Usted está aquí: viernes 18 de mayo de 2007 Deportes Entre coches y claxonazos opera el gimnasio Díaz Mirón

El aire libre motiva para ejercitarse, señaló Sergio González

Entre coches y claxonazos opera el gimnasio Díaz Mirón

Macías Luna rescató el espacio que se había convertido en basurero

PAULA MONACO FELIPE

Ampliar la imagen Desde las cinco de la mañana se inician los entrenamientos al aire libre en la avenida Eduardo Molina Desde las cinco de la mañana se inician los entrenamientos al aire libre en la avenida Eduardo Molina Foto: Marco Peláez

"Dicen que este no es un gimnasio de salón sino de camellón", breomeó Sergio González, uno de los responsables del Díaz Mirón, que desde hace 15 años funciona al aire libre en el deportivo Luiggy, un espacio autónomo en medio de la transitada avenida Eduardo Molina.

Entre coches y claxonazos, unas 270 personas entrenan desde las cinco de la mañana a las seis de la tarde. La intemperie no es una desventaja, asegura González, y desmiente la idea del ambiente deportivo habitual, entre paredes.

-¿Has ido a un gimnasio cerrado? ¿cómo huele? -dice y genera risas en los presentes.

-El aire libre motiva para ejercitarse y es padre porque todos los muchachos trabajan libremente, además tienen una pista para correr -agrega.

Al parecer es la receta efectiva porque allí se formaron al menos tres campeones mundiales del Consejo Mundial de Boxeo (CMB): Edgar Sosa (minimosca), Ana María Torres (supermosca) y Johnny González (gallo), su sobrino.

El gimnasio Díaz Mirón funciona con aportes individuales y gracias al trabajo de "puros hermanos", porque involucra a gran parte de la familia González: Miguel Angel, el Ratón (manager), Sergio, Manuel, Johnny y un grupo de hijos y sobrinos de diversas edades.

Entre ellos está la pequeña Jacqueline, de 10 años, quien lleva siete meses preparándose para ser profesional y parecerse a su primo Johnny o a la campeona Ana María.

"Me gusta entrenar para después ser alguien mayor", dice mientras brinca y le pega a una pera. "Los golpes no me dan miedo porque digo que es algo de práctica", asegura la menor antes de salir a correr y hacer abdominales para cumplir con su rutina.

El deportivo, que hace décadas dependía de la delegación Gustavo A. Madero, fue abandonado y se convirtió en un basurero hasta junio de 1983, cuando llamó la atención de José Luis Macías Luna, Luiggy, un hombre que intentaba encarrilar su vida por medio del deporte.

"Cuando vi el terreno dije voy a hacer una pista donde pueda entrenar todo mundo, no se le va a cobrar a nadie", relata el maratonista, quien a diario sufría los abusos de poder de algunos policías que le impedían entrenar en un deportivo de la zona.

Así trazó la pista de atletismo y rehabilitó el gimnasio al aire libre, además de una cancha de basquetbol y otra de futbol rápido, donde hoy cientos de personas practican esos deportes además de aerobics, boxeo y hasta ensayan unas tamboras.

"Nunca pedí permiso a nadie porque creo que para hacer un bien no se necesita", advierte Luiggy, quien relata que su empeño en el deportivo le valió dos entradas a la cárcel: la primera por jugar con los niños en una toma de agua, la otra por construir un paso peatonal.

Los vecinos salieron en su defensa y consiguieron liberarlo porque reconocen su labor para mantener el lugar, que no recibe más que alguna pasadita de la delegación cada seis meses.

"Es que Luiggy es una persona humanitaria y deportista, lo ves diario barriendo y pintando ladrillitos", reconoce González, porque Macías Luna, se ocupa del mantenimiento sin sueldo alguno.

Asegura que ver a la gente corriendo es su único premio mientras batalla contra las instituciones deportivas nacionales por un apoyo que le permita mantener su marca, ya que tiene el segundo lugar mundial en constancia y resistencia, con 18 años ininterrumpidos de correr 12 kilómetros diarios.

 
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