Usted está aquí: domingo 6 de mayo de 2007 Sociedad y Justicia Sufren pobreza y discriminación la mujeres en la frontera sur

Meseras y sexoservidoras, sin derechos: investigadora

Sufren pobreza y discriminación la mujeres en la frontera sur

JUAN BALBOA

El 98 por ciento de las mujeres que trabajan de meseras o en el servicio sexual en la frontera sur de México son centroamericanas -guatemaltecas, nicaragüenses, hondureñas, salvadoreñas- y sus garantías fundamentales no existen, según defensores de los derechos humanos de los migrantes y encargados de la salud de las mujeres que trabajan en bares y cantinas en los municipios fronterizos de México y Guatemala.

Una investigación realizada por un equipo de tres comunicadores (texto-testimonios-imágenes) con el apoyo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), y escrito por Isabel Verticat Núñez, logró testimonios desgarradores de la situación de las mujeres centroamericanas que intentan cruzar el país para llegar a Estados Unidos.

"Las mujeres pagan con su cuerpo. Ellas protagonizan esta épica desde el lado más oscuro y con la naturalidad de quienes saben del uso y abuso a que están destinadas por una discriminación actual y milenaria, a la que se agregan la pobreza y la de ser migrantes indocumentadas, algunas de ellas menores de edad", señala parte de la investigación recopilada en el libro Bajo el Tacaná: La otra frontera (México/Guatemala) -incluido un DVD documental- que será presentado el viernes 11 de mayo en Casa Refugio Citlaltéptl, en la colonia Hipódromo Condesa.

El documento subraya que con un flujo migratorio de entrada a México de unas mil personas al día, que en su mayoría inicia la travesía del país hacia "el sueño americano", muchas de las mujeres migrantes se quedan en la capital del Soconusco, en Tapachula, convertida en la tercera región del mundo -las otras dos son algunas zonas fronterizas de Brasil y Tailandia- de alto nivel de prostitución.

El texto aborda un tema pocas veces tratado: el mercado del sexo en la plaza pública de la ciudad chiapaneca de Tapachula, "es el lugar de la contrata, mercado de trabajo y del cuerpo como mercancía, sobre todo de las mujeres".

En él se renueva y se incrementa, agrega, la oferta y la demanda en términos de servidumbre doméstica y sexual por medio de enganchadores, hombres y mujeres. La demanda es incesante y se despliega en locales de servicio sexual de todo tipo: moteles, hoteles de paso, centros botaneros, cantinas y locales de table dance, a todas horas, de día y de noche.

Las redes de traficantes se nutren de sus cuerpos. Porque son los cuerpos, no las fronteras, los puntos vulnerables, al contrario de lo que propugnan las políticas de "seguridad", palabra con nuevos significados que ha convertido a los ciudadanos, sobre todo a los migrantes, en sospechosos.

 
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