Usted está aquí: sábado 9 de junio de 2007 Opinión El laberinto de la plusvalía campesina (breve)

Armando Bartra*

El laberinto de la plusvalía campesina (breve)

En su más reciente intervención (La Jornada, 25/05/07), Julio se concentra en el primero de tres puntos polémicos. Sostiene ahí que las "causas de la pobreza/explotación" campesina están en que el precio de sus cosechas incluye sólo los días "efectivamente invertidos", lo que "conlleva un subsidio (...) a la sociedad (...) y (...) constituye una forma de explotación", cuya medida es el costo de los días no laborados debido a la estacionalidad agrícola (365-60 en el caso del maíz). Curiosa teoría según la cual el campesino es más explotado cuanto menos trabaja.

Reitero mis coincidencias: el que en un orden de mercantilización y consumo continuo e intensivo de la fuerza de trabajo se cargue a los campesinos la estacionalidad agropecuaria -que ellos no pueden externar y sí el capital-, pero también de las diferencias y fluctuaciones espaciotemporales de los rendimientos, son injusticias del sistema que deben ser enmendadas compensando los esfuerzos adicionales de quienes laboran en estrecha cooperación con la variopinta, parsimoniosa y voluble naturaleza, sobre todo si lo hacen con buenos modos campesinos: estrategias diversificadas, holistas, sostenibles...

Ratifico también mis discrepancias: no dije que "no hay explotación en el pago de 60 días por una fuerza de trabajo que requiere medios de subsistencia por 365" (ibid.), lo que sostengo que hay explotación campesina aun si el pago por la cosecha coincide con su costo empresarial (medios de producción más jornales efectivos), pues para que no la hubiera debería pagarse su precio (costo más ganancia media); hay explotación cuando los pequeños agricultores, con ingresos generados por su trabajo, pagan crónicamente caros los créditos, los insumos y los medios de vida; hay explotación cuando se ven obligados a contratarse a jornal; y hay explotación de nuestras comunidades campesinas cuando la economía estadunidense se apropia de la fuerza de trabajo juvenil de migrantes rurales que fueron formados y sostenidos por sus familias durante su vida preproductiva. Explotación del trabajo "efectivamente invertido" (¿cuál otro?) que -según los clásicos- tiene su medida en la plusvalía: la diferencia entre la magnitud del valor creado por el trabajo y la del valor contenido en los medios de vida necesarios para reproducirlo.

Explotación multiforme cuya premisa histórica está en que el campesino fue expropiado de los medios necesarios para una reproducción autónoma (se le dejó poca y mala tierra), y cuya consumación económica tiene dos momentos: la producción por cuenta propia que es su base (se crea plusvalor) y una serie de intercambios comerciales estructuralmente inicuos que son su culminación (se transfiere plusvalor). Operaciones que incluyen la venta de fuerza de trabajo por un precio inferior a su costo real, pues en su sostenimiento se emplean bienes y servicios autogenerados de los que el salario repone el costo y no el precio (mecanismo que explica también la explotación del trabajo doméstico, generador de bienes y servicios de los que el "gasto" restituye apenas el costo de reproducción).

A diferencia de los que fluyen entre economías nacionales o entre ramas de la producción, los intercambios desiguales que aquejan a un campesino condenado a "comprar caro y vender barato" son, a la vez, la expresión económica de relaciones de explotación por cuanto no se trata de un empresario más o menos afortunado en el reparto incierto de las ganancias sino un productor directo que al ser esquilmado como comprador y como vendedor es esquilmado como trabajador, es decir: es explotado.

Me resta explicar por qué, en el proceloso escenario de la "libre concurrencia" donde ganas o pierdes, el campesino siempre pierde. No es por su pequeñez, debilidad y pobreza (que si históricamente son premisa, estructuralmente son resultado); esto cuenta, pero la clave de la desventaja no es cualitativa: su talón de Aquiles está en que a diferencia del empresario que compra y vende para lucrar, el campesino lo hace para subsistir, y aunque quisiera retener excedentes para mejorar su producción y calidad de vida, tiene que seguir comprando y vendiendo sin utilidades y con frecuencia sacando menos que el costo, pues a diferencia del fluido y oportunista capital, el labrador lucha por su vida aferrado a los módicos recursos y capacidades que son su patrimonio.

Sólo cambiando el sistema podrá el campesino suprimir la causa de la explotación, pero debe por fuerza organizarse para negociar sus términos, pues de otro modo las fuerzas ciegas y estúpidas del capitalismo acabarían con él, como lo hubieran hecho con el proletariado si no hubiese peleado por jornada y salario. Lucha que ocasionalmente le permitirá mejorar los términos del intercambio reduciendo la compulsión al jornaleo y la migración. Que con esto el maicero pueda trabajar 60 días y cobrar 365 (o cualquier proporción semejante en otros cultivos), con lo que ya no tendría que asalariarse, podría o no ser justo, pero me parece poco realista en un orden que transforma en mercancía toda la capacidad laboral disponible, así sea para tenerla como "ejército de reserva". Más fructífero me parece el combate que hoy están dando los campesinos por precios y jornales dignos, pero también por mejores opciones productivas, no las ferticidas, extenuantes y económicamente riesgosas que impone el monocultivo sino las polifónicas, placenteras y más seguras que propicia la multiactividad.

* Diálogo con Julio Boltvinik

 
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