Usted está aquí: sábado 5 de mayo de 2007 Espectáculos Dos féminas desatan nostalgia y baile en el Teatro de la Ciudad

María de Barros bailó con el público en los pasillos; Marta Gómez lo abrazó

Dos féminas desatan nostalgia y baile en el Teatro de la Ciudad

"Extrañaba a mi país, hasta que, en Estados Unidos, encontré a México", dice la senegalesa

Colombia está atorada en mi corazón y no me acostumbro a la distancia, canta la sudamericana

TANIA MOLINA RAMIREZ

Ampliar la imagen María de Barros María de Barros Foto: Francisco Olvera

Ampliar la imagen Marta Gómez Marta Gómez Foto: Francisco Olvera

"Bienvenidos a Cabo Verde", dijo con voz dulce la cantante María de Barros, hermosa y sensual mujer de elegante vestido amarillo, peinada de trencitas hasta la cintura.

Y, acto seguido, se escuchó el cavaquinho (pequeña guitarra brasileña de cuatro cuerdas), tocado por el caboverdiano Zerui Depina, "música juguetona", describió un promotor cultural presente en el concierto realizado este jueves en el Teatro de la Ciudad.

El ritmo alegre y lleno de sol de la coladeira caboverdiana -parecida a la salsa- logró poner a bailar a los asistentes, en el que, incluso, terminó subiéndose al escenario un numeroso grupo de entusiastas (había más de estos que técnicos). Y María de Barros, bajó, a bailar por los pasillos.

"Todo lo que se necesita para alegrar la jornada es una melodía", exclamó -"y un trago, mi niña", se escuchó por ahí. A diferencia de su "madrina" Cesaria Evora, reina de la melancólica morna, De Barros interpreta la música de fiesta de Cabo Verde.

La cantante ha abrevado de un arcoiris cultural (que describe en Nha mundo, interpretada la noche del jueves): nació en Dakar, Senegal, de padres caboverdianos; vivió su infancia en Mauritania y, a partir de la adolescencia, reside en Estados Unidos, sucesivamente, en Providence, Rhode Island y Los Angeles. En esta última ciudad descubrió la cultura mexicana: "Anhelaba a mi comunidad hasta que descubrí México, que se parece tanto a nosotros; comen lo mismo que nosotros, como carnitas... Me aferré a todo lo que tenía que ver con este país, incluidas las telenovelas, y aprendí a hablar español". El público, claro, le festejó su cercanía a nuestra tierra (aunque hubo por ahí un "buu" a la mención de las telenovelas).

Y para dejar claro su cercanía con lo latino, cantó La gloria eres tú (del cubano José Antonio Méndez), acompañada de Ismael Gallegos, acordeonista mexicano de su grupo. "Ya ven qué metida está esta música...", dijo mientras se descalzaba, como lo hace su "madrina" Cesaria.

Esta es la segunda ocasión que viene al país. Además de los mencionados, la acompañan los excelentes músicos caboverdianos Djim Job (bajo) y Carlos Monteiro (batería), el estadunidense Mitchell Long (guitarra) y los brasileños Grecco Buratto (guitarra) y Sandro Rebel (teclados).

La audiencia de un concierto en un teatro muchas veces es tímida, pues está más consciente de sí misma que en otros espacios, y en esta ocasión, el autoritario personal del recinto no ayudaba ("quítese del pasillo", "ahí no puede estar", decía; incluso, intentó impedir que un hombre llegara al escenario, cuando la propia cantante senegalesa le daba la mano para que subiera).

Enamorada, cada mes

El concierto, organizado por el sello Putumayo para promover su recién lanzado disco Women of the World Acoustic, se inició con la colombiana Marta Gómez, quien, como De Barros, participa en grabaciones de esta empresa.

Con voz clara y fuerte, Marta Gómez, sencilla, con cierto aire infantil e inocente, cantó composiciones propias (cercanas a la trova latinoamericana) de temas duros y tristes, como el de un niño minero (Basilio), una campesina cafetalera (Doña Luisa) y el dolor de una madre ante la muerte de su hija (Paula, ausente), pero también contemplativas y nostálgicas, como sobre Cali, su ciudad natal (De amarillo se viste la tarde).

"Cada mes me enamoro de un ritmo nuevo", dijo la cantautora, de enorme sonrisa. Y el de este mes es el carnavalito, del cual entonó una canción.

Gómez emigró a Estados Unidos para estudiar en el reconocido Berklee College of Music. En esa época formó su grupo, con el que interpreta sus propios temas, en distintos estilos latinoamericanos (cumbia y bambuco colombiano, zamba argentina, son cubano, lando peruano, entre otros), con elementos de pop y jazz. "No tratamos de tocar los estilos de forma exacta (como se interpreta de forma tradicional)", explicó a este diario en entrevista telefónica, unos días antes del concierto.

La cantante residente en Nueva York -ataviada con un vestido negro cubierto por una colorida falda tradicional que le daba cierto aire campesino- también interpretó Canta, una pieza con elementos flamencos que compuso tras el ataque terrorista en Madrid: "Si algo quieres decir, dilo cantando/ Y si algo quieres llorar, cántalo también/ que cuando cantas las penas se van revolviendo en el corazón/ y sin querer ya se van volviendo canción".

Una de las piezas que emocionó más a los presentes fue Confesión, dedicada a Colombia: "Tengo a un país/ atravesado en la garganta/ que no deja que me vaya/ acostumbrando a la distancia".

Marta Gómez, quien por primera vez se presenta en nuestro país, estuvo acompañada de los argentinos Julio Santillán (guitarra), Franco Pinna (a la batería, con la que interpretó un aclamado solo, y también en la percusión, en Pececito de agua), Fernando Huergo (bajo) y la rusa Yulia Musayelyan (flauta).

El concierto culminó con un palomazo entre ambas cantantes, en el que interpretaron, para júbilo del público, Cielito lindo, y la alegre Mi nada um ca tem (que celebra "para qué tanta preocupación").

Al final, a la salida del teatro, en el vestíbulo se escuchó un grito: "¡Mis amores!". Era María de Barros, lista para platicar y dar "autógrafos, abrazos y besos". Hombres y mujeres se arremolinaron a su alrededor.

Hoy, sábado 5, María de Barros se presenta en la plaza central de Morelia, Michoacán.

 
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