Usted está aquí: sábado 16 de junio de 2007 Política ¿Migrantes, o rehenes?

Ilán Semo

¿Migrantes, o rehenes?

El debate sobre la reforma a las leyes de migración en Estados Unidos se ha convertido en uno de esos interminables loops en donde la performance misma de la discusión -que es otra manera moderna de crear expectativas- resulta más redituable que arribar a cualquier consenso. Un Congreso, que puede ser tan expedito como el estadunidense, podría haber llegado hace años a la conclusión de que el tema desbanca cualquier posibilidad de producir algún tipo de acuerdo. Pero el espectáculo debe continuar. Y si en los próximos días la Casa Blanca logra impulsar algún tipo de resolución, su déficit de legitimidad será tan cuantioso que difícilmente podrá traducirse en un orden efectivamente legal. Un poco más de lo mismo de lo que ya ha sucedido con otras legislaciones sobre migración.

El dilema comienza en el punto de partida. Para la mayor parte de los legisladores estadunidenses, los mexicanos que emigran a Estados Unidos no sólo van en busca de un mejor salario sino también de una nueva patria. El argumento forma una de las partes esenciales de la mitología estadunidense que define las mentalidades de la sociedad del país de las barras y las estrellas como el mejor sitio que alguien podría elegir para vivir. Pero lo que dictan los sintagmas de las mitologías y las mentalidades no tiene por qué ser cierto. Incluso puede ser radicalmente equívoco.

Imposible saber qué parte de los migrantes mexicanos llega a ese país sólo con el afán de hacer mejores ingresos y no para quedarse, pero el hecho es que, en rigor, no cuentan con las garantías mínimas para poder fincar esta decisión. La razón es sencilla y compleja a la vez: una vez en Estados Unidos, el riesgo que corre un emigrante ilegal para salir (y querer regresar) es tan alto que casi nadie opta por hacer la apuesta.

Ingresar a Estados Unidos ilegalmente tiene un costo hoy en día que varía entre 4 mil y 7 mil dólares, según la temporada y los sitios por los que se cruza la frontera. Para quien percibe un salario incluso medio en México es una cantidad estratosférica, que difícilmente se reunirá otra vez en la vida. Además, se arriesga la vida. La migra estadunidense controla los flujos de emigración "abriendo" y "cerrando" vías informales de ingreso, que pueden ser más o menos peligrosas. Ingresar por Tijuana no reporta mayores peligros, aunque los túneles pueden derrumbarse en un momento dado. Pasar al "otro lado" por el desierto de Sonora, por ejemplo, implica seriamente la posibilidad de morir en el intento. Cuando el mercado estadunidense requiere más mano de obra se deja pasar a la gente por los sitios menos riesgosos. Cuando no la requiere, dejan abiertas las vías más peligrosas. Como cerrar y abrir una llave de agua.

Una vez cruzada la "línea", nadie en sus cinco sentidos arriesgaría repetir la aventura. Cosa que además los migrantes ilegales no hacen, pero no porque quieran una "nueva patria", sino porque es muy caro y arriesgado llegar a donde llegaron.

En Europa, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, españoles, portugueses y griegos iban y venían a Francia, Alemania y Suecia como trabajadores legales. En Navidad regresaban a sus casas, en trenes especiales, y como las golondrinas, retornaban después al mismo sitio.

¿Por qué han instituido los estadunidenses este sistema de encierro? Las razones, a mi parecer, son tres. 1) Cuentan con un ejército de trabajo ilegal permanente, que significa tener a la mano millones y millones de trabajadores que ganan la tercera o la cuarta parte de lo que gana un trabajador legal. 2) Obligan a los indocumentados a gastar en su propio mercado y a reducir su nivel de ahorro, que es lo que envían a casa. 3) Mantienen cerrada una frontera, por la cual, efectivamente, podría entra mucho más gente si fuera porosa.

Habría una manera muy sencilla de verificar si los mexicanos que emigran quieren efectivamente quedarse a vivir en aquel país: darles pasaportes y visas de trabajo. Permitirles entrar y salir cuando ellos mismos lo decidan. Algunos se quedarían, la mayoría pendularía. Pero se acabaría el sistema de encierro, y los trabajadores mexicanos traerían dinero que podrían invertir en sí mismos en sus lugares de origen. Bad bussines para el otro lado. Probablemente sea la única manera de transformar la frontera de un sitio del peligro y la humillación en un cruce de gente que simplemente busca trabajo.

 
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