Usted está aquí: martes 15 de mayo de 2007 Opinión Cuba y el terrorismo

Marco Rascón

Cuba y el terrorismo

La revolución cubana es el acontecimiento ideológico, político e histórico más importante del último siglo para América Latina.

Cada etapa de su desarrollo ha sido un referente que ha visto pasar a todo el continente y los cambios del planeta, a veces sola, otras desde su posición irreductible, donde tan grande es haber sostenido el espíritu de los jóvenes del Moncada y la sierra Maestra, hasta la construcción con errores y aciertos, con crítica y autocrítica de una sociedad que se ha conducido a lo largo de 48 años como una obra humana positiva.

Decía Mirabeau que "es más fácil provocar revoluciones que detenerlas, que la dificultad no es hacerlas avanzar, sino contenerlas", y 40 años despúes Casimir-Périer, durante la revuelta de julio de 1830 en Francia, señalaba "que la dificultad no estriba en hacer salir al pueblo a la calle, sino hacerlo entrar nuevamente en sus casas". Verginaud exclamó ante muchas de las consecuencias y comportamientos en las revueltas que viera que "la revolución es como Saturno: devora a sus propios hijos".

En el caso de la revolución cubana, Saturno demostró un apetito que no condujo a las restauraciones ni a la negación de sus principios. Desde el exterior y a lo largo de casi medio siglo, se ha pretendido eliminar a los conductores de la revolución en Cuba y amedrentar, mediante el terrorismo, a todo el pueblo cubano, como sucedió cuando en 1976 estalló en el aire el avión de Cubana que volaba sobre Barbados después de que explotó la bomba que ordenó colocar la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a su agente Luis Posada Carriles.

En su genialidad como estratega, independentista y transformador, Fidel Castro no es un personaje solitario, sino parte de una amplia generación de intelectuales que no sucumbieron a la demagogia ni al pragmatismo ni al poder; se hicieron valer, tanto ellos como al proceso, en todos los foros del mundo porque supieron no frenar, sino conducir esa revolución y demostrar que la independencia era posible y que el Destino Manifiesto no era la única alternativa.

Esta referencia tiene enorme peso para los mexicanos, pues hoy Cuba ha puesto de nuevo en jaque la falta de moral y la ilegalidad de la justicia estadunidense al denunciar que la jueza de El Paso, Texas, Kathleen Cardone, concedió la libertad al terrorista en un acto de manipulación de la justicia desde la Casa Blanca, donde la negativa para enjuiciar a Posada Carriles de terrorismo es absoluta.

El gobierno estadunidense ha vulnerado de manera aviesa no sólo la
resolución 1373 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, emitida en 2001 y que él mismo promovió, sino también los tratados sobre terrorismo de que es parte, muy particularmente del Convenio Internacional para la Represión de los Atentados Terroristas Cometidos con Bombas, que entrara en vigor el 23 de mayo de 2001, y el Convenio para la Represión de Actos Ilícitos contra la Seguridad de la Aviación Civil, vigente a partir del 26 de enero de 1973.

Estados Unidos impide la extradición de Posada Carriles a Venezuela, donde es requerido, mientras mantiene encarcelados a cinco cubanos que cumplían una misión contra el terrorismo contra Cuba y la misma sociedad estadunidense, amenazados por las mafias de Miami.

Hoy las protestas en la isla ante la liberación de Posada Carriles y por la prisión injusta de los cinco tiene que ver con todo el debate latinoamericano y sus perspectivas. Ante esto, se destaca el silencio de la mayoría de los integrantes de la izquierda mexicana, que mantienen ominoso silencio frente estos hechos, cuando en Guantánamo se ubica una de las prisiones ilegales de Estados Unidos en la que se practica la tortura y se encuentran detenidos decenas de personas sin juicio ni proceso, bajo lo que establece la Ley Patriótica de George Bush, quien a su vez no la aplica en el caso de Posada Carriles, responsable de la muerte de 76 cubanos.

El silencio de la izquierda mexicana frente a todo lo que sea Latinoamérica, y Cuba en particular, no pareciera ser un hecho aislado, sino producto de una profunda claudicación ideológica y de identidad, pues este silencio es parte de una aceptación tácita de que México es parte de América del Norte, lo que ha conducido a una visión pro yanqui.

La vitalidad de la revolución cubana y los recientes documentos que ha escrito Fidel, quien sigue aportando al debate sobre temas de la ecología, la alimentación y la energía, como parte de una discusión no sólo científica y tecnológica, sino profundamente humanista, han sido desestimados por la izquierda mexicana, imbuida como está en el pragmatismo y una supuesta lucha radical que sacó a la gente a la calle, pero que la ha hecho regresar rápidamente y con gran confusión, tirando 15 millones de voluntades ciudadanas al cesto de la inactividad y la negación de perspectivas.

Somos parte de Latinoamérica y lo que le suceda a Cuba es también nuestro destino.

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