Usted está aquí: domingo 22 de julio de 2007 Opinión El complejo mercado petrolero

José Antonio Rojas Nieto

El complejo mercado petrolero

Hace 10 días, las cotizaciones de referencia del crudo marcador West Texas Intermediate (WTI) cerraron en 73.93 dólares por barril, luego del incremento extraordinario de 1.43 dólares por barril del viernes de la semana antepasada. Ese día nuestra mezcla mexicana cerró en 65.07. Con ello logró un promedio anual ligeramente superior a los 53 dólares por barril. (No olvidemos que la referencia presupuestal de 2007 es de 48.20).

Con altas y bajas, hace dos días el barril del referente WTI cerró en 75.57 dólares, dos más que una semana antes, no obstante haber descendido 35 centavos ese mismo día. Y nuestra mezcla en 66.22, con lo que su avance semanal fue de poco más de un dólar. Los organismos y las firmas internacionales especializadas, estiman un promedio anual cercano a los 66 dólares por barril para el WTI. Y, dado el comportamiento de nuestro pesado Maya -más de 80 por ciento de nuestra mezcla ya es Maya- no es arbitrario pensar en un mezcla de 55 dólares para el 2007, dos más que el año pasado.

Esto le daría a la Secretaría de Hacienda, derechos de extracción por barril de al menos seis y hasta siete dólares más de lo presupuestado en la Ley de Ingresos. Y con ello, este gobierno se "estrenaría" con un volumen de renta petrolera cercano al del año pasado. Sería mayor al del 2006, de no experimentarse la lamentable baja de 100 mil barriles en la producción diaria de crudo (cerca de 230 mil respecto a lo producido el 2004). Ya vivimos las consecuencias lamentables de la declinación física de yacimientos. Sin embargo, parece no haber razones -al menos por ahora- para pensar en el desplome de estas cotizaciones.

Las visiones actuales sobre la industria petrolera consideran que se vive una nueva fase de desarrollo, caracterizada por una creciente diversificación de las fuentes de abasto, pero prácticamente todas ellas de costos mayores, que exigen precios altos. También exige precios altos la creciente incertidumbre de los mercados, tan llenos de elementos especulativos, muchos de ellos sustentados -sin duda, hay que reconocerlo- en los problemas crónicos de abasto, a los que arribamos por casi 10 años de precios no sólo bajos, sino castigados: de 1986 a 1999, con excepción de 1987 y 1990, que subieron por razones geopolíticas conocidas.

Aparentemente también, los actores de la industria petrolera experimentan -incluso se quejan- una mayor presión de gobiernos, organismos internacionales pero, ante todo, grupos de la sociedad civil, por su responsabilidad en los problemas de contaminación y cambio climático. Asimismo, las presiones derivadas de un ánimo -también cada vez más extendido- por alentar -con todos sus asegunes- las energías renovables, incluso con subsidios gubernamentales, no siempre justificados.

Lo paradójico -e incluso dramático- es que no obstante los notables adelantos tecnológicos, los costos de exploración, explotación y desarrollo del crudo (también del gas natural) son cada vez mayores. ¿La razón? Una fundamental: los recursos naturales nuevos disponibles, son de más difícil acceso, manejo más complejo y explotación más complicada. De aquí, por cierto, la cada vez mayor fuerza de la OPEP, todavía con los recursos más abundantes y -sin duda- de menor costo. Y con ello, la consolidación de la renta petrolera a nivel internacional no sólo como ingreso fundamental de sus miembros, sino como fuente privilegiada del mercado mundial de dinero y del financiamiento mundial.

Con sus ventajas y desventajas. En todos los órdenes. Al interior de los productores. Y entre los grandes consumidores, principales responsables de una factura petrolera mundial que representó el 3.9 por ciento del producto en el 2006 y -se estima- cerca de 4.0 por ciento en 2007, menos -por cierto- que el peso de 6.5 y 6.8 por ciento registrados en 1980 y 1981.

¿Qué se puede esperar para los próximos años? La indicación que representan las cotizaciones de los futuros del crudo, parece orientarse a lo que sería un nuevo precio de equilibrio de largo plazo, de entre 60 y 70 dólares para el caso del referente WTI (50 a 60 para una mezcla mexicana con un diferencial de 10 dólares con el WTI). Pero -atención- no hagamos cuentas alegres. No sólo cada año nuestra nueva mezcla cuesta y costará más. También produciremos cada vez menos crudo. ¿Qué tanto? Depende de la inversión en producción primaria. La resultante de ambos fenómenos es simple: nunca más podremos disponer de los enormes volúmenes de renta petrolera captados desde 1978 y que el año pasado alcanzaron su máximo histórico. ¿De cuántos años estamos habando? Creo que de no más de cinco o seis.

Por eso, el delicadísimo asunto de la reforma fiscal debe plantearse de inmediato, en una perspectiva integral, capaz de permitir la sustitución virtuosa de cada dólar captado vía derecho de extracción, es decir, vía renta petrolera, por otro captado por vías fiscales alternativas. Y permitir, en este tránsito, el fortalecimiento de Pemex. A fondo. No hay de otra. De veras.

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