Usted está aquí: domingo 24 de junio de 2007 Opinión University Club

Angeles González Gamio

University Club

En Paseo de la Reforma, frente al monumento dedicado a Cuauhtémoc, se encuentra una lujosa mansión porfiriana que es la sede del University Club, asociación fundada en 1905 por miembros de la colonia americana que tenían título universitario, copiando la idea de instituciones semejantes en Estados Unidos.

Su primer alojamiento fue en la calle de Bucareli, en una casona alquilada, y a principios de los años 30 del pasado siglo, adquirieron la mansión que había mandado construir José Gargollo y Garay, prominente hombre de negocios que, como pasatiempo, coleccionaba antiguedades y obras de arte. La colección llegó a tener tales dimensiones, que tuvo que mandar construir un "petit palais", que le diseñó el arquitecto José Luis Cuevas Pietrasanta. En un excelente libro que escribió Alejandro Mayagoitia, nos enteramos que la mayoría de los elementos decorativos fueron importados de Francia; sobresalen el barandal de hierro de la suntuosa escalera de mármol blanco italiano, la ornamentación del salón principal, el trabajo de carpintería de la biblioteca y, como joya especial, un conjunto de lambrines barrocos, exquisitamente tallados en maderas claras y oscuras, que pertenecieron a la Real y Pontificia Universidad de México, que ocupaba un soberbio edificio a un costado de Palacio Nacional y que Justo Sierra mandó destruir en 1910, cuando fundó la Universidad Nacional.

Estos y muchos tesoros más (pinturas europeas y mexicanas, tibores, marfiles, plata antigua, bargueños y ajuares virreinales, entre otros) se hallaban en la casa cuando la ocupó la familia Gargollo, en 1905. Todo ello se vio enriquecido por objetos que continuaron adquiriendo en sus constantes viajes. Al regreso de uno de ellos, en 1926, se encontraron con un México convulsionado por la persecución religiosa. Católicos fervientes, los Gargollo buscaron la manera de apoyar a los católicos y tuvieron la audacia de esconder en un cuarto secreto al padre Miguel Agustín Pro, mismo recinto que aún existe. Con la Revolución y la depresión económica, la familia cayó en la bancarrota y tuvieron que deshacerse de la casa, que ya habían hipotecado.

Esta mala fortuna de los Gargollo-Rivas Mercado coincidió con que el University Club, que ya tenía una mayoría de miembros nacionales y se había convertido en uno de los centros sociales más distinguidos del país, estaba buscando adquirir una sede, por lo que les vino al dedillo la mansión de Paseo de la Reforma 150.

Aunque se aprovecharon buena parte de los lujosos espacios, como la biblioteca, la casona requirió de varios arreglos, entre otros la habilitación de espacios para cocinas, baños, comedores, cantina y recamaras para socios. En ese entonces quedó pendiente un gran salón de fiestas que sirviera para organizar cenas y bailes, y el "departamento para damas". Ambas instalaciones se hicieron a fines de los años 30; 30 años más tarde, el afamado Arturo Pani redecoró un nuevo salón de saraos, con unos enormes espejos que por muchos años fueron los mas grandes de la ciudad. Por esa misma época, las recámaras se convirtieron en comedores privados.

Curiosamente, la residencia sufrió daños estructurales que le causaron un severo desnivel cuando construyeron, en un predio contiguo, el edificio de Banca Cremi. Estaban en el análisis de las soluciones al problema, todas complicadas y costosas, cuando vino el temblor de 1985 y, sorprendentemente, el desnivel prácticamente desapareció: ¡los fuertes movimientos sísmicos enderezaron el edificio!

Actualmente, el University Club continua "vivito y coleando", y aunque ya abrió una sede alternativa en Bosques de las Lomas, conserva esta bella mansión que es una de las pocas de principios del siglo XX que han sobrevivido en Paseo de la Reforma, y sigue siendo lugar favorito de muchos socios y sus amigos, que van cotidianamente a degustar buena comida, ya sea en la cantina, el elegante comedor o en los salones privados; de fondo se escucha, placentero, el piano de Pedro Plascencia.

El añejo club está cobrando nueva vida con Claudine Falguiéres, su actual directora general, que es una joven francesa con ideas novedosas, entre otras, ha contratado a un chef de su patria, Turélieu Julov, que está renovando la carta y combinando las recetas tradicionales del Club, con manjares franceses como la terrina de pato con pistaches, las costillas de cordero con jalea de menta, la pera a las siete texturas y los postres flameados.

Pertenecer al exclusivo club no es precisamente económico, pero los que lo pueden pagar deben decir, emulando al anuncio de un tinte de cabello: "es un lujo, pero lo valgo". Con su membresía adquiere el derecho de acudir a más de 100 clubes privados en todo el mundo, muchos con hospedaje, e infinidad de otros servicios que por falta de espacio ya no puedo mencionar.

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