Red Escolar, un proyecto educativo en riesgo
Declaraciones reiteradas de los funcionarios educativos del actual gobierno parecieran indicar un interés genuino por mejorar la calidad de la educación (que buena falta hace) mediante la utilización de la tecnología y de manera concreta de las tecnologías digitales o informáticas.
Sin embargo, la tecnología no resuelve ningún problema por sí misma, ni logra beneficio alguno cuando se utiliza para hacer lo mismo que se ha hecho siempre con instrumentos más primitivos; esto lo saben empresas e instituciones que pensaron en que comprar e instalar computadoras era suficiente para resolver sus problemas de operación y que terminaron no resolviendo nada. En educación, este error se ha cometido varias veces aquí, como en otros países, a partir sobre todo de lo atractivas que resultan las gráficas e imágenes que las computadoras pueden generar, aunque resulten irrelevantes. Grandes dispendios se han dado así, a partir de buenos propósitos carentes de sustento pedagógico.
Seguramente estas palabras generan la impresión de que estoy en contra del uso de las tecnologías informáticas en la educación, pero no es el caso. Por el contrario, estoy convencido de que bien utilizada y sustentada en los modelos pedagógicos modernos, la integración de las computadoras en la educación mejora las capacidades intelectuales de observación, de experimentación, de razonamiento y de aprendizaje de los estudiantes, a condición de que el uso de la tecnología esté integrado de manera inteligente a un plan de orientación y capacitación de los profesores, para que ellos puedan jugar un nuevo rol de facilitadores en lugar de su papel tradicional de comunicadores del conocimiento.
Normalmente estos proyectos están sustentados en modelos que privilegian el aprendizaje sobre la enseñanza, la interacción y la discusión de los estudiantes en lugar de su aceptación pasiva del conocimiento que reciben. Un proyecto de esta naturaleza es el llamado Red Escolar, establecido en 1997 con la idea de conformar varias redes colaborativas sobre diversas temáticas, en las que pudieran participar los alumnos de escuelas de todo el país, a través de la red de Internet.
Con el crecimiento de Internet y una buena coordinación del proyecto, éste tuvo un crecimiento significativo año con año, tanto en el número de escuelas y alumnos participantes, como en la diversidad de los temas de colaboración. ¿Podemos imaginar la experiencia de un grupo de niños y niñas de una escuela de alguna de nuestras regiones desérticas del norte del país platicando con otro de las regiones costeras de Veracruz o Tabasco, para describir e intercambiar información del paisaje, los animales y las plantas que cada uno conoce y ha visto? Las posibilidades de intercambio de información son interminables: ropa, comida, costumbres, artesanías, clima y las historias contadas por los viejos, son todos temas posibles de discusión; son éstos, a final de cuentas, los esfuerzos que inciden en la integración de un país.
La idea no es nueva, el intercambio entre estudiantes por medio del correo existe de tiempo atrás, pero en este caso, las facilidades de la tecnología de Internet, han dado lugar a un fenómeno distinto, cultivado con éxito aquí, como en muchos otros países. Las posibilidades de conformar grandes acervos de conocimiento relevantes, con la aportación de niños y niñas de todas nuestras regiones, es hoy una realidad sobre la cual los funcionarios educativos del gobierno federal y los gobiernos estatales debieran estar enterados y entusiasmados.
Por medio de estas líneas hago hoy un llamado de atención para preservar y enriquecer este proyecto, reconociendo sus méritos innegables y los beneficios educativos que su presencia conlleva para los niños de todo el país en un momento en el que su existencia pareciera estar en riesgo.