Usted está aquí: sábado 2 de junio de 2007 Espectáculos Conclusiones de Cannes 2007

Leonardo García Tsao

Conclusiones de Cannes 2007

Ampliar la imagen Concentrado en la figura de la Palma de Oro, el director rumano Cristian Mungiu, quien logró el premio con su cinta 4 luni 3 septimani si 2 zile Concentrado en la figura de la Palma de Oro, el director rumano Cristian Mungiu, quien logró el premio con su cinta 4 luni 3 septimani si 2 zile Foto: Reuters

Al final del reciente festival de Cannes, todos -desde el presidente del jurado, Stephen Frears, hasta la crítica internacional- coincidieron en que se trató de una de sus ediciones más satisfactorias. La reunión de nombres prestigiosos en la competencia sí rindió un alto nivel de calidad, aún cuando no todos cumplieron las expectativas.

También notoria fue la división entre lo que podría llamarse cine de arte -una entidad cuya difusión se ha vuelto cada vez más circunscrita a los festivales y circuitos especializados- y el de entretenimiento masivo. Cannes vivió esa contradicción premiando al primero y cediéndole sus espacios más masivos al segundo. Sin duda, el jurado tuvo la consigna de favorecer al cine que, en circunstancias normales, no alcanza a los grandes públicos. La película rumana, 4 luni 3 septimani si 2 zile, de Cristian Mungiu, ganadora de la Palma de Oro, seguramente será comprada para la mayoría de los mercados a partir de su éxito en el festival.

En cambio, el cine hollywoodense que, por tradición, se lleva algún premio importante en cualquier certamen (dominio comercial obliga), fue ignorado a pesar de presentar dos títulos muy meritorios, No Country for Old Men, de los hermanos Coen, y Zodíaco, de David Fincher. Tal vez el jurado se vio injusto en términos estéticos, pero muy sensato en cuanto a fines estratégicos. Cualquiera de esas películas goza de entrada de una capacidad de promoción y exhibición impensable para quienes estén fuera de ese negocio (de hecho, el enigmático thriller de Fincher se estrena hoy en México con la publicidad masiva de costumbre). Un reconocimiento en Cannes acrecienta las posibilidades de una película, aún cuando se trate de instancias no fáciles de comercializar como la rusa Izgnanie, de Andrei Zviaguintzev, la japonesa Mogari no mori, de Naomi Kawase, o incluso la mexicana Stellet Licht, de Carlos Reygadas.

Por cierto, el cine mexicano -junto con el rumano- podría presumir de un rendimiento total. Ambos concursaron con dos títulos en la sección oficial, obteniendo sendos premios -además de Stellet Licht, premio del jurado, como es sabido, el corto Ver llover de Elisa Miller se llevó la Palma de Oro; la rumana California Dreamin', de Cristian Nemescu, obtuvo el premio Una Cierta Mirada. En tanto que cinematografías tan establecidas como la británica o la italiana, por ejemplo, no consiguieron ni siquiera ser representadas en la competencia. Lo cual no quiere decir, desde luego, que nuestro cine -o el rumano- se haya vuelto una potencia mundial. Los festivales también dependen del azar, la coincidencia y la oportunidad. Por ejemplo, la producción anual del cine italiano es, por lo general, del doble que en México, pero parece contar ahora con un inferior promedio de bateo.

Otro detalle interesante de la 60 edición fue el que, aparte de la ganadora -también premiada por la prensa internacional, para mayor prueba del consenso-, las preferencias estaban divididas entre la crítica. De manera informal, Cannes siempre da pie a incontables mesas de debate en los pasillos del Palais, donde los colegas de diversas partes del mundo expresan sus encontrados puntos de vista. Ese intercambio suele revelar que las diferencias culturales entre la crítica europea y la americana son más profundas que el océano Atlántico.

Así, se dieron casos de valoración totalmente polarizada. El convencionalísimo thriller hollywoodense We Own the Night, de James Gray, causó consternación entre los estadunidenses sobre todo cuando comprobaron que algunos colegas franceses, de medios respetables, la consideraron una obra maestra. Igualmente, el musical Les chansons d'amour, de Christophe Honoré, le provocó cólicos a varios extranjeros, mientras los locales la defendieron como un genuino legado de la obra de Jacques Demy.

Lo cierto e indudable es que el cine mexicano volvió a sobresalir en Cannes. El efecto sólo puede ser positivo.

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