Usted está aquí: miércoles 16 de mayo de 2007 Economía Historias reales de política macro

Alejandro Nadal

Historias reales de política macro

Los responsables de la política macroeconómica envían señales contradictorias a diestra y siniestra desde hace meses. Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México (BdM), se ha especializado en lanzar críticas severas a la presencia de monopolios en México, argumentando que frenan el crecimiento. Nadie sabe si el blanco de estas críticas son las corporaciones en la industria agroalimentaria, el monopolio de la telefonía, o si simplemente son fórmulas retóricas para promover la privatización en el sector energético.

Las ambigüedades en las declaraciones de Ortiz permiten varias interpretaciones. Argumentar que los monopolios son un obstáculo al crecimiento indica que el gobernador del BdM piensa que la competencia es el motor del crecimiento y el bienestar. Esa creencia refleja una débil formación en teoría económica, pero eso es lo de menos. Lo que importa es que la autoridad máxima de la política monetaria parece ignorar que el freno más importante para el crecimiento económico se encuentra en su propia casa.

La postura restrictiva en la política monetaria ha sido un rasgo esencial del modelo económico neoliberal, buscando siempre un compromiso ciego con la estabilidad de precios. El BdM dio una muestra el 27 de abril pasado cuando aumentó la tasa de fondeo bancario de 7 por ciento a 7.25 por ciento, explicando que se trataba de una medida preventiva (aunque los datos sobre inflación para el mes de abril indicaron una evolución negativa de -0.21 por ciento en el índice de precios al consumidor). Independientemente del efecto sobre las expectativas inflacionarias, por el momento podemos esperar un incremento en toda la gama de tasas de interés.

En la Secretaría de Hacienda, Agustín Carstens fue rápido al criticar al banco central; según dijo el BdM se adelantó en este endurecimiento de la política monetaria. Sin embargo, sería más exacto hablar de un retraso, pues en el primer trimestre de este año las presiones inflacionarias fueron más intensas, en buena medida por el aumento en el precio de la tortilla. Los datos de los primeros meses de 2007 fueron una señal clara de que la meta para la inflación de 3 por ciento para 2007 no se podría alcanzar, pero el Banco prefirió esperar.

Atrasada o adelantada, lo cierto es que el freno derivado de la restricción monetaria ha conducido a un ajuste a la baja en las expectativas de crecimiento para México. Claro, parte del ajuste se debe a las vicisitudes de la economía estadunidense. Pero hoy, el titular de la SHCP y el propio Felipe Calderón anuncian que la economía mexicana seguirá adelante porque la demanda interna es más importante. Es irónico que reconozcan que el sector exportador nunca ha sido un motor de crecimiento para México (el aumento en las exportaciones del sector maquilador nunca se ha traducido en altas tasas de crecimiento del PIB). Pero ufanarse de que la demanda interna es más importante y al mismo tiempo mantener salarios de hambre es un absurdo. Calderón y su gabinete ahora parecen apostarle a que con el tiempo nos acostumbraremos a pensar que tasas de crecimiento de 3 por ciento son aceptables y hasta un logro para México.

Por otro lado, las declaraciones que comienzan a filtrarse de la SHCP sobre la reforma hacendaria, que será planteada en unas cuantas semanas, indican que todas las opciones se mantienen abiertas. No se rechaza la posibilidad de extender el IVA a alimentos y medicinas, pero también se considera gravar ganancias en la bolsa de valores. La SHCP también parece estar pensando en incrementar impuestos a estratos de altos ingresos, pero seguro prefiere capturar a los 7 millones de asalariados pobres que perciben menos de cuatro salarios mínimos.

Para Hacienda todos los medios son válidos para incrementar la recaudación, pero ¿para qué quieren los gobiernos neoliberales recaudar más? ¿Es que van a invertir en salud, educación, vivienda, infraestructura, sector agropecuario, medio ambiente, ciencia y tecnología? Es posible que con una mayor recaudación el gasto en estos rubros aumente un poco, pero esas migajas no serán suficientes para hacer frente al rezago de décadas.

Lo más probable es que los recursos adicionales sean destinados al pago de los requerimientos financieros del sector público (RFSP), donde encontramos a los viejos conocidos: Pidiregas e IPAB-Fobaproa. Estas son las cuentas: este año el costo financiero de la deuda del sector público alcanzará un nivel equivalente a 2.7 por ciento del PIB; el superávit primario generado por la austeridad en el gasto público también será de 2.7 por ciento del PIB. Pero el superávit primario no alcanza a cubrir todas las cargas financieras. Si se consideran los RFSP, el déficit fiscal total equivale a 1.6 por ciento del PIB, pero el mismo gobierno proyecta que para el 2012 ese monto ascienda a 4.9 por ciento. Todo esto revela de manera definitiva que la reforma hacendaria estará orientada a recaudar más, pero no para invertir en el desarrollo, sino para congraciarse con el sector financiero.

En estos años, y con el auxilio del BdM y la SHCP, la política macroeconómica seguirá teniendo las mismas prioridades: crecer poco y pagar RFSP. Con esas metas la economía mexicana seguirá caminando despacio y sin rumbo.

 
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