Usted está aquí: jueves 7 de junio de 2007 Opinión Jazz

Jazz

Antonio Malacara

Francisco Lelo de Larrea

A PESAR DE su corta edad, Francisco Lelo de Larrea es un viejo lobo de bar (de hecho ya se fue y regresó) con una de las más sólidas propuestas postboperas y contemporáneas del jazz local. Hace 30 años que llegó al planeta, hace 13 decidió emigrar de Monterrey y establecerse en el Distrito Federal, hace cinco lo escuchamos por primera vez con una serie de temas de sorprendente madurez y factura (todos chavalillos) y hace apenas un mes todas estas piezas se materializaron en un primer disco del joven maestro: Quinteto (Mula Records, 2007).

ES LA FRESCURA del discurso, la magia del beat, la omnipresencia del swing; es un convidante y compartido catálogo de irreverencias que trasciende las "leyes" del bop mediante incesantes y poderosas variaciones y cambios de perfil y vueltas de tuerca que nomás no dan tregua, ni al oído ni al corazón ni al cerebro, y que te fuerzan a poner una y otra vez el disco para seguir flotando, con obsesión de adolescente, entre las dinámicas del barroco contemporáneo y el virtuosismo del desmadre bien temperado.

TODO COMIENZA CON una acelerada huída, a todo lo que da el hard bop (Vámonos que ya nos vieron), y en ese tenor, el del buen humor y la gentileza, llegan los colores del blues, los giros festivos del rhythm & blues, el aroma de la balada (Tripas de gato, El blues del camello, Pluma de cuervo). El poder para resolver cada uno de los temas en su parte final es tan impresionante como el desarrollo mismo de sus rutas.

Y POR SUPUESTO que estoy emocionado, no faltaba más.

LA ATMOSFERA, EL aire, el oxígeno, son cortesía de los monólogos de Aatón Cruz (contrabajo) y Gabriel Puentes (batería), que sólo Dios sabrá cómo le hacen para fundirse en una plataforma única. Los saxofones alto, tenor y soprano de Fernando Acosta, y el trombón de Rey David Alejandre, son las voces y las melodías que narran una a una, con maestría, las multicolores historias de Pancho.

AUNQUE YA PUESTOS a escoger, nos quedaríamos con Pa' que baile el osito, un lúdico e intrincado ejercicio de imaginería desbordada, escultórica, de rasgos europeizantes, en los que los rítmicos se cruzan y contraponen para engarzarse en un delirio juguetón de enorme belleza. Este disco es, en pocas palabras, una obra de arte.

POR SU VIGENCIA y vigor, pareciera que Francisco Lelo de Larrea compuso este material la semana pasada, aunque en realidad este genial guitarrista empezó con los primeros trazos de esta obra cuando apenas egresaba del Taller de Jazz de la Escuela Superior de Música, que en 2000 pasó a la categoría de licenciatura gracias a la inagotable labor de su fundador: el maestro Francisco Téllez.

DE AHI, DE la Academia de Téllez, han salido varios de los mejores jazzistas de estos tiempos, y Lelo de Larrea es uno de sus mejores ejemplos. Salud.

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