Usted está aquí: martes 26 de junio de 2007 Opinión Unión y rebatiña

José Blanco

Unión y rebatiña

Europa recuperó el camino de su futuro la madrugada del pasado 23 de junio, cuando la reunión de jefes de Estado y de gobierno estaba al borde del abismo. Lograron ponerse de acuerdo en el núcleo básico de lo que será el nuevo tratado europeo. Eso, se dice, fue el consenso de los ahora 27 países asociados, pero la Unión Europea mostró en esas negociaciones -que fueron necesarias debido al fracaso de los europeístas reales por aprobar una constitución política- que la unión real está aún lejos, más allá de la letra de los tratados.

Buen número de naciones llegaron a la cumbre de Bruselas a construir la Europa del futuro, a la que puedan sacarle la mayor raja posible para sí mismas y sus intereses nacionales, tal como lo entienden los gobiernos en turno en cada uno de esos países. Los europeístas, como la España de Rodríguez Zapatero y la Alemania de Angela Merkel, cedieron una a una en prácticamente todas las demandas gandallas y las extorsiones más obvias y vulgares de algunos civilizados europeos. Quedó claro que los jefes de Estado y de gobierno defienden sus intereses y a los que están vinculados en sus países, no a sus poblaciones.

La derecha orangután que gobierna Polonia fue lo más visible, porque los hermanos Kaczynski, dirigentes de ese país y de una derecha subdesarrollada y canalla, coaccionaron hasta (casi) el final a sus "socios" europeos y acabaron llevándose una rebanada del pastel, de un tamaño que evidentemente no les corresponde. El presupuesto comunitario para el ciclo 2007-2013 supera 65 mil millones de euros. Eso es lo que está en juego.

La parte del pastel que se robaron los gobernantes polacos la lograron los estridentes hermanos Kaczynski colocándose en contra, "a morir" -así lo expresó el presidente Lech Kaczynski-, de la cláusula de mayoría relativa, que en la propuesta que estaba en la fracasada Constitución y que los europeístas reales querían incluir en el nuevo tratado de los 27, consistía en un sistema de doble mayoría (55 por ciento de estados y 65 por ciento de la población) para tomar decisiones en la Unión. Con esa cláusula, Polonia vería disminuidos sus votos en las decisiones de la Unión y en la forma en que se distribuye el presupuesto. Ahora Polonia quedará sobrerrepresentada y verá trasladar recursos del conjunto de la Unión a sí misma. Lituania y República Checa estuvieron de parte de Polonia, porque también querían verse beneficiadas y acabaron lográndolo. Paradójicamente, España, que estuvo en favor del nuevo sistema de votación, por considerarlo correcto desde el punto de vista democrático, también quedó con mayores prerrogativas a las que le corresponden por el tamaño de su población.

El presidente Kaczynski se ufanó públicamente de haber alcanzado resultados superiores a sus propias expectativas: fue el principal muro de contención frente al nuevo sistema de votación, que fue pospuesto para 2014; hizo que se incluyera en el nuevo tratado una "cláusula de moralidad", y dijo cínicamente que "ahora sí" Polonia puede ser solidaria con la Unión. Nadie olvidará en Europa que la oposición de este país comenzó con una declaración civilizadísima y modernísima de los hermanos Kaczynski. Decían que se opondrían a la aprobación de un preámbulo del Tratado Constitucional de la Unión Europea, en el que no se hiciera referencia a los ¡valores cristianos o a Dios! Jaroslaw Kaczynski, primer ministro, puesto ahí por su hermano gemelo, el presidente Lech Kaczynski, el mismo día que éste se ufanaba de sus triunfos, hizo publicar en Varsovia un bando que multará duramente a las mujeres que paseen en top less en las playas de Polonia. Esa es la derecha polaca. Mientras la izquierda, que acaba de salir del gobierno, fue echada por los electores por su conducta escandalosamente corrupta. Quién salva a Polonia.

Sarkozy, quien se propone liberalizar la economía francesa, fue el campeón del proteccionismo en la cumbre. Logró echar fuera la cláusula sobre la necesidad de la libre competencia comercial en la Unión. Alegó que no podía olvidar que "los franceses" dijeron no a la Constitución Europea. A todas luces, un argumento-ficción. Una parte, aunque algo menor a la ganadora de los franceses que acudieron al referendo, dijo sí a la Constitución. La posición de Sarkozy es una obvia confesión de que hace lustros que los gobiernos y la sociedad franceses se quedaron durmiendo en sus laureles, sus índices de productividad quedaron por debajo de muchos de sus socios, y ahora, con el nuevo gobierno, son liberales hacia dentro de Francia y proteccionistas dentro de la propia Unión, más aún hacia fuera de la misma.

Blair, en sus últimos días de gobernante, defendió el estatus de excepcionalidad y de ventaja que siempre ha tenido Gran Bretaña en la Unión, con su política nacional -no comunitaria- de subsidios a la agricultura, que le cuesta no sólo a la población del Reino Unido, mientras continúa fuera del euro defendiendo la libra como su moneda nacional. Este país multinacional permanece dentro de la Unión, pero los ingleses se dicen euroescépticos. Cuántos, en la civilizada Europa, no tienen ni vergüenza.

Muchas dudas deja una Unión en la que varios de sus socios van a su club a ver qué se roban.

 
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