede pararse el proceso ya en curso? ¿Debe detenerse? ¿Cuáles son los límites apropiados que han de fijarse? ¿Cómo se decidirán esos límites? y ¿cómo deben imponerse esos límites?

Las posibilidades de este tipo de desenvolvimiento tecnológico son sumamente atractivas, se ubican en esa aventura del pensamiento a la que apelaba el filósofo Whitehead. Estas reflexiones contrastan de modo contundente con las preocupaciones dominantes hoy en el mundo y distan mucho de todo lo que ocupa nuestra atención en México.

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