Usted está aquí: miércoles 13 de junio de 2007 Opinión Polonia: ¿2010, 2015 o 2020?

Arnoldo Kraus

Polonia: ¿2010, 2015 o 2020?

Mi padre fue polaco y judío. No polaco o judío. Era campesino. Acabó primaria. No estudió más porque su casa era una casa pobre. Cargaba costales de papas y por las tardes estudiaba Biblia.

La pobreza y la religión se entremezclan con denodada frecuencia. Si no hay cómo gozar la vida terrenal, consuela creer lo que pregonan los ministros religiosos. Los pobres cuestionan poco. Compran sin chistar los dictados de los responsables de Dios. A muchos les conforta la aseveración de que en el Paraíso se remiendan las heridas terrenales.

Cuando fue necesario mi padre se convirtió en soldado del Ejército polaco. La pertenencia la fraguaban la tierra y la historia. No existía espacio ni razón para cuestionarse: la milicia era obligatoria. Al lado quedaban fe y tradición. El ejército exigía presencia, y de ser posible convicción. La fe judía, como todas, era ciega; la tierra polaca era realidad. Cuando soldado fue víctima del antisemitismo de sus superiores. Cuando llegaron los nazis fue blanco de ambos.

Mi padre detestaba más a los polacos que a los alemanes. Los primeros eran casa, historia, calles y amistad; los segundos eran lo que eran: asesinos. Mi padre hubiese querido morir polaco. Los polacos no se lo permitieron. Con profunda sensibilidad lo dice Francisco González Crussí en el libro que habla de su historia: Partir es morir un poco. En el caso de mi padre, partir, involuntariamente, fue morir demasiado.

Han pasado muchos años desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial y no pocos de la caída del Muro de Berlín. Las matanzas que vivió el mundo entre 1939 y 1945 acabaron con las vidas de decenas de millones de seres humanos; las actuales asesinan a menos personas, pero matan con el mismo odio, y lo hacen arropados por ideas similares: humillar y asesinar es la meta.

La intolerancia, en las fauces de algunos de los dirigentes contemporáneos de la Europa culta, emula, y en ocasiones supera, los sueños de Proteo. La Polonia de los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski pronto mostrará la nueva sinonimia entre ultraderecha e intolerancia.

No a la homosexualidad. No al disenso. No a la memoria. No al valor de los brigadista polacos que lucharon contra Franco. No a los eurodiputados de apellido judío. Sí a la Ley de la Lustración. Sí a la caza de brujas. Sí a los dictados del Instituto de la Memoria Nacional. Sí al antisemitismo. Sí a la persecución de los diputados que no quieran hablar de sus posturas durante la Polonia comunista. Dos ejemplos para ilustrar los derroteros de los gemelos y los fines que persiguen con perversiones como la Ley de la Lustración, cuyo propósito es acallar y sepultar.

Ejemplo Lech K. La Defensora del Menor polaca pretende investigar si el popular programa de televisión infantil Los Teletubbies "fomenta la homosexualidad", pues uno de los muñecos lleva una bolsa y viste de color morado; según otras versiones, uno de los persoanajes es demasiado cariñoso. Ewa Sowinska, representante de la defensoría, ha dicho: "me parece conveniente que un grupo de sicólogos hable con los niños que ven este programa y que sean ellos quienes dictaminen si la serie puede ser transmitida por la televisión o no".

Ejemplo Jaroslaw K. De acuerdo con el Instituto de la Memoria Nacional, organismo creado y utilizado por el gobierno polaco actual y cuya meta es la depuración ideológica anticomunista, el celebérrimo y siempre apreciado reportero Ryszard Kapuscinski, quien falleció en enero de 2007, "colaboró con los servicios secretos del régimen comunista mientras viajaba por medio mundo"; el instituto propone que sus acciones sean investigadas y, si se considera pertinente, Kapuscinski debería ser denostado. Los gemelos utilizan la frase "falsas figuras de prestigio" cuando se refieren a la disidencia o a personas con pasados dignos.

No sobra decir que el mandato de los gemelos, cuya diferencia con los talibanes sólo es geográfica, es imberbe. Llegaron al poder en 2005, por lo que su camino aún es largo. Dedicados a sepultar todo lo que no les parece, ignoran que la historia ni se olvida ni se puede rescribir, porque es colectiva. De seguir por el camino que marchan, la Polonia actual se convertirá pronto en el paladín más refinado del neofascismo europeo.

Al igual que Hitler sólo fue parcialmente culpable de lo que sucedió bajo su locura, los gemelos polacos no son los únicos responsables de lo que ahora acontece en Polonia. Con Hitler la Iglesia católica y muchos gobiernos alegaron que poco o nada sabían de las matanzas. Hoy sabemos que la Unión Europea conoce y permite que los Kaczynski y los miembros de su gobierno actúen como lo desean. Sabemos, asimismo, que en la actualidad muchos polacos, como antaño mi padre y centenares de brigadistas y rebeldes que no quisieron sucumbir ni entregarse a las garras del nazismo, son víctimas del fascismo polaco de los Kaczynski. Mi padre murió mexicano pero nunca olvidó Polonia. Fueron muchas las noches interrumpidas por ladridos y por el recuerdo de los vecinos siempre mudos, siempre ausentes. Las heridas de sus muertos siempre supuraron. ¿Cuántos años más debe esperar la UE antes de sancionar a sus socios polacos?

 
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