Usted está aquí: martes 10 de julio de 2007 Opinión Frida su-frida: la jornada siquiátrica

TERESA DEL CONDE/ II

Frida su-frida: la jornada siquiátrica

Los escapismos sexuales de Frida Kahlo, que equivalen a liberación femenina, fueron sustantivos y multifactoriales. No tuvo cualquier amante (por ejemplo algún jovencito o jovencita entre los que se contaron sus discípulos, como eran en su tiempo los Fridos). Sus amantes masculinos y femeninos (estos últimos proliferaron durante la última etapa de su breve vida) fueron personas de importancia incluyendo al artista Ignacio Aguirre, quien por cierto era de una distinguida belleza indígena, como puede constatarse mediante autorretratos y fotografías.

Desempeñaron funciones varias: comprobar su atractivo y su poder sobre el ser amado o supuestamente amado, e incluso ocasionalmente sólo presa de su temporal antojo. Eso probablemente permitía desalojar cargas de severa irritación. Aparte, y esto es importante aunque hipotético, le debe haber divertido muchísimo observar las reacciones de las personas a quienes lograba atraer y creo que eventualmente lo hacía casi por sport, como sucedió con la pintora abstracta de origen suizo, ligada al contexto del expresionismo abstracto tardío. Sonja Sekula (1918-1963), quien la alojó en una de sus estancias neoyorquinas; la conoció por medio de la pianista Ella Paresce, mujer de muy buen ver.

Sonja, según fotos que he visto, era muy guapa, conocida de Breton y de Duchamp; tenía un hijito, era lesbiana y se suicidó colgándose en su estudio, a los 47 años, como sucedió con el pintor mexicano Emilio Ortiz, a quien tanto recordamos, quien tomó la misma opción y fue un excelente artista hoy día poco recordado. Some day, Frida, I shall come to you and kidnap you, and drive to settle up to a country of our own”, le escribe Sonja a Frida desde Santa Fe el 17 de octubre de 1946. Hasta la fecha, no existe evidencia de que Frida haya respondido a sus propuestas. Tal tipo de cartas, que son valiosos documentos, cobran sentido a partir de lo que Raquel Tibol ha recuperado y publicado sobre escritura de Frida, material que constituye punto de referencia, incluyendo lo que la pintora escribe respecto de sus historias clínicas, porque en esto pone sumo cuidado en aras de emitir datos acuciosos, como le fueron referidos por los médicos.

En una de estas escrituras, Frida asienta su temor de padecer de heredolúes; en otra da cuenta de que el producto desechado del aborto de 1932, no ofrecía feto. Adujo que se había desintegrado en la matriz y así se lo comunicó a su médico-amigo, después seducido por algún tiempo: Leo Eloesser. ¿A Frida le gustó éste tanto como para, utilizando expresión de argot, “echárselo al plato?” No lo creo; le fascinó, más que nada, la atención que le deparaba, admiró su cosmovisión, su mentalidad de izquierda, su adhesión a la causa republicana durante la Guerra Civil Española, su simpatía.

Si ella disfrutaba o no esos encuentros sexuales que la reaseguraban como mujer hermosa y fascinante, a pesar de la “pata chueca” a la que alude Eloesser, es algo que nunca sabremos. Nadie hasta ahora se ha preguntado si Frida era frígida y si por ello buscaba a alguien que pudiera satisfacerla, porque los enamoramientos y el erotismo corresponden, a mi parecer, a otros órdenes anexos.

Una mujer que no se satisface en el acto sexual puede disfrutar con los juegos eróticos. A esta observación, Arnoldo Kraus arguyó jocosamente que pudo haber sucedido lo contrario: suponer a Frida como ninfómana, lo que tampoco se descarta. Kraus confirmó que en las consultas clínicas hay un porcentaje bastante alto de mujeres que plantean esa cuestión.

Eloesser diagnosticó a Frida espina bífida, anormalidad que se da durante la gestación o que es de origen filogenético, desde que la auscultó por primera vez en San Francisco a finales de 1930, cuando Diego fue comisionado para realizar los murales de la Stock Exchange. Rivera conocía a Eloesser desde 1926 de modo que, al establecerse en California, llevó a su mujer con el eminente osteópata, adherido a Stanford y al Hospital de San Francisco, de donde proviene el retrato ahora exhibido, en el que Frida lo representa como un hombre diminuto, que tiene como emblema el velero sobre la mesa y un boceto de Diego en el muro.

Las historias clínicas pululan. El reporte médico de la Cruz Roja (posterior al accidente) señala: Tres fracturas de pelvis, fracturas múltiples de pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida en el abdomen producida por un tubo de fierro que entró por la cadera izquierda (no se especifica a que altura) y salió por el sexo rompiendo el labio inferior izquierdo. Cistitis por sondeo. Estuvo allí a cargo del doctor Díaz Infante y resulta implausible que no le hayan tomado radiografías de todo tipo, cosa que mis compañeros de jornada fridiana reafirmaron.

Otra historia clínica, la efectuada por Rafael Vázquez Bayod, observa que de haber contusiones en la columna vertebra, “casi seguro fueron de poca importancia”. De haber existido lesión en la médula a consecuencia de ruptura de columna, Frida hubiese quedado parapléjica. Este galeno quizá confundió su diagnóstico con observaciones de Ramírez Moreno y Cosío Villegas: “Frida padecía de una escoliosis o curvatura lumbar baja hacia el lado derecho”. El estadunidense Charles Wiart atribuye los padecimientos a una malformación de la columna vertebral in utero, o sea que coincide con Eloesser en lo de espina bífida. Esta condición provoca infinidad de malestares (manejables hoy, pero no hace décadas) en quienes la padecen. Otro médico, Martínez Lavín, estudioso del “caso Frida”, sugiere que sufrió fibromialgia.

Como conclusión es posible aseverar que el accidente indudablemente fue traumático en grado sumo, pero la condición patológica es anterior, de tipo congénito y la hubiera hecho padecer, aún sin aquél. Lo que no se ha podido investigar es si el supuesto ataque de poliomielitis es consecuente con la espina bífida, porque aunque quedó algo renga, “Frida pata de palo”, pudo caminar kilómetros, bailar, trepar a los árboles, etcétera, y permanecer de pie por horas, antes del accidente y después, como lo ejemplifica su participación en la manifestación contra la destitución del presidente legítimo guatemalteco Jacobo Arbenz, así como fragmentos de las cartas que Tibol ha publicado. Las que dirigió a Eloesser, acompañadas de prólogos, aparecerán editadas próximamente.

 
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