Usted está aquí: lunes 30 de abril de 2007 Mundo Cumplen Madres de Plaza de Mayo 30 años de lucha contra la impunidad

Aquel sábado, convocadas por Azucena Villaflor, entendimos la solidaridad del dolor

Cumplen Madres de Plaza de Mayo 30 años de lucha contra la impunidad

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Imagen del 30 de abril de 1987 de la marcha de las Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires Imagen del 30 de abril de 1987 de la marcha de las Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires Foto: Reuters

Buenos Aires, 29 de abril. Con decenas de actividades locales y un gran reconocimiento mundial, mañana se conmemoran aquí 30 años de la primera reunión que realizaron las Madres de Plaza de Mayo, en un acto heroico de resistencia contra la dictadura militar más cruenta que gobernó a Argentina entre marzo de 1976 y finales de 1983, y que dejó 30 mil desaparecidos.

Con sus cabellos blancos pero con la misma fuerza de entonces, las Madres de Plaza de Mayo siguen luchando por saber el destino final de sus hijos y que se haga justicia, pero también están al frente de todas las rebeliones contra cualquier injusticia de estos tiempos.

Su lucha no comenzó aquel 30 de abril, pero fue ese el momento cuando Azucena Villaflor de Devicente, que buscaba a su hijo y nuera desaparecidos, logró unir a 13 ó 14 madres para ir a reclamar directamente al dictador Jorge Rafael Videla, después de golpear inútilmente las puertas de cuarteles, iglesias, embajadas, rodeadas por el terror, la indiferencia o el silencio cómplice de muchos.

En ese camino doloroso "como un calvario", se habían ido encontrando, tejiendo la solidaridad que hasta hoy es su arma en un mundo injusto.

Aquel sábado 30 de abril de 1977 "estaba todo desolado. Sólo los granaderos (batallón especial del ejército que es guardia presidencial y custodia la casa de Gobierno) y nadie más. Azucena nos había convocado. Nos dijo que solitariamente nadie podría lograr nada y así en las colas de las puertas de los cuarteles y otros lugares fuimos entendiendo que debíamos unirnos. Aquel día en la Plaza fue el gran paso fundante. Nadie nos recibió, pero sí nos dimos cuenta que íbamos a poder hacerlo". Así narraba una de las madres fundadoras María Adela Antokoletz (ya fallecida) aquellos momentos al historiador Enrique Arrosagaray, quien hace unos años escribió un libro con sus biografías.

"Eramos muy poquitas (...).cada una se fue presentando a las otras, dijimos nuestros nombres y cada una contó cómo habían secuestrados a sus hijos. Fue un momento de dolor y encuentro, pero ya había una decisión de la que no íbamos a volver atrás. Me acuerdo como si fuera hoy... Yo llegué sola y caminé entre los canteros buscando con mi mirada otras mujeres... me encontré con María Adela y sus hermanas en uno de esos senderos (de la Plaza). ¿Ustedes también vienen por lo mismo?, les pregunté, y ahí nos quedamos conversando unos minutos, hasta que vimos venir a otras tres mujeres agarradas de los brazos, muy pegadas y serias. Se sumaron a nosotras y enseguida la que venía en el medio habló con fuerza y coraje. Era Azucena", relataba Haydée García Buela.

La elección de los jueves

Las primeras madres entendieron que habían dado un paso enorme, pero que era un error elegir un sábado y la siguiente cita fue un viernes. Sin embargo, una de ellas consideró que ese era "un día de brujas", y que iba a traer "mala suerte" y se decidió por los jueves citándose a partir de las 15:30 horas, cuando estaban más protegidas por la cantidad de personas que circulaban por el lugar. Esa cita sigue siendo hasta hoy la Ronda de las Madres.

La ronda comenzó cuando la policía al ver que llegaban en grupos les ordenó "circular" y porque había estado de sitio y estaban prohibidas las reuniones de más de dos personas.

"Así lo hicimos, pero automáticamente de a dos caminamos en ronda alrededor de la Pirámide Mayo, que simboliza otro momento histórico en la vida del país", recuerda Nora Cortiñas, de Madres Fundadoras de Plaza de Mayo.

"En la segunda reunión, ya estábamos discutiendo un borrador de todo lo que se iba a reclamar a las autoridades. Estábamos desesperadas. Los primeros días en que salimos a buscarlos cada una individualmente, llevábamos ropa y comida, pero nadie nos decía nada y volvíamos llorando con las manos vacías. Y cuando vimos que a todas nos pasaba lo mismo, inspiradas por Azucena, supimos que debíamos estar siempre juntas", relata Cortiñas con los ojos humedecidos a La Jornada.

"En la cita siguiente al 30 de abril, ya fuimos muchas más, unas 28 madres y desde el tercer encuentro, ya en jueves, cada vez éramos más. Algunos nos llamaron las 'locas de Plaza de Mayo', y era una locura de amor por los hijos, una locura colectiva, digna y heroica también, como se ve ahora. Entonces no imaginábamos que esos hechos iban a tener tanta trascendencia. Algo que llega hasta estos días, donde recibimos infinidad de muestras de amor, respeto, afecto. Cada vez hay más jóvenes junto a nosotros y es como si los hijos también estuvieran, porque sólo podemos recordarlos jóvenes como eran cuando se los llevaron".

Ellas fueron el rostro de la dignidad y un día aparecieron los pañuelos blancos en sus cabezas, como una forma de identificarse. Sacaron de los cajones antiguos los pañales de algodón que sus hijos habían usado y se cubrieron la cabeza.

Estuvieron en la plaza cada jueves, amenazadas, reprimidas, incluso fueron detenidas varias veces, pero el mayor golpe llegó en diciembre de 1977, cuando Villaflor había preparado una carta pagada para la junta militar, como una forma de hacerse escuchar.

Un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), a cuya cabeza estaba el ex capitán Alfredo Astiz, quien se infiltró en el grupo haciéndose pasar por un familiar de desaparecidos, secuestró el 7 de diciembre a un grupo en la iglesia de Santa Cruz, entre ellas a dos de las madres fundadoras Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco y al otro día cuando Villaflor salió de su casa a comprar el periódico para leer la carta, fue secuestrada en la calle por el mismo grupo. Junto a las madres fueron desaparecidas dos monjas francesas y familiares de desaparecidos.

"Fue en el Vicariato de la Armada donde Azucena, que tenía una fuerza increíble nos dijo con todo coraje y fuerza que tendríamos que ir todas a Plaza de Mayo, allí mismo, sin dudar (...) ella nos cobijó a todas y hasta cobijó a quien iba a ser su secuestrador (Astiz)", recuerda Cortiñas.

"Aquel sábado 30 de abril de 1977, las Madres decidieron iluminar la oscuridad, romper el silencio y gritarle a la junta militar, a los grupos económicos, a la prensa indiferente, a las patotas (pandillas) de secuestradores y torturadores del régimen, a los que habían sumido a Argentina en la tragedia, el dolor y el espanto, la verdad, para que todos supieran sobre los escondrijos del terror", dice Hebe de Bonafini, que ahora dirige la Asociación de Madres de Plaza de Mayo.

Treinta años después las Madres están divididas en dos sectores, que realizan innumerables tareas en derechos humanos, en defensa de los pobres, en actividades de educación, de comunicaciones y en acciones mundiales contra las injusticias y las guerras. Cuando todas las puertas se cerraron aquí buscaron justicia en otros lugares del mundo y entonces la impunidad tuvo que dejar de ser tal como se había instalado.

En 2005 fueron identificados tres cadáveres abandonados como NN en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires desde finales de 1977. Eran las tres madres desaparecidas, llevadas a la Esma, torturadas y arrojadas al mar, cuyas aguas las devolvieron como "un acto casi mágico de justicia" de estas heroicas mujeres para señalar a sus asesinos. Las cenizas de Ballestrino de Careaga y Ponce fueron enterradas en la iglesia de Santa Cruz y por decisión de sus hijos las de Azucena de Villaflor en Plaza de Mayo, donde serán los grandes actos para recordar ese día que es hoy hito de amor y resistencia en la historia de la humanidad.

 
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