Usted está aquí: domingo 8 de julio de 2007 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

Virtudes teologales y acumulación de capitales

Habló de altruismo Felipe Calderón. Alabó la filantropía de quienes tienen y ayudan a los que no tienen. Sobre todo en el campo, donde 60 por ciento de las familias sobreviven con 10 pesos al día y no tienen para comer. Y se escuchó el discurso político que vino con el vuelco, de predicador, de vicario: "No olvidemos que la caridad, junto con la fe y con la esperanza son virtudes teologales, y que sólo pueden ser válidas las virtudes teologales si antes cumplimos con las cardinales o las virtudes morales y éstas son la prudencia, la templanza, la fortaleza y, sobre todo, la justicia."

No echó mano al mecate para arrojar del templo a mercaderes, ni habló de dar al César lo que es del César. Pero reverdeció la higuera y el titular del Ejecutivo en este Estado laico recordó a los ricos que es más fácil que un camello pase por el hoyo de una aguja a que un pobre deje de serlo por obra de la caridad o la filantropía. De la reforma fiscal hablaba con los de la Fundación Mexicana para el Desarrollo Rural. Nada de ¡campesinos de América uníos!, ni de que la tierra es de quien la trabaja. Eso ya era pecado populista durante el priato tardío. Los caritativos señores del desarrollo rural llevan 40 años de labor filantrópica en el campo y lo único que crece es la pobreza.

No es culpa de ustedes, diría Felipillo santo. Mandatario, la pobreza se ha agravado y eso es responsabilidad de la sociedad entera y del gobierno. Después de todo, labran ese campo cristianos viejos de la talla de Lorenzo Servitje, Gerardo Bours Castelo, Fernando Chico Pardo, Markos Achar, Miguel Mancera Aguayo, Juan Gallardo Thurlow y Pedro Aspe Armella. Aspe el del pactismo, la apertura salinista, el reformador que fue a la cátedra y volvió a la asesoría financiera para decir ante los expectantes clientes, incluido el flamante jefe de Gobierno del Distrito Federal: "Decíamos ayer...". El presidente Calderón les agradeció su entrega a la virtud teologal de la caridad. Pero bajo el sayo franciscano asomaba el morral para los capitales acumulados.

Y el temor al recaudador fiscal, sin aprecio al oficio de uno de los 12 apóstoles, y de Paulo de Tarso antes de ver la luz camino de Damasco. El CETU, la propuesta contribución empresarial a tasa única, no considera deducibles las donaciones, las caritativas aportaciones de personas morales y físicas a las organizaciones filantrópicas. La caridad empieza en casa, en la preservación y acumulación de capitales propios. Si no es deducible se diluirá, desaparecerá la virtuosa voluntad de ayudar al prójimo. De ahí que en lenguaje religioso les dijera Felipe Calderón que la virtud teologal no ha resuelto el dilema y se ha agravado la multiplicación de la pobreza. Que para eso hay gobierno, y para hacer frente a esa responsabilidad hay que recaudar más y destinar más a las obras materiales.

No llegó a decir el predicador de la justicia como virtud cardinal que en lo terrenal tendríamos que instaurar una política social de Estado. Pero algo es algo. Tanto que Alberto Cárdenas, secretario de Agricultura, primer gobernador panista de Jalisco con beneplácito de cardenal, escuchaba con devoción y parecía entender que lo de la pobreza en el campo no obedece al fatalismo religioso de sufrir aquí para ganarse la gloria eterna. Ahora "tenemos que revertir esa desigualdad", dijo Calderón, con toda la capacidad del Estado para construir caminos rurales, "antes de que sigan desmoronándose sobre los campesinos más pobres, como ocurrió esta misma semana en Puebla".

Decenas de muertos bajo toneladas de roca y tierra en la Sierra Negra, camino a Tehuacán. Y llegó al sitio de la tragedia, la incuria y la ausencia de inversión en mantenimiento y construcción de caminos rurales, Mario Marín, gobernador al filo de un juicio político que seguramente no será. Pero condenado por la opinión pública en el juicio sumario del ágora electrónica. Da grima ver a quien hiciera carrera política con esfuerzo y capacidad a prueba por el racismo; "indígena", para no decirle indio, a menos que sea halago falaz y palaciego al llegar al poder. Es vergonzoso que quien dictaría instrucciones de proteger "a las viudas" y a las familias de los muertos, llegar ante el alud y responder con insolencia que disfraza el miedo a la crítica, que lo sucedido es cosa de la naturaleza: "O qué, ¿nosotros traemos la lluvia?"

Así llegó al desastre cuyas víctimas eran sus semejantes y sus mandantes. Estos días han sido reveladores del único cambio habido, el del discurso político: invocaciones a Dios, evocaciones al catecismo, los evangelios, las epístolas paulinas; y la nueva retórica del gesticulador de Usigli, encarnado en los sonámbulos de la transición en presente continuo que dan vueltas a la noria, cambian de chaqueta y conservan los vicios acendrados del antiguo régimen y de cuando la revolución degeneró en gobierno. Leonel Cota Montaño pide la expulsión de Ricardo Monreal y señala el oportunismo y el extenso nepotismo practicado por el senador que fuera gobernador de Zacatecas. Tal como Cota, hoy líder del PRD, fuera gobernador de Baja California Sur y todo lo demás.

Al norte de la península, donde sentó sus reales el PAN con Ernesto Ruffo y se ha tensado la cuerda del desgobierno, decidió la derecha aprovechar torpezas del PRI y cancelaron el registro de la candidatura de Jorge Hank Rhon, apoyados en la llamada ley antichapulín. Vistieron con velos vestales de víctima del poder a un personaje hecho a modo para ejemplificar los excesos del poder y la acumulación de capital desde el poder. Lo transformaron en "víctima", en ciudadano al que se impide solicitar el voto popular y someterse a su mandato. De un plumazo, por unanimidad, los magistrados del tribunal electoral de la Federación restituyeron a Jorge Hank el derecho a ser votado: es candidato del PRI a gobernador.

Pero el heredero del profesor que acuñó la frase elevada a divisa de la acumulación del capital: "un político pobre es un pobre político", se confundió de pregón y expresó su alegría porque: "nos hizo justicia la revolución". Así, con minúscula. Jorge Hank, el de Aguacaliente, los books de lujo, el zoológico particular y la paternidad generosa, ignoró la amarga ironía del dicho original. A quienes acudían al optimista lugar común para expresar la esperanza de que la revolución les hiciera justicia, se les respondía que si les hacía justicia, los colgaban.

El PRI recuperó Yucatán, ganó en Durango, en Chihuahua y resurgió en Zacatecas, donde Amalia García pudo a duras penas preservar la dignidad. Gracias a la sentencia favorable a Jorge Hank, el PRI está a punto de recuperar Baja California. Pero podría ser a costa de la dignidad extraviada y elusiva. No es poca cosa.

Entre virtudes teologales y cardinales, la lerda reacción política frente a la audacia del mexicano de origen chino que se dice amenazado por el gobierno y declara que los 205 millones de dólares decomisados son del PAN, dinero para la campaña presidencial que lo obligaron a guardar. Y la respuesta burda, cínica, o mentecata de Manuel Espino: "si el dinero es del PAN, ya me están dando ganas de irlo a reclamar".

 
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