Usted está aquí: domingo 13 de mayo de 2007 Opinión El Foro

El Foro

Carlos Bonfil

Vientos de libertad

Ampliar la imagen La cinta de Ken Loach es un recuento de la lucha republicana irlandesa de 1920 La cinta de Ken Loach es un recuento de la lucha republicana irlandesa de 1920

Es desalentador el esfuerzo casi nulo de los distribuidores -en este caso, Quality Films- para titular en español una cinta de la talla de The wind that shakes the barley (El viento que agita la cebada), ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes el año pasado, trabajo dirigido por Ken Loach, realizador inglés muy popular entre los cinéfilos mexicanos.

TOMAR PRESTADA LA retórica de una cinta nacional de los años setenta -Mina, viento de libertad, de Antonio Eceiza- y reducir así el lirismo del título original a una fórmula hueca, equivale a trivializar la importancia de lo propuesto, sin capturar mayormente el interés de los espectadores. Esta política del mínimo esfuerzo demuestra no sólo falta de imaginación, sino también de simple olfato comercial.

KEN LOACH, UN experto en el arte de transformar en parábola y alegato moral las crónicas políticas que lleva a la pantalla, ofrece en Vientos de libertad un recuento de la lucha de los republicanos irlandeses en 1920, contra el ejército británico y sus grupos mercenarios (los Blacks and Tans), en el agitado clima social que vivía Irlanda, luego de la gran revuelta de 1916. El título original procede de una balada irlandesa del siglo XIX que debía levantar el ánimo de los combatientes -y en el caso de esta película, el de los guerrilleros que en una mazmorra padecen los interrogatorios y torturas del ejército invasor. Como en Tierra y libertad, y antes en Espíritu de cristal, cintas que referían la lucha republicana española y la sandinista en Nicaragua, respectivamente, Loach toma como pretexto una historia familiar, el enfrentamiento de dos hermanos, para elaborar, a partir de ella, todo un fresco histórico. Luego de terminar sus estudios de medicina, Damien Donovan (Cillian Murphy) se dispone a hacer su internado fuera de su pueblo, County Cork, cuando presencia los violentos abusos castrenses contra sus amigos y compatriotas, situación que lo decide a cambiar el rumbo: radicalizar una postura política, hasta entonces moderada, y entregarse de lleno a la lucha por la independencia y por una Irlanda socialista. Paradójicamente, su hermano militante, Teddy (Padraic Delaney), acepta posteriormente los arreglos del Tratado Anglo-Irlandés, que aboliría a la república irlandesa, para crear, en su lugar, un estado dentro del imperio británico, bajo la velada amenaza que de si el pacto no era aceptado, la represión sería despiadada. Ken Loach contrasta las posturas antagónicas y el dilema moral detrás de un fundamentalismo político que no excluye el fratricidio (el compañero de ayer visto como un posible traidor exterminable). En el guión de Paul Laverty abundan las discusiones, los enfrentamientos verbales que suben de tono hasta volverse declaraciones de odio, y la violencia del ocupante se reproduce en el discurso cada vez más radical de quienes le resisten, aunque también -y esto es típico en el cine de Loach- está el contrapunto lírico de escenas casi pastorales donde la generosidad y de buen humor de los personajes confieren un toque de humanidad a lo narrado. La cinta cobra hoy una relevancia mayor a la luz de los acontecimientos recientes en Irlanda del Norte, los cuales informan de la reconciliación histórica de las partes enfrentadas durante décadas. Lo vigoroso en la nueva propuesta del cineasta es su compromiso político --tal vez a un paso del panfleto, del maniqueísmo moral y del discurso partidario-- matizado todo esto, sin embargo, por una innegable sensibilidad artística.

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