Usted está aquí: lunes 14 de mayo de 2007 Deportes Los toros de La Joya por encima de los toreros; se enseñorearon del redondel

El Glison cumplió su promesa: salió en camilla luego de ser cornado por su primero

Los toros de La Joya por encima de los toreros; se enseñorearon del redondel

Estupendos pares de Cristian Sánchez y Jorge Kingston, que fueron sacados al tercio

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen Momento en el que Carbonero corneó a El Glison en la Plaza México Momento en el que Carbonero corneó a El Glison en la Plaza México Foto: Notimex

Una lástima que frente a encierros como el del hierro poblano de La Joya, mal lidiado ayer en la cuarta corrida de la feria torista en la Plaza México, el público nunca pueda ver a los toreros que figuran, sean nacionales o extranjeros. Con ejemplares así, se valoraría en su justa dimensión la verdadera estatura técnica y artística de los famosos... comodinos.

Fueron seis toros muy bien presentados, a excepción del que abrió plaza y del tercero, bizco del pitón izquierdo, con edad, trapío, cornamentas desarrolladas y armoniosos de hechuras.

Pero una cosa es el fenotipo o presencia física de cada animal y otra el genotipo o factores determinantes de su comportamiento en la plaza. Por su bravura, fuerza y calidad destacó el corrido en segundo lugar, Carbonero, con 488 kilos, cómodo de cuerna, bien cortado, hondo y alto de agujas, que incluso saltó al callejón, lastimando al fotógrafo del periódico El Sol de México, Mario Jasso y, ya encarrerado, le pegó una cornada -la número 36- a Jorge de Jesús El Glison en la cara externa del muslo derecho, con un orificio grande de entrada.

El resto del encierro, soso en general, trajo a mal traer al venezolano Leonardo Rivera, que en ningún momento justificó su inclusión en el cartel, y al atizapense Miguel Ortas, Miguelete, quien con capa y muleta logró los momentos más toreros de la tarde, no sin llevarse fuerte golpe en la pelvis ocasionado por su segundo, un deslucido paliabierto de nombre Jaranero, con 492 kilos.

En México los empresarios taurinos hace muchos años que ignoran las preferencias del público, anteponiendo sus simpatías, fobias y ambiciones personales y evidenciando en su proceder unos objetivos empresariales poco taurinos por no decir extrataurinos, sin rigor de resultados financieros a partir de una inversión planeada. La empresa Renovación Taurina 2006, que vino al relevo de la anterior en la Plaza México, tampoco fue la excepción.

¿Qué virtud le vieron al venezolano Leonardo Rivera para que ocupara un sitio que tantos coletas mexicanos merecían? ¿Quién lo recomendó? ¿Con qué argumentos convenció a los empresarios para ser incluido? Soso, afligido, sin trasmitir la menor emoción, sin idea de las suertes ni quietud en las plantas, asesinando de horrendo bajonazo al bravo toro que había herido al Glison, este Rivera debería olvidarse de querer ser torero. No tiene con qué serlo. Lo reiteró ante su lote, incluido Gotita de miel, bello jabonero de pinta, musculoso, reunido de carnes y de armoniosas hechuras, con el que tampoco supo decir nada. La rechifla se oyó hasta Caracas la tarde de su desastrosa confirmación de alternativa luego de cuatro años y medio de "matador".

Miguel Ortas Miguelete, tras el percance del Glison, de plano dibujó una compungida sonrisa cuando tuvo que confirmarle su alternativa el inefable Rivera. Antes se había abierto de capa en suaves verónicas y mejor media con Macharnudo, bizco del pitón izquierdo, que empujó en una vara. Inició la faena con templados derechazos y naturales menos lucidos, hasta acabar el toro sin transmisión ni recorrido. Dejó una entera tendida y escuchó palmas.

Enfrentó luego al manso y soso que lo lastimó y vendado de la región pélvica salió a matarlo. Y por último a Joyero, con 617 kilos, que tumbó al primer picador, sentó en los cuartos traseros al segundo y recibió infame castigo del primer piquero, que "encastado" bombeó hasta que se cansó, sin que el juez enviara un toque de atención. Tras dos enteras y tres descabellos, Miguelete maltrecho se retiró en silencio.

Ministro de su propio culto al toro bravo y a su lidia, por encima de conceptos convencionales sobre las normas y el arte, El Glison vio pasar su prometedora carrera entre hospitales, zancadillas, vetos injustificados y tardes de apoteosis, pues los públicos, menos rígidos que especialistas y conocedores, captaron de inmediato el mensaje glisoniano, antes que por morbo porque con su toreo les revelaba algo del misterio de la existencia. Aburridos del valor especulativo de los toreros convencionales, esa entrega primitiva y arrebatada al toro de lidia los emocionaba,.

Ayer, ante un toro importante por su bravura, calidad y trapío, Jorge inició su faena en los medios, pero con derechazos despegados y a media altura. En el tercio sobrevendría la cornada... Hubo una fuerte ovación a los despojos de Carbonero y un grito: "¡Señor juez, qué pendejo es!", por no haber ordenado arrastre lento.

 
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