Usted está aquí: lunes 25 de junio de 2007 Deportes Habrá novilladas clandestinas en la Plaza México

Habrá novilladas clandestinas en la Plaza México

LUMBRERA CHICO

El próximo domingo, no se sabe si a las cuatro o a las cinco de la tarde, se abrirán las puertas del patio de cuadrillas en la Monumental Plaza México para dar inicio a la temporada de novilladas correspondiente al verano de 2007. La empresa que llevará a cabo el serial volverá a ser la que dicen que encabezan los ex matadores José Manuel Chilolín González y Víctor Curro Leal, no se sabe, pero se sospecha, en soterrada representación de Rafael Herrerías, el nuevo cargador profesional de Enrique Ponce.

Para el primer festejo están inscritos tres jóvenes que a lo largo del año y en el curso de la temporada anterior obtuvieron triunfos de regular importancia, los cuales por supuesto no les permitieron conseguir más contratos ni cobrar mejor por jugarse la vida. Ellos son el tapatío Pepe Murillo, el aguascalentense Mario Aguilar, y como tercer espada el capitalino Arturo Zaldívar. El segundo estaba anunciado ayer en la placita mexiquense de San Pedro Xalostoc, para matar un encierro de Julián Handam, en mano a mano con el ídolo local, Ernesto Sánchez.

Mario Aguilar, que tiene tanto valor como afición y clase, realizó el verano pasado una importante faena a un novillo muy difícil, con el mérito adicional de que la lidia se desarrolló debajo de una señora tormenta y a la vista de menos de una docena de espectadores porque los demás, que no eran tantos, habían huído a refugiarse dentro de los túneles. Pepe Murillo, por su parte, fue de los niños que debutaron en Mixcoac el 30 de abril de 2002, al igual que Hilda Tenorio y Joselito Adame. Aunque no era el más dotado de aquel grupo, su tenacidad lo mantiene en la línea de fuego y hace tres meses, en Guadalajara, protagonizó una tarde inolvidable junto al colombiano Riverita.

De Arturo Zaldívar no hay mucho que decir, excepto que su actuación en la temporada anterior lo trae de regreso al embudo de Insurgentes, donde con Aguilar y Murillo despachará reses de San Isidro. ¿Cuánta gente acudirá a presenciar ese primer festejo en la plaza supuestamente más importante de América Latina? El menor número posible porque así les conviene a Chilolín y Currinsky, ya que si pretendieran lo contrario habrían puesto en marcha una campaña de promoción para que el público se enterara, como hacen todos los que desean ganar dinero vendiendo algo, desde el merolico de banqueta que grita las virtudes de sus tónicos hasta los circos de pueblo que desfilan con sus elefantes, caballos, mujeres barbudas y hermosas equilibristas para que los niños exijan a los adultos que los lleven a ver el espectáculo.

Por desconcertante que parezca, en la Plaza México las temporadas no se promueven. A diferencia de las exhibiciones de motociclismo, o de los conciertos gruperos, o de las concentraciones religiosas que allí se dan, las funciones taurinas se verifican en secreto, para que nadie se entere, no sea la de malas que los aficionados acudan a verlas, con lo que los empresarios "renovadores" perderían menos dinero, dando al traste con otros negocios.

 
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