En la celebración del sábado también hubo performance y muestras fotográficas, entre otras
Celso Piña puso a bailar a miles de personas que festejaron siete años del Faro de Oriente
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El acordeonista tocó en un ambiente en el que prevaleció la camaradería
Foto: Jesús Villaseca
La Fábrica de Artes y Oficios (Faro) de Oriente, centro cultural fundamental en la vida de la ciudad de México, sobre todo en las zonas marginadas de Iztapalapa y Nezahualcóyotl, culminó los festejos de su séptimo aniversario este sábado, con música, baile, presentación de publicaciones y la inauguración de varias exposiciones.
Miles de personas de todas las edades, aunque abundaban los jóvenes; vecinos y también provenientes de otras partes de la ciudad, visitaron, a lo largo del día, el amplio espacio, con su edificio en forma de barco encallado.
El acordeonista Celso Piña y su grupo fueron el platillo principal. El regiomontano, de buen humor, jocoso, puso a bailar cumbia a los presentes en la explanada del Faro. En medio de la multitud, desconocidos se daban la mano y bailaban en círculo al son del vallenato y metían a otros a bailar. El ambiente era, pues, de franca alegría y camaradería. Y todos convivían: ahí estaban, por mencionar algunos, confundidos entre punks y rastas, Eduardo Vázquez Martín, fundador clave del Faro; el actor Daniel Giménez Cacho, y la fotógrafa Maya Goded (estos dos últimos han colaborado en iniciativas del centro).
Antes del acordeonista, La Vieja Guardia y Los de Abajo ya habían calentado la pista de baile.
Al comienzo de la jornada se presentaron la revista Iztapalabra y los libros Hoy te toca la muerte, de Marco Lara, sobre los maras, y Atenco rebelde, del fotoperiodista Jesús Villaseca, quien, como trabajador de La Jornada siguió de cerca la lucha del pueblo rebelde mexiquense. En la presentación de Atenco rebelde participó Gerardo González, ejidatario integrante del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.
Por la tarde, la secretaria de Cultura de la ciudad de México, Elena Cepeda; Anthar López, coordinador de la red de Faros, y Javier Hidalgo, director general del Instituto de la Juventud del DF; entre otros invitados, participaron en la inauguración de las exposiciones fotográficas, dedicadas a la migración: la individual, Mixtecos, de norte a sur, de Eniac Martínez, y la colectiva, con Pedro Valtierra, Elsa Medina y Jesús Villaseca.
También se inauguró la exposición Mirando hacia el sur, de la artista conceptual Betsabeé Romero, que incluye los techos de unos vochos, cargados de bultos y petates, que “suben” una montaña de tierra frente al edificio central.
Los festejos estuvieron salpicados por recordatorios de las aguas tormentosas en las que ha navegado este barco en sus siete años, etapas en las que han predominado discusiones sobre cotos de poder, en vez de aquellas sobre cuestiones artísticas. Un grupo disidente a la actual dirección del Faro montó una especie de performance, Redes rotas, en el cual denunciaba que la Secretaría de Cultura “corta redes”, en vez de tejerlas.
El Faro ha recorrido largo trayecto desde los tiempos iniciales en los que un día bajaron de un coche a un hombre, le dieron un balazo y lo dejaron frente a las rejas del recinto. ¿Era una señal? Por esos días estaba el músico Manu Chao en México. Lo invitaron al lugar en obra. Le contaron lo sucedido. El aconsejó: hagan algo para las madres, nadie toca un lugar al que van las madres. Organizaron un concierto con la Danzonera Dimas. Las mujeres llegaban, pensando que sería una imitación de la agrupación. Cuando veían que era la auténtica, se regresaban a sus casas a ponerse tacones. Santo remedio Ahora, los habitantes locales no sólo aceptan al Faro, lo hicieron suyo.