Astillero
Con B de benganza
Represión heroica
El violín en Michoacán
Humor negro en Atenco
No es tan fácil escribir sobre el episodio gozoso del Zócalo (miles de mexicanos dispuestos a rechazar, con su piel desnuda como arma, los dogmas medievales y el conservadurismo deseoso de revanchas) mientras se ve que la historia de los héroes de Carácuaro se cae a pedazos y en su lugar emergen testimonios de violaciones graves a leyes y derechos por parte de militares con ánimos de ejemplar revancha. Héroes, en dado caso, que transitaban por una de las pocas calles importantes de la cabecera del municipio michoacano (casi en la plaza principal) sin uniforme y en un vehículo particular, de tal manera que, cuando sucedió lo que testigos han relatado a reporteros como un accidente de tránsito (real o provocado), los pobladores del lugar se fueron a dormir convencidos de que esa noche se había producido un encuentro mortal entre bandas de narcos (la rutina, pues). Felipe Calderón, sin embargo, aprovechó la oportunidad para continuar con la saga de extremos elogios a lo castrense a la menor provocación y los declaró paladines nacionales muertos en acciones épicas, aunque este sábado tres de esos cinco soldados, antes homenajeados con gran protocolo en el Distrito Federal, fueron sepultados en Morelia y sus cercanías "sin honores y con la inasistencia de autoridades militares y estatales", según nota de Marco Antonio Duarte, del diario Cambio de Michoacán.
El incidente que, según todas las notas periodísticas disponibles, tendría connotaciones más mundanas que sublimes, generó una reacción desproporcionada de los mandos militares, que enviaron a la región de Tierra Caliente a un millar de elementos, uniformados y en vehículos oficiales, para instaurar días y noches de terror. Los presidentes municipales de Carácuaro y Nocupétaro han denunciado diversas formas de agresión a ciudadanos de sus demarcaciones. Este domingo, en La Jornada, Jaime Márquez y Ernesto Martínez hilaron relatos claros de la manera en que las fuerzas armadas hicieron a un lado cualquier tinte de legalidad e instauraron un estado de represión abierta. En La Jornada de Michoacán, que dirige Juan Manuel Venegas, se dio cuenta de la denuncia del alcalde de Nicupétaro, Marco Antonio García Galindo, en el sentido de que los militares habían realizado "detenciones y tortura de mucha gente". En diversas publicaciones se habló de personas amarradas a postes e inmersas en piletas de agua para forzarlas a dar información sobre narcotraficantes. Eso sí, el gobernador del estado, de nombre Lázaro, reaccionó con gallardía digna de Augusto Pinochet o Miguel Nazar Haro, a lo que según nota del reportero Antonio Aguilera habría sido una jornada de "detenciones arbitrarias, tortura, ejercicio indebido del servicio público, allanamientos, cateos ilegales en domicilios y atentados contra la integridad física a manos del Ejército". Solidario, el gobernador Lázaro pidió a los pobladores de Carácuaro y Nocupétaro "ser muy objetivos, y no poner como pretexto situaciones que pudieran no ocurrir, con la intención de crear una cortina de humo para impedir la presencia de las fuerzas federales".
Las historias michoacanas de horror (¡ah, El violín: ¿ficción o documental?!) están emparentadas con las sucedidas a lo largo de un año en Texcoco-San Salvador Atenco, siderúrgica Lázaro Cárdenas (otra muesca en la cacha de la pistola del júnior) y Oaxaca. No están aisladas ni obedecen a lógicas distintas. Ha sido la entronización de lo represivo para enfrentar los problemas políticos y sociales a los que la clase gobernante (no sólo incapaz, sino ilegítima) no puede encarar de otra manera. Ha sido la vía de la intimidación social para frenar o retardar protestas y movilizaciones.
Por ello suceden episodios de intencional humor negro, como la emisión de una sentencia judicial desproporcionada y aberrante contra Ignacio del Valle, Felipe Alvarez y Héctor Galindo, dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. El anuncio de los castigos sucedió justamente cuando se cumplía un año de los episodios violentos por los cuales fueron detenidos cientos de ciudadanos, pero ninguno de los muchos policías y funcionarios que participaron y ordenaron una batida represiva sin atenuantes ni disfraces. El mismo día, casi a la misma hora en que se notificó a Del Valle que, según las leyes del reino en agonía habrá de pasar 67 años en la cárcel, le era entregado en Cuernavaca el Premio Nacional de Derechos Humanos don Sergio Méndez Arceo (en ausencia física, obviamente, pero en manos más que presentes y activas de su esposa, doña Trinidad Ramírez). Al siguiente día se sabría, para continuar con las historias de humorismo institucional oscuro, que uno de los principales jefes de cárteles del narcotráfico, Ismael Higuera Guerrero, alias El Mayel, había sido condenado a escandalosa confinación tras las rejas de 18 años, casi la cuarta parte de lo asignado a los dirigentes de Atenco.
Es, en realidad, una historia de desquites y escarmientos mal escrita por el guionista de trágicos cómics autodenominado Belipe Balderón. Con B de benganza, porque a unos meses de haber tomado el poder ya no sabe el fiscal de Los Pinos otro camino más que recurrir al expediente armado (en Puebla, acompañado del góber precioso, Balderón sólo estuvo en el desfile del 5 de mayo los 28 minutos que tardaron en desfilar los contingentes militares, luego de lo cual simplemente se levantó de su asiento y se retiró sin dar explicaciones al público y recibiendo rechiflas por esa opción preferencial por lo verde). Ante ello, y viendo los desfiguros del PRD en su Consejo Nacional (los chuchos y los amalios al ataque para mermar el poder de AMLO) y a sabiendas de que hoy inicia un paro nacional indefinido de profesores no oficialistas, conviene recordar lo asentado en V de Venganza, la novela gráfica de Allan Moore y David Lloyd sobre la cual se basó una película reciente: "La gente no debe temer a sus gobiernos; los gobiernos deben temer a la gente"... Y, mientras Marcelo de los Santos crea pretextos para encarcelar a los dirigentes del frente opositor a Minera San Xavier, ¡hasta mañana, viendo que, como diría la frase coloquial de tintes zacapoaxtlas, ora sí se chingó Francia!
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