Usted está aquí: sábado 5 de mayo de 2007 Espectáculos Para coleccionistas concienzudos

Leonardo García Tsao

Para coleccionistas concienzudos

Una de las frustraciones de un festival abrumador como el Ficco es la cantidad de títulos atractivos que sólo se exhiben en un par de funciones, para nunca más aparecer en la cartelera. Siempre queda la opción secundaria del video y, para eso, la distribuidora Tarántula ha editado dos volúmenes de recomendables colecciones -llamadas Colección Ficco, precisamente--, que sirven para recuperar películas otrora difíciles -o imposibles-- de ver tras su paso por el festival.

El primero incluye: El afinador de pianos, de los hermanos Stephen y Timothy Quay; Cruzando el puente: sonidos de Estambul, de Fatih Akin; Ichi, el asesino, de Takashi Miike, y Padre e hijo, de Alexander Sokurov. El segundo ofrece Factótum, de Bent Hamer; El intruso, de Claire Denis; La muerte del señor Lazarescu, de Cristi Puiu, y Tres tiempos, de Hou Hsiao-Hsien.

Si el Ficco se ha caracterizado por ser ecléctico, la colección cumple ese mismo tenor. En el primer volumen las películas no podrían ser más diferentes entre sí. Por un lado, está la pasmosa visceralidad de Ichi, el asesino, la realización que cimentó el culto al japonés Miike, uno de los directores más prolíficos y versátiles de los últimos tiempos. La tremebunda adaptación de un violento manga contiene esta elocuente advertencia: "Todos los personajes y acciones son enteramente enfermizos, cualquier semejanza con personas vivas o muertas es una triste coincidencia". Por otro lado está la exquisita elaboración formal de El afinador de pianos, de los hermanos Quay, quizá la película más bella que Raoul Ruiz nunca ha conseguido dirigir. Basada levemente en la mágica novela La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, este relato fantástico se centra en el triángulo amoroso entre un científico posesivo, una resucitada cantante de ópera y el afinador epónimo que la ama, aunque en realidad el argumento es lo de menos. La cinta se desenvuelve como un enigmático sueño, con ribetes de pesadilla, mientras que su riqueza visual contiene referencias a pintores y cineastas y los diálogos -intencionalmente presuntuosos y pronunciados con acento español- provocan un intencional desconcierto.

Las otras dos también apelan a estados de ánimo diferentes. Cruzando el puente: sonidos de Estambul es un exuberante documental debido al alemán de origen turco Akin, acerca de las muy contrastantes formas de música popular que pueden escucharse en las calles de la ciudad epónima. Mientras que Padre e hijo es un relato de amor filial que resulta algo inaccesible, aun bajo los estándares iconoclastas de su autor, el ruso Sokurov.

De los ocho títulos que integran la colección, sólo La muerte del señor Lazarescu tuvo una breve corrida comercial y fue, seguramente, uno de los mejores estrenos del año pasado. Se trata de la angustiante historia de cómo un anciano solitario, gravemente enfermo, sufre el infortunio de esperar atención médica en una serie de burocráticas salas de urgencias, ante médicos y enfermeros indiferentes. Sin ninguna elaboración formal, el rumano Puiu se concreta a mostrar, con el estilo directo de un documental actuado, las verosímiles vicisitudes de su personaje. La película no pierde nunca el pulso, se sostiene entre el humor macabro que aflora en ese tipo de situaciones y un parco dramatismo, que abarca tanto la crítica social como el enfoque existencial.

Si ninguna de esas cintas son de las que usualmente rentaría alguien para ver el sábado en la tarde, con palomitas de microondas, hay un par que exige a un espectador especialmente atento: El intruso, de la francesa Denis, y Tres tiempos, del taiwanés Hou. La primera es otra muestra de cómo su directora se aleja cada vez más de una narrativa convencional, en busca de la elipsis poética: un transplante de corazón es el punto de partida conceptual; la segunda ejemplifica la delicadeza zen de un autor casi desconocido en México, dividida -según señala el título- en tres épocas emblemáticas de Taiwán --1966, 1911 y 2005-- para referirse respectivamente a los tiempos del amor, la libertad y la juventud.

Esperemos que esté planeado un tercer volumen, pues ese tipo de trabajos merecen una difusión más amplia.

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