Usted está aquí: jueves 3 de mayo de 2007 Opinión Fox: mensajero del imperio

Luis Linares Zapata

Fox: mensajero del imperio

Las luces de riesgo inminente están prendidas en varias naciones del cono sur: Vicente Fox cabalga, a lomo de su montura, para librar una batalla sin cuartel contra el populismo y en pos de las libertades. El boliviano Evo Morales y, en especial, el venezolano Hugo Chávez son los sujetos de su implacable espada vengadora. Fox y Manuel Espino, su espadachín de bolsillo, acaban de lanzar una proclama calificándose de incansables combatientes por la democracia. En su lista de forajidos sin duda incluirán, desde su agresiva óptica cristiana y occidental, a otros delincuentes menores del proteccionismo: el ecuatoriano Rafael Correa, el nicaragüense Daniel Ortega y quizá, si sus arrestos van hasta el final, el argentino Néstor Kirschner. Todos ellos reos de lo más execrable de los nacionalismos retrógrados de este continente. El, Fox, líder indiscutible de los demócrata-cristianos de América (ODCA), es el aspirante a la presidencia de ese organismo fundado por el ex presidente de España José María Aznar.

El peón de brega de Fox, el yunquero Espino, ha hecho el trabajo preliminar. Instaló soberbias oficinas en la capital mexicana e hizo los contactos para iniciar la escalada que, según sus deseos, impulsará a su benefactor al lugar que le corresponde por derecho (¿divino?) como paladín latinoamericano. Ya encarrerado el dúo dinámico de los complots tipo los chiflados, pudiera también extender su atractiva influencia al mundo entero. Y pensar que todavía hay algún despistado que piensa en elecciones impolutas en el PAN. Sin duda las versiones que circulan por ahí sobre la injerencia determinante desde Los Pinos para empujar la candidatura de Espino, el sonorense ríspido, el fiel ujier, son sólo torpes rumores esparcidos por los vencidos.

El lustre, la altura de miras, la suavidad de la diplomacia, la lucha incansable por la paz y concordia humanas, la transparente democracia que consolidó en su patria, la defensa a ultranza de los intereses de México que Fox, el de Guanajuato, dejó a su demoledor paso por la Presidencia de México, pusieron los cimientos de la plataforma para encaramarse en tan influyente organización de derechosos con aspiraciones neocolonialistas. Para tan fecundos trabajos no la fundó Aznar, aquel enviado de George W. Bush para convencer al presidente mexicano de apoyar la guerra en Irak. En realidad Aznar trabajó para dar cobertura a los capitales peninsulares contra las tentaciones nacionalistas latinoamericanas que pudieran obstaculizar su aventura imperial. Los españoles vienen a estas tierras de promisión por lo que consideran su territorio original, el más acogedor de sus intereses, el más fácil de conquistar de nueva cuenta, el que les queda disponible en la disputa global por cotos de poder exclusivos. Para documentar tales afirmaciones baste pasar revista a las inversiones españolas en el mundo y observar su concentración en estos lares nutridos de dirigentes entreguistas.

Más les vale a Hugo Chávez, y demás latinoamericanos disidentes del neoliberalismo a ultranza que ya se mencionaron, tomar las debidas precauciones por este alarido torpe y grandilocuente que han lanzado Fox y su palafrenero panista. No están solos, ellos son simples comparsas torpes y adelantadas. Estos adalides se han situado al lado de una corriente europea y estadunidense que pretende erosionar sus posturas, contrariar la influencia que han logrado, no sólo entre sus respectivos pueblos, sino también entre varios de los países del vecindario.

Las disidencias políticas y, sobre todo, las de carácter económico, dejan escasos márgenes a la tolerancia de los poderosos. Los intereses en juego son inmensos y los requerimientos, reales exigencias enmarcadas en la globalidad de naturaleza financiera, de telecomunicaciones o energéticas, son incompatibles con posturas que intenten proteger las riquezas y los destinos propios. Sus ánimos y arrestos de dominación los tornan incapaces de cohabitar con gobiernos poco amigables, desconfiados o quisquillosos. No quieren, y están decididos a no permitir, líderes que busquen favorecer a los olvidados de siempre. Menos simpatías les despiertan los que tratan de refundar sus pactos nacionales para dar cimientos legítimos (oportunidades de desenvolvimiento) a las reivindicaciones populares. No sólo eso: todos aquellos que no formen estricta línea detrás de los privilegios adquiridos por las elites dominantes serán declarados tránsfugas del espíritu indomable de las Américas. No podrán, los poderosos, resistir las pulsiones golpistas contra aquellos que reclamen derechos de propiedad nacional, contra los que protejan sus mercados y riquezas del vasallaje externo. Por eso deben resguardarse varios gobiernos latinoamericanos, y no porque Fox quiera ir a rescatar a sus pueblos y reconducirlos por las sendas de la libertad y la democracia. Ese discurso es una simple bocanada, una de tantas que se ha permitido lanzar el populista irredento e irresponsable de Vicente Fox, el mismo que ahora construye un centro de estudios para su recreo y deleite con el auxilio de universidades de poca monta y grupos de presión agradecidos.

El tal Vicente de Guanajuato ya no tendrá los cientos de miles de espots que lanzar por delante en los medios venezolanos o bolivianos para apoyar sus pretensiones. De esos espots que le permitieron atontar a muchos mexicanos y los inclinaron por el voto del miedo. De los que a otros tantos convencieron de la eficacia y buena voluntad de su ineficaz y corrupto gobierno. Pero detrás de ese personaje siniestro con rostro de ranchero analfabeta se esconde un agente voluntario del imperio que, al mismo tiempo, quiere dejar, en el atolondrado buzón de Los Pinos, un mensaje que seguirá pulsando la lira de los sentimientos cristeros que tanto se difunden por estos días de furias y excomuniones al por mayor.

 
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