Usted está aquí: miércoles 6 de junio de 2007 Cultura Los nuevos dibujos de Frida

Javier Aranda Luna

Los nuevos dibujos de Frida

Ampliar la imagen Desnudo de Ady Weber (mi prima), 1930, lápiz sobre papel Desnudo de Ady Weber (mi prima), 1930, lápiz sobre papel

Ampliar la imagen Frida y el aborto, litografía realizada por Kahlo en 1932. Ambas obras forman parte del acervo del Museo Dolores Olmedo Patiño, ubicado en La Noria, Xochimilco Frida y el aborto, litografía realizada por Kahlo en 1932. Ambas obras forman parte del acervo del Museo Dolores Olmedo Patiño, ubicado en La Noria, Xochimilco

Quizá lo más importante en el centenario de Frida Kahlo sea el descubrimiento de más de cien dibujos desconocidos de la pintora que se encontraron en su Casa Azul, de Coyoacán, al lado de otros tantos de Diego Rivera y de los que tampoco se tenía noticia. De ese material se dará cuenta en breve y no será sino la culminación de más de tres años de trabajo emprendido por el Comité Técnico del Fideicomiso Museos Diego Rivera y Frida Kahlo, la Asociación para el Desarrollo de Archivos y Bibliotecas y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Un verdadero tesoro del que se dará cuenta en los próximos días con más detalle.

Dudo que ese material cambie la percepción que tenemos de la pintora pero, estoy seguro, nos permitirá mirarla con mayor precisión: enfocarla mejor, añadir más hilos a su trama, otros matices al color de sus días.

No es un pecado imaginar que los trazos de esos dibujos sean la continuación de las líneas de su correspondencia, rescatada por Hayden Herrera a principios de los años 80 y, de manera más completa, en 1999, por Raquel Tibol, la especialista que mejor conoce su obra.

Y me atrevo a imaginar lo anterior porque Frida no sabía distinguir entre pintura, escritura y vida. Para ella esas tres expresiones fueron parte de lo mismo: extensiones y, al mismo tiempo, esencia de su vida emocional. No es casual su afición al autorretrato, que lo mismo aparece con grandes trazos llenos de energía en sus cartas y en sus cuadros de gran formato, que en esas miniaturas intensas atravesadas por sus estados de ánimo y sus sensaciones. Multiplicar su rostro era, según una carta fechada en octubre de 1939, un acto de sinceridad absoluta, expresión ''real" de ''lo que sentía de mí y ante mí".

Ajena a cualquier escuela o influencia, dice en esa misma carta dirigida a Carlos Chávez, ''no esperé de mi trabajo más que la satisfacción que pudo darme el hecho mismo de pintar y decir lo que no podía en otra forma".

Si la idea era tomarle el pulso a sus emociones, qué mejor manera que hacerlo frente a un espejo donde lo mismo se mira flechada como un venado, cosida por alfileres o rota o acompañada por un simio o impávida con el corazón desnudo. Durante una década, la primera de su oficio, sólo buscó ''eliminar" de su obra ''todo aquello que no proviniera de los móviles líricos internos que me impulsaban a pintar".

Fieles a la leyenda de Frida, los dibujos recién descubiertos permanecieron perdidos en un cuarto que la pintora ordenó clausurar antes de morir. Allí encerró, además de los dibujos, vestidos y algunos objetos personales, como la botita roja con un cascabel de la que nos ha hablado Elena Poniatowska y que la propia pintora evoca cuando habla de su pata de palo.

¿Por qué los confinó al olvido? Probablemente por la misma razón que confinó buena parte de sus vestidos al encierro: más que para ocultarlos a la mirada de los otros, para ocultarlos a sus propios ojos.

Algo debe tener la pintura de Frida Kahlo que ha sobrevivido, y de muy buena forma, a su biografía. A estas alturas nadie duda que ella sea uno de los mayores iconos laicos del pasado siglo XX. Tampoco que su pintura sea seña de identidad estética de nuestro tiempo. Con Frida ocurre lo que sucede con cualquier gran artista: su vida multiplica los signos de su obra y ésta fija esos instantes que atribuimos a una biografía pero que, en realidad, son percepciones de las emociones de todos y de cada uno de nosotros. Cada detalle alimenta al mito. Cada interpretación del mito, por más endeble que sea, dispara la imaginación del espectador frente a sus cuadros.

La novedad de las artes plásticas de nuestros días son, sin duda, esos dibujos trazados hace más de medio siglo por Frieda, Frida Pata de Palo, Friducha, Fridushka Freiducha, Tu Niña Chicuititita, La Chicha, Friedita, F, La Poderosa, Friduchin, La Malinche, La Malhora, Fisita, Mara, Tu Venadito, Frida Kahlo, que escondió la artista en la Casa Azul de Coyoacán, donde 50 jóvenes mujeres la homenajearon pintándose una sola ceja, haciéndose trenzas y desnudándose frente a la lente de Spencer Tunick. Las asociaciones civiles y la UNAM siguen animando, para fortuna de todos, la mesa de la cultura.

 
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