Usted está aquí: lunes 14 de mayo de 2007 Espectáculos Enanitos Verdes provocó coros a los cuatro vientos en Música por la Tierra

Los más diversos ritmos reunieron a unas 2 mil personas en una playa de Huatulco

Enanitos Verdes provocó coros a los cuatro vientos en Música por la Tierra

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ampliar la imagen El público animado cantó y bailó en la playa Tangolunda, donde el festival llegó a su fin la madrugada de ayer El público animado cantó y bailó en la playa Tangolunda, donde el festival llegó a su fin la madrugada de ayer Foto: Jesús Hiram Moreno

Huatulco, Oaxaca, 13 de mayo. A las 3:10 horas del ya domingo finalizó el 13 Festival Música por la Tierra, ante unas 2 mil pesonas reunidas en la playa Tangolunda, que en el segundo concierto fue imantada por la música más diversa, desde un grupero-roquero, la balada, el ska y rock pesado, hasta reggae y rumbatón. Todo en paz y con sentido ecológico.

Tres horas antes del concierto, en el Parque Nacional fueron liberadas 40 iguanas verdes, como parte de las actividades de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) de la entidad. Hasta un punto de esa reserva llegaron El Cha de Moderato, Chetes, Los Enanitos Verdes, Fernando de la Mora, Huecco, las infaltables chicas Corona, niños y niñas, personal que se encarga de cuidar a las crías de diversas especies amenazadas o en peligro de extinción.

Furland un poco grupero

Furland abrió el concierto a las nueve de la noche. "¡Ahí les va nuestro éxito!", dijo el vocalista. Eso causó risa. Acabado de cantar su hit, siguieron otras no hit, algo así como un out, en términos beisboleros. Hasta se reventó un country. Como en todas sus presentaciones lleva una pelota cubierta con una especie de pasto. Es por sus ideas ecologistas. La primera rola se escuchó muy gruperona, que no lo es, pero sonó a algo parecido a varias famosas de Los Temerarios.

Bonsur, de Argentina, hizo su debut en México. Son roquerones y le echan muchas ganas. Aquí hay grupos muy parecidos, pero esperan colarse en el gusto del público. Mejoraron mucho el ambiente, que Furland no pudo calentar. "Ustedes tienen muchos cojones para no dejar que les pierdan su naturaleza: en nuestro país una compañía papelera finlandesa está contaminando nuestros ríos. Padecemos la misma lacra, la misma injusticia. Les decimos no, porque a veces estamos hasta la madre de la gente que votamos. ¡Y queremos decirles: basta de bla bla. Acá está el pueblo presente", afirmaron.

El madrileño Huecco sí que prendió la mecha y por momentos incitó al slam, con su rumbatón macizo. Es llamado el latino español, lo cual no lo toma a mal, sino como el reconocimiento a lo que ha buscado sonar durante años, desde que era de Sugarless. Sus trenzas rastas volaban de un lado a otro. Invitó a brincar. Cantó Rayos, que denuncia la destrucción del hábitat.

Tras una larga espera por el cambio de instrumentos y la ecualización del sonido, entraron Los Bunkers, de Chile, jóvenes que crecieron en medio de la dictadura militar pinochetista, con horarios impuestos para circular y tener que estar metido en la casa. Su rock no es suave porque no puede serlo. Pero se armonizan y suenan bien. Ahora darán varios conciertos por la República. Se presentaron antes en el Vive Latino, festival en el que no les fue tan mal. Tienen una actitud que no es de poses. Les sale natural, y sin ser la virtud andando, son muy honestos con su trabajo.

Los regios de Jumbo, quienes están en la recta final de la producción del que será su nuevo disco, según informaron a La Jornada, tocaron su rock influido por el de todos los tiempos, pero básicamente por el que hacen los ingleses, como Los Beatles. Interpretaron sus rolas como Pequeño rockstar, que a muchos se les hizo híper fresísima.

Cerraron Los Enanitos Verdes. A través de sus lentes gruesos, Marciano y compañía provocaron coros a los cuatro vientos. Ellos fueron el imán en la taquilla. Se reventaron más de una hora y la gente pedía más. Y cómo no, si Lamento boliviano, esa de "¡y yo estoy aquí, borracho y loco!", y Tu cárcel, del Buki, causaba estragos entre pecho y espalda.

Ya eran las tres de la madrugada, casi cantaba el gallo y esa tocada apenas terminaba. Miles de latas de cerveza fueron levantadas ipso facto. Las botellas de las miles de caguamas vendidas y consumidas al clima del calor nocturno fueron acomodadas en sus cajas. Todos se fueron raudos a sus casas o a La Papaya, a seguirla.

 
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