Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 24 de junio de 2007 Num: 642

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

ODESSA
LEANDRO ARELLANO

Rima
YORGOS SEFERIS

El legado poético de
José Hierro

MIGUEL ANGEL MUÑOZ

El orgullo del poeta
LUIS GARCÍA MONTERO

Dos poemas

Rolando Hinojosa, candidato al Cervantes
RICARDO BADA

Saramago: la realidad
es otra

CARLOS PAYÁN Entrevista con
JOSÉ SARAMAGO

Gran Hermano en la
Triple Frontera

GABRIEL COCIMANO

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Juan Domingo Argüelles

Los Alebrijes de Jorge Valdés Díaz-Vélez

En marzo del presente año, el jurado calificador del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007, se reunió en Orihuela y determinó conceder el galardón al libro Los Alebrijes, del poeta mexicano Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coahuila, 1955).

Menos de dos meses después, el espléndido libro de Díaz-Vélez ha sido publicado por Ediciones Hiperión, en su ya emblemática colección de Poesía. Los Alebrijes (Madrid, 2007) es uno de los puntos más altos de la obra lírica de este poeta que antes dio a la imprenta los libros Cuerpo cierto (1995), La puerta giratoria (1998, Premio de Poesía Aguascalientes), Jardines sumergidos (2003), Nostrum (2005) y Cámara negra (2005), entre otros. Apenas en 2006 apareció la reedición de La puerta giratoria (México, Verdehalago/Conaculta, La Centena) y en estos días ha comenzado a circular también su Poesía reunida (1998-2005) en la colección Poemas y ensayos de la unam.

En Los Alebrijes, Jorge Valdés Díaz-Vélez reitera su vocación emotiva y de rigor formal en una poesía que no apuesta a la moda críptica y abstracta, sino al significado y al sentido de la vida misma, con imaginación y con absoluta exigencia de la simetría y el ritmo. Asimismo, en este libro el poeta reivindica la búsqueda de una poesía cuyo lirismo no le impide "narrar" una historia o evocar una experiencia donde coinciden lo vivido y lo leído; la naturaleza y la cultura, pues aunque el poema sea un artificio, ese artificio debe estar lleno de vida.


Jorge Valdés

En este libro hay ecos de los epitafios de Edgar Lee Masters, pero ni son los únicos ni tienen el propósito deliberado de la recreación. El tono narrativo de Los Alebrijes es parte de la sensibilidad de Díaz-Vélez, una sensibilidad que admite, por supuesto, un amplio conocimiento de la mejor tradición poética de todos los tiempos.

En "Denominación de origen" leemos: "Dicen que antes de ser ‘Los Alebrijes’/ la cantina fue casa de ladrones./ Dicen que aquí vivió ‘el Veracruzano’,/ un rufián que golpeaba a sus mujeres/ con un látigo gris de siete puntas/ en el sótano que hoy resguarda el vino./ Dicen que eran salvajes las palizas/ y los gritos de horror de las esposas./ Dicen que a más de tres las vendió a un circo/ de pulgas amaestradas, en el Congo./ Dicen que Eva y Lilith, las dos gorditas/ que cuidan de la cava, consiguieron/ escaparse, que le dieron narcóticos/ al monstruo en una copa de aguardiente./ Dicen que un día partió ‘el Veracruzano’,/ que nunca regresó, que no lo han visto/ por el barrio desde hace nueve meses./ Dicen que sus mujeres, Lilith y Eva,/ lograron su venganza: emparedaron/ su cuerpo miserable tras un muro/ después de adormecerlo, en la bodega/ donde añejan el vino. Es lo que dicen."

Jorge Valdés Díaz-Vélez ha venido manejando, a lo largo de su obra poética de más de dos décadas, un verso exigente que es respetuoso de las métricas y las formas clásicas. Al igual que en sus libros precedentes, en Los Alebrijes no faltan los sonetos rimados, de impecable factura, pero el libro ganador del Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2007 se caracteriza por los endecasílabos y los alejandrinos sin rima, versos blancos perfectamente logrados con una música nunca forzada, con un ritmo siempre sostenido y grato.

Hay también en este libro el trato privilegiado del verso menor no exento de cierta ironía, como en el espléndido "Lugares comunes": "En lugar de los póster/ de Marilyn y Humphrey/ colgaron los retratos/ de Bart y Lisa Simpson./ Han cambiado los ídolos,/ las guerras, la etiqueta/ de vinos y licores;/ la cerveza es distinta,/ más dulce la ginebra,/ el vodka, más etéreo./ Las mismas aceitunas/ se hicieron más pequeñas./ Todo ha cambiado, menos/ las ganas de orinar."

Dividido en cinco secciones (Cuando anochece, Banda sonora, Solo contigo, Caída libre y Última sombra), Los Alebrijes es un libro gozoso a pesar de ciertos guiños de escepticismo y melancolía; es una especie de memoria emotiva e intelectual que va sembrando aquí y allá huellas, signos de identidad. Los siguientes versos del poema "Gótico tardío" tal vez ejemplifiquen todo el espíritu del libro, a manera de epitafio, aforismo y fe poética: "Aquí te doy mi corazón, apriétalo/ antes de que el salitre enrojecido/ lo vaya a convertir en hueso duro/ de roer."

Con Los Alebrijes, Jorge Valdés Díaz-Vélez alcanza su madurez poética.