Leonardo García Tsao

El día de las madres en Cannes

Sendas figuras maternas fueron las protagonistas de las dos películas en competencia de hoy. La primera se debió al ruso Alexander Sokurov. Alexandra es el nombre de la gentil anciana que va a visitar su nieto, un oficial acuartelado en Chechenia. La puesta en escena del realizador es, por una vez, convencional en lo que sigue a su personaje epónimo visitando las barracas, haciendo amistad con mujeres chechenias y, al final, escenificando una tierna despedida con el nieto, digna más bien de enamorados que de familiares.

Las fijaciones edípicas no son nuevas en Sokurov. Ya antes había construido una elegía materna en Madre e hijo (1997), de mucho mayores alcances estéticos. El cineasta tampoco repite su morosa y sombría resolución formal de sus interesantes meditaciones sobre el poder y opta por una descripción cotidiana de la vida militar, al margen del combate, en tonos de sepia deslavado. Igual, muchos espectadores se mostraron conmovidos por esta nueva encarnación de la Madre Rusia y le brindaron uno de los aplausos más sonoros de la función matutina de la competencia.

(Por cierto, Sokurov canceló su visita al festival, aduciendo un mal estado de salud. A cambio, se reforzó la participación rusa con otro título añadido a última hora, el documental Bunt - Delo Litvinenko, de Andrei Nekrasov y Olga Konskaya, sobre el caso reciente del periodista envenenado en Londres.)

Bastante más original que Alexandra fue Miryang (Brillo del sol secreto), cuarto largometraje del coreano Lee Chang-dong. La película inicia como una comedia romántica tipo Alicia ya no vive aquí: una viuda se muda a la ciudad epónima con su pequeño hijo para recomenzar de nuevo; desde su llegada conoce a un simplón mecánico que se enamora de ella. Sin embargo, el niño es secuestrado y muerto. Ese es la primera de varias rupturas de tono con las que Lee lleva su relato por caminos imprevistos, sorprendiendo al espectador con su ágil equilibrio entre el drama y la comedia. (El chistoso personaje del mecánico sirve de contrapunto emocional en los momentos más tensos).

Evocadora de las últimas películas del gran Shohei Imamura, Miryang adopta una estrategia que subvierte las convenciones genéricas. Sobre todo cuando la protagonista se rebela ante Dios y se vuelve una especie de figura vengadora, rumbo a una crisis nerviosa. Emotiva, excéntrica y graciosa a la vez, Miryang ha sido una de las escasas sorpresas de este festival. Vamos a ver si el jurado es susceptible de apreciar sus sutiles virtudes. (El presidente del mismo, el británico Stephen Frears, dijo estar interesado sobre todo en dramas con sentido del humor. Si es así, esta concursante coreana sería su mero mole).

En la sección Una Cierta Mirada pudo apreciarse Du levande (Ustedes los vivos), la nueva realización del sueco Roy Andersson, autor de la inclasificable Canciones del segundo piso (2000). Como ésta, la película es una serie de viñetas tragicómicas sólo que con un enfoque más cotidiano, sin las intenciones simbólicas y blasfemas de la anterior. El diseño formal es el mismo, las escenas transcurren en un solo plano, bajo una lente de gran angular que aporta una infinita profundidad de foco. Hay viñetas hilarantes -un trabajador es condenado a la silla eléctrica, por romper una vajilla de colección con el viejo truco del mantel jalado- y otras más melancólicas -una chica sueña casarse con un popular rockero-, pero todas hablan de una insatisfacción existencial, teñida de soledad. A saber por qué no figuró en competencia, cuando es bastante superior a otras películas que sí lo están (la israelí Tehilim, la de animación Persépolis, por ejemplo). A cada quien sus criterios de selección.

Hoy se llevó a cabo también el estreno mundial de Ocean's Thirteen, con la presencia anunciada de George Clooney, Al Pacino, Brad Pitt et al. Pero ustedes, lectores serios y comprometidos de La Jornada, no quieren saber de esas frivolidades ¿verdad?

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