Usted está aquí: domingo 8 de julio de 2007 Opinión El partido político y organización de la base

Enrique Dussel* /II

El partido político y organización de la base

El partido político debería ser como el árbol cósmico maya, que hunde sus raíces en el mundo del Hades, que crece como un robusto tronco sobre la superficie de la tierra y que tiende su follaje en el amplio cielo. De la misma manera, el partido político debería nutrirse participando en las luchas sociales de los movimientos populares, desarrollando la organización de la sociedad civil, para cumplir su función propia en la sociedad política o el Estado. No debe ser exclusivamente una burocracia política, que no tiene conexión constitutiva con la comunidad política. Para ello es necesario organizar al partido de tal manera que una el liderazgo con la burocracia, y a ambos con la base, dando a ésta el protagonismo democrático que hasta ahora ha faltado.

En efecto, los miembros influyentes de los partidos constituyen una burocracia a sueldo, que monopolizan las acciones e instituciones políticas, que sólo pueden ser ejercidas por los peritos, es decir, por los representantes elegidos o sus colaboradores. Fuera de ellos los partidos casi no cuentan con la acción desinteresada de ciudadanos que efectúan tareas partidarias para cumplir simplemente como militantes del partido funciones que su conciencia política exige, sin pedir retribución alguna pero exigiendo una plena participación en el ejercicio democrático del poder delegado en el mismo partido.

Entre la burocracia y los ciudadanos hay que crear una estructura organizacional en la que consista la vida cotidiana del partido, de donde se nutra y surjan los dirigentes y los candidatos a cargos electivos del partido, donde se actualicen los principios y se decidan las estrategias. Para ello hay que idear una regeneración completa del partido, partiendo de lo que con frecuencia se denomina el "comité de base". Si en el país hay más de 100 mil casillas electorales (número que indica una cierta distribución poblacional), habría que alcanzar más de 100 mil "comités de base", a fin de no de estar desprevenidos en la próxima elección para cumplir funciones electivas, sino de vivir cotidianamente en su lugar territorial, junto a la comunidad de vecinos simpatizantes, el posible compartir las vicisitudes de la acción política de los ciudadanos más conscientes de sus obligaciones. El "comité de base" es la comunidad partidario-política primera, en donde el cara-a-cara de la democracia directa es posible, en donde la participación personal permite conocer al otro ciudadano e ir considerando los avances teóricos y prácticos del grupo semana a semana. Entre la impersonalidad de la entusiasta concentración multitudinaria y la soledad del hogar singular, se encontraría una institución política donde las relaciones públicas cobrarían rostro, nombre, fraternidad.

Es en ese "comité de base" que el partido debería poner toda su voluntad de organización, para que ya no dependiera exclusivamente de los medios de comunicación para su propaganda, por ejemplo, sino de la movilización de sus bases conscientes, teórica y prácticamente.

Para ello sería necesario lanzar toda una campaña de repensar los principios del partido, teóricamente. En efecto, la izquierda desde 1989 ha quedado desnuda ideológicamente. Todos los miembros de un partido de izquierda tienen sólo el recuerdo de una teoría estudiada anterior a esa fecha, la de la "caída del muro de Berlín". Después, el partido no ha entrado en discusión teórica. Más: la mayoría de los miembros desconfía de la teoría. Sin embargo Lenin había dicho que "sin teoría no hay revolución". Yo diría hoy: "Sin teoría no hay partido político". Y sin organización tampoco. Es que la teoría y la organización se tocan: una impulsa a la otra. La organización, en primer lugar, es la reunión de los miembros del partido en la reflexión teórica sobre lo que deben hacer. Ese momento teórico del "comité de base" es el momento organizacional esencial. Desde el momento en que comienza a haber un consenso teórico en torno de ciertas tesis políticas fundamentales, la organización de los miembros puede sostenerse y crecer. En realidad lo que crece es una convicción de que un cierto diagnóstico teórico y práctico de la realidad política de México puede permitir una acción política concertada para transformar las instituciones en vista de una mayor felicidad del pueblo. La teoría y la estrategia organizacional van unidas.

Se ha propuesto, para llenar el vacío entre el liderazgo y la burocracia y la base, lanzar una campaña para obtener 5 millones de miembros del partido. ¿Quién realizará esa afiliación? ¿Qué significa ser miembros de un partido? ¿Quiénes y cómo los formarán dentro de los principios del partido? Y después de afiliarse, ¿qué harán como miembros activos del partido cotidianamente? En realidad sin organización, firmar una ficha de afiliación no agrega pertenencia y, sobre todo, no agrega ninguna ventaja al partido "inflado" con una tal membresía sin función alguna. Volverán a su casa, de la entusiasta concentración multitudinaria a la soledad desesperanzada del hogar, con un afiliación en el bolsillo. No. La afiliación es una acción correcta, pero como resultado de la organización de millares de "comités de base" que culmine, después de hacerse cargo de los principios (los que evidentemente los "comités de base" deberán mejorar, lo mismo que los estatutos, por ser sumamente rígidos, de arriba hacia abajo, donde pasivamente el miembro del partido no participa efectivamente en el mismo). La constitución de millares de "comités de base" invertiría la corrupción de la parcelación del poder por cuotas de tribus, y daría lugar a una auténtica democracia de la base, que elegiría sus representantes reales a todas las instituciones internas del partido. Por el momento, la burocracia del partido está "agarrada" desde arriba a la brocha, sin comunidad de base que la haya realmente elegido. Son representantes sin representados.

* Filósofo

 
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