Usted está aquí: miércoles 2 de mayo de 2007 Economía ONUDI y la política industrial

Alejandro Nadal

ONUDI y la política industrial

La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) desea retirar a México de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI). Esta decisión es uno de los desatinos más notables en muchos años de gobierno, y muy probablemente está más relacionado con un capricho de la titular de la cancillería que con un diagnóstico serio. Es necesario analizar las consecuencias de esta medida para México y su capacidad de enfrentar los grandes retos económicos del siglo XXI.

Un poco de historia es importante. Cuando existía la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi) el centro de gravitación de sus actividades era la negociación de acuerdos comerciales. En esos tiempos se decidió abandonar cualquier intento de política industrial porque en el credo neoliberal el mercado se encargaría de eliminar a los ineficientes y premiar a los triunfadores. Con ese alarde de ignorancia, se renunció a los instrumentos que podrían permitir a la economía mexicana enfrentar los desafíos más importantes en el siglo XXI.

Los altos responsables de la Secofi, que nunca pudieron distinguir un torno automático de un horno eléctrico, encontraron fácil tomar esta decisión: cero política industrial. Es más, difundieron la idea de que las reglas de la Organización Mundial de Comercio hacían imposible e impensable una política industrial. Esa visión es falsa y se basa en la confusión entre proteccionismo y política industrial. Es cierto que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte restringe de manera onerosa el campo de acción de la política industrial al prohibir los requisitos de desempeño a la inversión extranjera directa. Pero aun con ese lastre, existe espacio para la política industrial, tanto en la definición de objetivos como de instrumentos.

En el mundo real, las economías más abiertas aplican políticas para la industria que permiten desarrollar tecnologías, consolidarse como innovadoras y dominar en mercados lucrativos. Cualquier país europeo puede vanagloriarse de su política industrial en todo tipo de ramas, desde la electrónica hasta el sector aeroespacial. Además, su buen desempeño actual en muchas industrias, como las de máquinas-herramienta, que en la década de los años 70 terminó con el predominio de Estados Unidos, lo deben a una bien diseñada política industrial.

En México, el gabinete no tiene idea de por dónde caminar. Por una parte, la Secretaría de Economía (SE) mantiene el síndrome de cero política industrial y anunció la semana pasada que con esta administración no habrá programas sectoriales porque "ya no son necesarios". La SE parece estar empeñada en borrarse del mapa burocrático al renunciar a trabajar en lo único que le quedaba: la política industrial.

Por otro lado, la pretensión de la SRE de retirarnos de la ONUDI es una estupenda muestra de la ceguera hecha política pública. Para el gobierno no es fácil aquilatar la importancia de ese organismo dados los retos que debe enfrentar México en los próximos decenios. Lo cierto es que la ONUDI trata con una problemática que es crucial para enfrentar los desafíos que ya se nos vienen encima. En su momento fue clave en la aplicación del tratado de prohibición de armas químicas, y también para el cumplimiento de los compromisos derivados del Protocolo de Montreal para la protección de la capa de ozono. Si se ha avanzado en la eliminación gradual de las sustancias que degradan la capa de ozono en la estratosfera ha sido en buena medida gracias a los apoyos de dicha organización. En el futuro vendrán nuevos acuerdos internacionales con compromisos importantes y se va a necesitar mucha experiencia y cooperación internacional para convertirlos en oportunidades en lugar de vivirlos como pesadilla.

Un ejemplo es el tema de la transformación del perfil energético de la economía mexicana. En los próximos años, México deberá comenzar a transitar hacia una economía de menor dependencia en los hidrocarburos. En parte porque las reservas probadas de crudo sólo alcanzan para nueve años. Pero también porque se prepara ya un nuevo régimen sobre cambio climático que impondrá compromisos vinculantes para la reducción de emisiones de gases invernadero.

Para cumplir con esas metas obligatorias será necesario embarcarse en un complejo proceso de cambio técnico en todas las ramas de la industria y desarrollar una capacidad tecnológica endógena en ese terreno. Precisamente uno de los temas prioritarios de la ONUDI es el desarrollo de las fuentes renovables de energía y sus tecnologías. Esta experiencia ofrece una red de canales de colaboración internacional que será de gran utilidad para cumplir compromisos internacionales de un arreglo post Kyoto y al mismo tiempo desarrollar una base industrial competitiva.

¿Pensará la titular de la SRE que ese tema no es de interés para nosotros? Quizás ni enterada está de todo esto, porque justo cuando ONUDI prepara una nueva generación de política industrial decide abandonarla. Si no le interesa, sería bueno regresar el tema ONUDI a la SE. Quizás eso ayude a la SE a encontrar su propia personalidad y elaborar la política industrial que el país reclama desde hace años.

 
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