Usted está aquí: miércoles 23 de mayo de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

De casualidades y causalidades

Hallazgos en materia de narcoviolencia

Al margen, entidades gobernadas por AN

Hace no mucho tiempo, todavía en las campañas políticas que concluyeron con el fraude, desde el panismo se alzaba constante la voz que acusaba a la ciudad de México y sus gobernantes de tener la metrópoli más insegura del país.

Seis meses después de consumado el fraude, el norte del país, principalmente, arde entre el poderío del fuego del crimen organizado y la respuesta del ejército, que abandonó sus cuarteles para dar esa batalla, que se vaticina larga, y no se tiene idea de cuándo podrán volver a ellos.

Algunos especialista en la materia, que ya van preparando informes extraordinarios sobre el asunto, aseguran que se han encontrado datos muy importantes sobre el asunto. Por ejemplo, la ubicación de la mayor actividad criminal que se centra en entidades con gobiernos perredistas y priístas.

Tal vez sea sólo la casualidad, pero la escalada de violencia parece haber comenzado en Michoacán y Guerrero, gobernados ambos por el PRD, y poco después en las entidades con gobiernos del PRI. Los primeros operativos se dieron el 11 de diciembre pasado en Michoacán, y el 15 de enero en Guerrero. Ese mismo día se entró en Sinaloa; el 18 de febrero fue en Nuevo León y Tamaulipas, y el 11 de mayo en Veracruz.

No se ha encontrado en la geografía del crimen que alguna entidad gobernada por el PAN haya sido tomada por las Fuerzas Armadas, pese a que el gobierno de Aguascalientes, por ejemplo, ha pedido ayuda militar.

Tal vez sea casualidad, pero entidades tan agobiadas por ese mal, como Jalisco, parecen no tener reportes de ese tipo de violencia, y las que podrían haberse dado parecen marginales. Desde luego nadie ha pensado en meter al Ejército en aquel estado.

No obstante, las cifras hablan de otras cosas. En Jalisco han muerto, a manos de sicarios, cuando menos 11 personas; en Baja California Norte suman 20 los muertos por la narcoviolencia; en Morelos la cuenta da por ciertos 23 crímenes de ese tipo; en Querétaro son sólo dos los reportes que hablan de ejecuciones, aunque en Aguascalientes la cifra es de 10 y en Guanajuato 26.

Lo cierto es que los intentos por meter en el DF a los soldados es constante, aunque habría que decir, no en descargo pero sí para tener muy claro el asunto, que la mayoría de los ejecutados hallados han muerto, según dice la propia Secretaría de Seguridad Pública capitalina, en otras entidades.

El problema es que el combate a los narcotraficantes se ha convertido en una verdadera guerra, pero lo curioso es que los enervantes siguen circulando. Las medidas en contra de la matazón, como se ha visto, son espectaculares y para algunos hasta efectivas, pero la droga sigue inundando el mercado.

Parece entonces que en los lugares donde se intensifican las labores para impedir la distribución de los enervantes, la reacción del crimen organizado se vuelve cada vez más violenta, según cuentan algunos especialistas, pero hay otros que aseguran que son las extradiciones las que dieron el motivo para desatar la violencia.

Por lo pronto, no existe una tesis confirmada de qué es lo que ha provocado esta escalada de violencia, que algunos conteos llevan hasta los mil muertos, en los primeros seis meses del gobierno calderonista, pero a cada paso de las investigaciones se levantan y se tiran hipótesis, y hasta el momento nadie tiene nada seguro.

Habrá que estar pendientes de lo que pasará en los próximos meses, y qué cauces tomará esta guerra, por lo pronto, en la ciudad de México ya se han empezado a tomar medidas para impedir, hasta donde se pueda, que más cadáveres sean tirados en las vialidades del DF, y que las propiedades de los delincuentes continúen en sus manos.

Sólo por recordar: alguna vez, en una entrevista, Jesús Reyes Heroles, quien fue secretario de Gobernación, nos dijo que siempre que se buscara llevar al Ejército a la calles había que pensar que "las bayonetas también se mellan". Tenía razón.

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