Usted está aquí: jueves 28 de junio de 2007 Política La reforma migratoria, "atada" a los tiempos electorales en EU: José Huízar

México no hace lo suficiente para que la gente se quede, señala el concejal de LA

La reforma migratoria, "atada" a los tiempos electorales en EU: José Huízar

ARTURO CANO

Ampliar la imagen José Huízar (al centro), en la imagen acompañado de Daniel Hernández y Arnold Schwarzenegger, es concejal de Los Angeles y uno de los líderes latinos más destacados en Estados Unidos José Huízar (al centro), en la imagen acompañado de Daniel Hernández y Arnold Schwarzenegger, es concejal de Los Angeles y uno de los líderes latinos más destacados en Estados Unidos Foto: Ap

José Huízar no había cumplido los cuatro años de edad cuando sus padres lo sacaron del rancho Los Morales, en Jerez, Zacatecas. Hoy, tras realizar estudios en las universidades de Princeton y de California, es un reconocido abogado y uno de los líderes latinos más destacados (la revista Hispanic Business lo considera uno de los 100 líderes de origen hispano más influyentes). Es, además, el único miembro del concejo de la ciudad de Los Angeles nacido en México (otros tres son de origen mexicano).

Su historia representa la típica prueba -de esas que no necesariamente abundan- de que el sueño americano es posible, sobre todo si se tiene en cuenta que su madre trabajó en una empacadora de carne y su padre fue albañil. Igual que hicieron todos sus paisanos. "En el rancho ya no hay nadie", dice, y pasa a hablar de la situación actual de México, donde "mucha gente se quiere quedar, pero tiene la necesidad de dar de comer a sus familias. Y no veo qué se está haciendo aquí para evitar que más gente se vaya".

Aunque insiste una y otra vez en que realmente no está informado detalladamente sobre México, Huízar dice que es obvio que se requieren reformas "radicales" en la economía para garantizar empleos y para brindar educación a las familias pobres, pues pobres son la mayoría de quienes abandonan el país.

El zacatecano, quien mantiene una relación constante con los clubes de oriundos de su estado natal, al que visita de cuando en cuando, considera que el gobierno mexicano puede ser "amigo" de los migrantes, pero no cree que debiera tener un papel activo en el vecino país para empujar una reforma migratoria.

No habrá reforma migratoria

Antes de que una propuesta conjunta en el Senado estadunidense arrojara una leve luz sobre la reforma migratoria -y que muchos medios mexicanos dieran por hecho la "legalización de 12 millones de indocumentados"-, José Huízar ya era uno de los pesimistas: "No habrá reforma, por lo menos hasta noviembre de 2008", decía, en atención a los tiempos políticos de su país.

En la ruta de la elección presidencial de Estados Unidos, sostenía el joven político originario de Zacatecas, "los demócratas van a ser más cuidadosos y los republicanos más fuertes. Los primeros no quieren arriesgarse a perder a la porción de electores a quienes disgusta un candidato muy cercano a los inmigrantes".

Huízar concedía que la opinión pública mayoritaria es favorable a una reforma, pero subrayaba que el asunto se atora en cuál reforma es posible. Y cualquiera que sea está atada a los tiempos electorales del vecino país.

En una reciente visita a la capital mexicana, adonde acompañó al alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, Huízar examinaba el presente del movimiento de los inmigrantes y lamentaba que el gobierno mexicano no haga lo suficiente para disminuir la creciente salida de connacionales.

A diferencia del año pasado, dice, esta vez el movimiento nacional de los migrantes no tenía enfrente un enemigo como la propuesta HR4437 (también conocida como ley Sensenbrenner, por el apellido de su promotor).

Como se recordará, en 2006, millones de indocumentados marcharon en las principales ciudades y en centenares de poblaciones de Estados Unidos en favor de una amnistía y la legalización de su estancia.

En los meses recientes, las movilizaciones se repitieron, pero con una participación mucho menor. "No teníamos enfrente una ley que iba a convertir a los inmigrantes en criminales".

La disminución de los marchistas también puede deberse a que el movimiento migrante cuenta con organizaciones sólidas, pero carece de una propuesta compartida en el Congreso estadunidense. "Decimos que queremos una reforma comprensiva, reunificación familiar y un camino para la ciudadanía, pero nada de eso está en el Congreso en la forma de una propuesta común. Y hace falta algo que empujar, no solamente algo que defender (los derechos de los migrantes en abstracto)".

Existen, decía, algunas propuestas legislativas, pero son parciales o contienen todavía "cargos" contra los indocumentados. Finalmente pragmático, igual que muchos políticos latinos en el vecino país del norte, Huízar consideraba que la reforma migratoria que se apruebe en un futuro deberá contener algunas "sanciones" para los sin papeles, si se quieren obtener los necesarios votos republicanos.

A los policías les molestaba el español

El primero de mayo pasado, las cadenas de televisión mostraron imágenes de la brutal represión contra la marcha de los migrantes en Los Angeles. Esos hechos motivaron que el alcalde Villaraigosa acortara su visita a México y regresara cinco días antes de lo previsto.

Huízar fue uno de los indignados por esos hechos. Cuenta que no era la primera vez que grupos de "anarquistas" enfrentaban a la policía angelina, un cuerpo célebre no precisamente por sus tácticas suaves.

Siempre, contaba Huízar, la policía arrincona a esos grupos de modo que no se mezclen con el resto de los manifestantes, sin contar que los tiene infiltrados. Esta vez, en cambio, la propia policía echó a los "anarquistas" hacia el parque donde las familias descansaban de la marcha. Hubo numerosas fallas del cuerpo policiaco. Por ejemplo, el vehículo con altavoces que se utiliza para avisar a la gente "que si no hacen determinada cosa la van a arrestar", no estaba ahí. Supuestamente dieron el aviso desde un helicóptero, pero nadie escuchó nada.

Muchos de los policías que participaron en la represión, afirma Huízar, "no vieron a estas personas como humanos". La acción muestra que los agentes quizá estaban "frustrados por nuestras marchas, por escucharnos hablar otro idioma, el español".

La acción policiaca plantea un reto "muy interesante" para el gobierno angelino, acepta Huízar. "Tenemos un alcalde latino; estoy yo y tres integrantes más del concejo que son de origen latino, somos responsables de los uniformados y entonces los líderes de la comunidad nos preguntan: ¿y ahora qué?"

Por lo pronto, un alto oficial de la corporación angelina ha sido degradado y el alcalde Villaraigosa ha anunciado una investigación a fondo con la participación de la FBI. Sin embargo, Villaraigosa no ha retirado su respaldo al jefe de la policía, William Bratton, quien busca la relección para un periodo de cinco años más. Todo, mientras un grupo de abogados de derechos civiles ha presentado una demanda colectiva.

Villaraigosa va a ser gobernador

La represión policiaca ("fue un error", reconoció Villaraigosa desde el principio) podría ser un factor más en lo que Huízar llama "el fin de la luna de miel" entre el alcalde y la opinión pública. "Sus números todavía están muy altos, pero el público quiere ver más hechos. Vamos a ver si su carisma y su liderazgo se mantienen", decía Huízar, quien ocupa el puesto que Villaraigosa tenía antes de ser electo alcalde de la ciudad californiana (como representante de una zona donde 70 por ciento de los habitantes son migrantes o descendientes de migrantes).

Antes su oponente y hoy uno de sus más cercanos aliados, Huízar aseguraba que Villaraigosa, el primer alcalde de origen mexicano en los pasados 128 años, "va a ser gobernador de California, es muy carismático, trabaja muy duro, y también con diversas organizaciones de afroamericanos y asiáticos".

¿Podrán derrotar los demócratas a los republicanos con Villaraigosa a la cabeza? Uno de los problemas, explicaba Huízar, es que si bien Los Angeles o San Francisco están llenas de "liberales" y de latinos, no es así en todo el estado. Suceda lo que suceda, el futuro de Villaraigosa dependerá en parte de líderes como Huízar, quien tiene una hija con nombre en español: "a mí me querían llamar Joe, y siempre les decía que mi nombre es José; mi hija de cinco años se enoja cuando en la escuela la quieren llamar Emily, porque ella se llama Emilia".

 
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