Usted está aquí: miércoles 6 de junio de 2007 Cultura Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

Oralidad

NO ME GUSTA la escritura si desprendida del habla; por eso doy talleres: para escuchar la palabra de los otros, para sentir escuchada mi palabra. Me gusta la voz de la escritura. Detecto la voz hasta en los memoranda. En la nota periodística más escueta, frívola, de relleno, siento la voz de quien escribe; a veces, de quienes escriben -la agencia, el redactor, el corrector, etcétera. Amo la voz, las voces, los sonidos del habla. Sin ésta me sucede que vivo la escritura como un habla disecada.

LA POESIA ES entre lo escrito lo más lejano a un lenguaje disecado. Tal su milagro o maravilla: hacerse oír a siglos o kilómetros de distancia. Las Coplas por la muerte de su padre o cualquiera de las Cartas de aniversario. La poesía es la más viva voz. De su latir nos ocupamos. No sólo en cuanto a la voz, sino más bien en cuanto a la experiencia.

LA EXPERIENCIA poética es nuestro norte. Tenemos fe en que de ella se desprende todo lenguaje; mas si esto no fuese cierto, sabemos o creemos saber, sí, que todo lenguaje artístico de ella procede.

PERO ESTABAMOS en la oralidad. Oralidad es respiración, entonación, cuerpo. Oralidad es cuerpo. Tacto. En nuestro sistema oralidad es, de alguna manera, tacto tocado. Alcanzar al otro, respetando distancias, desde el hálito mismo; hacerse, con el otro, hálito, diálogo, posibilidad de espíritu.

CUERPO DE ESPIRITU es toda poesía, todo poema, hálito revificante, revificador. Poesía que no toca, que no desde el aliento toca, no es poesía. La escritura, al menos en poesía, es el guardián del hálito, del espíritu. ¿Del espíritu humano? Del espíritu, atravesando al hombre, yendo a través del hombre -la persona, el género- hacia los hombres.

LA POESIA SE escribe sólo por una razón -por lo demás, bastante obvia-, para preservar el habla, la voz (de uno, de muchos, de todos). La escritura, en poesía, es más voz que la voz, es -puesto que tan cuidada- prístina oralidad.

HASTA AQUI LO referente a oralidad. Pasamos a otro asunto. Anoche se inauguró, en la Galería Metropolitana (colonia Roma), una exposición del excelente Carlos Pellicer López, quien, generoso como es, imaginó junto a sus cuadros algunos poemas de amigos, entre los que por fortuna me encuentro. A continuación reproduzco una de mis colaboraciones: Verde era la sensación del cielo/ aquella tarde verde/ en que en lo alto de un silencio,/ un silencio tranquilo,/ mi palpitar detuve. A contemplar/ -si contemplar se puede- el aire/ dediqué, oscura, mi mirada./ Un desvaído gris lloviznó a mis espaldas/ y suspenso/ por un punto tocado, quizá/ no obstante/ intangible, descubrí la estatura de los días/ como una foliación/ iluminada. Era un dolor/ y era una dicha, pero más una dicha./ Y era que fui lo que necesitaba/ desde hace tanto tiempo: música de mí/ en la música del tiempo;/ calladas ambas, pero música./ Y excepto por mi gris toda ella -casi- verde.

 
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