Usted está aquí: domingo 10 de junio de 2007 Cultura "Internet es un ojo de cerradura que invita al vagabundeo exploratorio"

Román Gubern presenta nueva edición de La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas

"Internet es un ojo de cerradura que invita al vagabundeo exploratorio"

Los avances tecnológicos han producido exceso de elementos visuales, afirma el teórico

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Ampliar la imagen Román Gubern, durante la entrevista con La Jornada Román Gubern, durante la entrevista con La Jornada Foto: Carlos Cisneros

Román Gubern (Barcelona, 1934) acaba de publicar una versión revisada y ampliada de La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, publicado por primera vez hace 15 años y hoy agotado. En él incluía un capítulo sobre el cine snuff que inspiró la película Tesis de Alejandro Amenábar. Entonces no había teléfonos celulares con cámara fotográfica y de video; la fotografía digital no se había masificado ni había evolucionado tanto; los videojuegos no eran tan sofisticados; no existía YouTube ni había blogs, ni proliferaban los reality show.

Ahora el teórico catalán añade estos nuevos fenómenos de "las provincias iconográficas malditas". Dejó intactos los textos originales, "que mantienen así la condición de testimonio de una época", pero agregó apéndices al final de cada capítulo que actualizan la reflexión.

De visita en México para promover esta nueva edición del libro, Gubern habla en entrevista sobre el tema.

-¿Esencialmente en qué consisten los cambios al libro?

-En los recientes 15 años han ocurrido cosas muy relevantes en los campos de la pornografía, del cine snuff, de la imagen religiosa, que consideré importante diagnosticar las patologías de la sociedad contemporánea por medio de la estética periférica al buen gusto burgués. La cultura de la imagen se ha expandido enormemente, vivimos inmersos en las pantallas: del cine, la televisión, la computadora, los teléfonos celulares y los videojuegos. Vivimos en una gran densidad icónica. La crueldad a través de la imagen se ha expandido de manera galopante. Al estudio de la crueldad en el cine quise añadir esa expansión de las periferias de la imagen respetable, de la imagen clásica.

-¿Internet qué aporta en ese contexto?

-El anonimato que permite, por ejemplo, el consumo de pornografía. A mucha gente la da mucha vergüenza entrar a una sex shop porque la pueden ver; y más vergüenza le da acercarse a un mostrador y pedirle a un desconocido algo sobre sus gustos sexuales. ¿Tiene usted un negro y una rubia? En cambio el anonimato permite un consumo más amplio de imágenes. Por cierto, pienso que hay un equívoco cuando se habla tanto de las parafilias, de las perversiones en Internet. Lo que ocurre es que ese anonimato invita al vagabundeo exploratorio. No es que haya más gente a la que le guste la lluvia dorada o la pedofilia, sino que Internet invita a esa exploración anónima, protegida. Pero evidentemente Internet es un ojo de cerradura, donde le ha dado la vuelta al mundo la imagen de la ejecución de Saddam Hussein. De modo que Internet ha demostrado que más que vivir una sociedad del espectáculo, vivimos en la sociedad del voyerismo, favorecida por esos medios.

"El teléfono móvil que graba imágenes es un estímulo para que haya más móviles, porque retroalimenta. En ese sentido la proliferación de imágenes lo que hace es alimentar las causas de las patologías que estamos comentando."

Cotidianidad degradada

-¿En este contexto que representan los reality show?

-Son un híbrido entre seminación y semidocumental que han legitimado algo que a los niños de antes nos habían enseñado que era de mala educación: espiar por el ojo de la cerradura. Y de pronto hay una serie de jóvenes -chicos y chicas- que por dinero, notoriedad o por publicidad, entran a la maquinaria del gran hermano. Y por otra parte la audiencia puede sentarse en una butaca a espiar vidas ajenas sin sentimiento de culpa. Eso demuestra nuevamente que más que la sociedad del espectáculo, vivimos la sociedad del voyerismo. Hace 20 o 30 años admirábamos los tiempos muertos de las películas de Antonioni, veíamos a Jean Moreau paseando por las calles de Milán durante 15 minutos y decíamos ¡qué maravilloso, qué sentido de la Cotidiano! Y, coño, de pronto llegan los reality shows y degradan la poética de lo cotidiano de Antonioni a la banalidad más extrema.

-¿Se está imponiendo una manera degradada de ver?

-Sin duda, porque además hay un problema que es la proliferación de imágenes. Antes la producción de imágenes era una artesanía de especialistas, hoy la democratización, que es un buen valor en principio, ha bajado los estándares de calidad. Vivimos en un mundo de hipertrofia icónica; una iconografía tan densa que unas imágenes tapan a las otras y a veces no vemos lo relevante porque con mucha frecuencia está tapado por lo irrelevante. Y luego está el fenómeno de second life, que quiere decir: 'yo me duplico icónicamente, que no existencialmente, porque mi vida real es tan gris, tan prosaica, que creo una segunda vida más estimulante y que yo controlo'. Este es un fenómeno que nunca había ocurrido.

-¿De esto podría surgir una nueva estética?

-Podría. Hoy en día la cultura está en crisis, pero vivimos el mundo de las subculturas. La del rock duro, del grafiti, del tatuaje y del piercing, la del sado-maso. Hay una rica proliferación de culturas periféricas. La cantidad permite la posibilidad de que surja calidad. No digo que garantice. Cuando Hollywood hacía al año 10 películas, había 10 obras maestras. La cantidad es un factor que facilita la aparición de la calidad. Entonces no hay que desesperar. Pero creo que la cultura como fenómeno central se está interrogando. Se dice que el arte ha muerto, que ya no hay arte. De acuerdo, no hay arte en el sentido museístico de la palabra, pero hay muchas subculturas periféricas. Pienso que tiene interés seguir estos fenómenos porque a veces el arte nuevo ha nacido en la periferia del arte antiguo.

 
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