Usted está aquí: martes 26 de junio de 2007 Opinión Renta básica universal

Marco Rascón

Renta básica universal

En este siglo no se podrá avanzar en el concepto de ciudadanía si no hay condiciones materiales mínimas para ejercer con libertad esa condición. La libertad, el sufragio, la exigencia de derechos y el cumplimiento de obligaciones sólo son posibles cuando todos los ciudadanos tienen una condición material mínima garantizada por el simple hecho de ser ciudadanos.

Una vía, considerada punto de partida para garantizar esa condición material, es la "renta básica universal (RB)", que es "un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de pleno derecho de la sociedad (....), sin tomar en consideración si es rico o pobre" (http://nodo50org/redrentabasica/index.php).

La RB no es subvención, subsidio o seguro condicionado, y no se necesita demostrar como requisito determinado estado de pobreza para obtenerla. La RB podrían obtenerla, en teoría, desde Carlos Slim hasta el ciudadano más pobre.

En México adoptó esta idea y la hizo propuesta Patricia Mercado durante la campaña de 2006, pero en la polarización electorera sin contenidos y en el clima de quién era peor, dicha proposición no fue registrada. El debate sobre ella existe en España, Alemania y varios países que plantean la RB como alternativa a los subsidios al desempleo, a la canasta básica, un día sin hambre, Progresa, Procampo, madres solteras o tercera edad.

Es un jaque al clientelismo utilizado hoy, en conjunto y separadamente, por la clase política para tener votos asegurados con base en la necesidad y la "entrega" de recursos, que luego se convierten en subsidios indirectos al gran comercio monopólico y trasnacional, como Wal-Mart, Gigante, Aurrerá o Comercial Mexicana, que al final fueron los beneficiarios al recibir más de 4 mil millones de pesos anuales del presupuesto del Gobierno del Distrito Federal en compras anticipadas, al incorporarse estos sectores, considerados "población vulnerable", a un consumo mínimo pero controlado y canalizado mediante una tarjeta magnética a los grandes centros comerciales. Lo mismo podría decirse de los programas de carácter federal publicitados por los gobernadores priístas o por Vicente Fox.

La RB es un concepto más que ligado al gasto y al presupuesto de egresos. Debe estar vinculado con los ingresos y la política fiscal. El monto de la RB dependería de los índices del producto interno bruto (PIB) alcanzados, haciendo a todos los ciudadanos, independientemente de su condición, coresponsables del crecimiento o el estancamiento económico. La RB se obtiene del producto nacional, y eso significa un concepto de esfuerzo conjunto, de los resultados aplicados de capital y trabajo, planes y programas de desarrollo, impulsados no sólo desde el Estado y los gobiernos, sino desde la sociedad.

La visión conservadora sostiene, en el caso de los estados del norte, que "ellos trabajan" mientras el "sur duerme" y el "centro piensa". Esta fue la consigna del neopanismo en los años 80 y 90, que acabó con el desastre del gobierno de Vicente Fox Quesada, quien consumó ideas de cambio pero se entregó a los intereses del proteccionismo oligárquico y la trasnacionalización.

Daniel Raventós, recientemente de visita en México, expuso desde una visión republicana, sobre la condición material de los ciudadanos, que con la RB los más pobres tienen mayores condiciones de libertad frente a la presión de los que tienen mayores ingresos y reparten placebos electorales para captar el voto.

La RB sería, ante nuestros callejones sin salida de salarios-precios-inflación, la manera de acrecentar el ingreso con el fin de fortalecer el consumo, en una estrategia de impulso a una economía nacional hoy destruida tanto por la concentración protegida de las familias oligárquicas como por la globalización, que arruinó a la pequeña y mediana industrias.

Hoy, cuando se debate sobre la reforma fiscal, en ese contexto de una política que no ha contribuido al fomento de la actividad económica, la propuesta de la RB sería un concepto en favor de la sustentación no sólo del monto de esa renta, cargada sobre el gasto, sino de las condiciones económicas y laborales que se generarían para aumentar la base gravable y la incorporación a un régimen simplificado de miles de ciudadanos contribuyentes, sabiendo que el ingreso al Estado se reflejará en mejoramiento del bien común y no en la especulación y la evaporación de los ingresos públicos.

Cuantificando los montos de los subsidios federales y locales "contra la pobreza" es fácil calcular que la renta básica es viable, pero esto cambiaría la condición en manos de la clase política, que ha hecho de la pobreza su sustento electoral de manera perversa y pragmática. Esto se revela en el discurso cuando partidos y candidatos ofrecen "acabar con la pobreza" como asunto de ellos y no como responsabilidad colectiva, con un sentido de responsabilidad compartido, sino fundamentalmente por medio de la filantropía.

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