Usted está aquí: martes 24 de abril de 2007 Mundo Murió Boris Yeltsin, el líder ruso que dio la puntilla al socialismo

Rompió con su pasado comunista e hizo irreversible la desintegración de la URSS

Murió Boris Yeltsin, el líder ruso que dio la puntilla al socialismo

Al dar sus condolencias, Gorbachov, su férreo rival, afirma que cometió "graves errores"

"Puso los cimientos de una Rusia nueva, democrática y abierta al mundo", declara Putin

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Dos momentos emblemáticos de Boris Yeltsin. El primero, cuando en agosto de 1991 desafió subido en un tanque de guerra (extremo izquierdo) a golpistas que querían sacar del poder a Mijail Gorbachov. Años más tarde, cuando ya era presidente, en octubre de 1993, ordenó abrir fuego contra el Parlamento que se oponía a aprobar sin objeciones sus reformas y propuestas de ley Foto: Ap y Reuters

Ampliar la imagen Dos momentos emblemáticos de Boris Yeltsin. El primero, cuando en agosto de 1991 desafió subido en un tanque de guerra (extremo izquierdo) a golpistas que querían sacar del poder a Mijail Gorbachov. Años más tarde, cuando ya era presidente, en octubre de 1993, ordenó abrir fuego contra el Parlamento que se oponía a aprobar sin objeciones sus reformas y propuestas de ley Foto: Ap y Reuters

Moscú, 23 de abril. Figura contradictoria que pasará a la historia como el dirigente ruso que dio la puntilla al agónico sistema socialista y que hizo irreversible la desintegración de la Unión Soviética, Boris Yeltsin murió aquí este lunes de un paro cardiaco a los 76 años de edad.

Retirado de la política desde hace siete años y cuatro meses, cuando el 31 de diciembre de 1999 renunció a la presidencia de Rusia antes de concluir su segundo mandato para beneficiar a su sucesor, el actual titular del Kremlin, Vladimir Putin, Yeltsin vivió sus últimos años en su residencia de Barbija, a las afueras de esta capital, con mínima presencia pública.

En contraste con el protagonismo que llegó a tener a lo largo de su trayectoria política -de primer secretario del comité regional del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en Sverdlovsk, en los Urales, a presidente de Rusia en la década de los 90 del siglo pasado-, Yeltsin de modo repentino, al ceder el mando, dejó de ser un referente en el quehacer político local.

A partir de entonces apenas se le vio como espectador en la tribuna de invitados especiales de varios torneos de tenis, su deporte favorito, y concedió a la prensa contadas entrevistas protocolarias, en ocasión de algún aniversario y sin opinar sobre la gestión de su sucesor.

Acuerdo de impunidad

Tanto Yeltsin como Putin cumplieron al pie de la letra las condiciones pactadas durante la transferencia del poder: el primero aceptó no entrometerse en la forma de hacer política del segundo, y éste reconoció el ostracismo de aquel con un decreto, el número uno emitido por el nuevo mandatario, que otorgaba impunidad absoluta al ex presidente y su familia.

"Falleció un hombre al que debemos el comienzo de toda una época. Puso los cimientos de una Rusia nueva y democrática, un Estado abierto al mundo (...) Fue un líder de todo el país directo y valiente, que siempre defendió sus ideas con franqueza y honestidad", afirmó esta noche el presidente Putin al dirigir un mensaje a la nación.

Quebrantada su salud por severas dolencias cardiacas y las secuelas de su debilidad por el alcohol, que alternaron prolongadas ausencias con espectáculos bochornosos, cuando Yeltsin decidió dejar el Kremlin era ya una pálida sombra del enérgico dirigente que, al ser traído a Moscú por Mijail Gorbachov, el entonces líder soviético, supo escalar rápidamente los peldaños de primer secretario del PCUS en la capital, secretario del Comité Central y miembro del todopoderoso Politburó, la cúspide de la pirámide de poder en el anterior régimen.

Gorbachov vio un peligro a su liderazgo en Yeltsin, quien intentó recabar apoyos al interior del Comité Central pero, en noviembre de 1987, acabó destituido de todos sus cargos y con una aguda insuficiencia coronaria.

La defenestración de Yeltsin lo hundió en un periodo de fuerte depresión etílica. El mismo se encargó de que su afición al vodka trascendiera, años más tarde, los ámbitos de su vida privada: dejó plantados a los anfitriones irlandeses en una escala técnica en el aeropuerto de Shannon al quedarse dormido en el avión; al entrar a su oficina en el Kremlin, le dio un pellizco en el trasero a una de sus secretarias; le arrebató la batuta al director de una orquesta militar en Alemania y se puso a "dirigir", entre muchos episodios grotescos que dieron la vuelta al mundo.

Pero antes de que el trago afectara su imagen pública, empezó la rivalidad con Gorbachov que, al calor de la perestroika, la reforma política impulsada por éste, y de las opciones abiertas por los Congresos de Diputados Populares, llevó a Yeltsin a romper con su pasado comunista y a encabezar la oposición al régimen.

Para agobio de los sectores conservadores del PCUS, Gorbachov perdía cada vez más el rumbo enredándose en sus propias transformaciones económicas y políticas, mientras cientos de miles de personas, que anhelaban un cambio, vitoreaban a Yeltsin en mítines multitudinarios, cautivadas por su discurso en favor de las libertades y contra los privilegios de la nomenklatura.

En ese contexto, el fallido golpe de Estado contra Gorbachov, emprendido en agosto de 1991 por la vieja guardia del PCUS, catapultó a Yeltsin a una posición de ventaja sobre su debilitado rival. Yeltsin, quien un mes antes había sido elegido presidente de Rusia, en ausencia de Gorbachov, declarado "enfermo" por los golpistas y en realidad recluido en Crimea, no dudó en instar a la población a la desobediencia civil, movilizando a sus seguidores contra el ejército.

Gorbachov trató de recomponer los equilibrios con Yeltsin, pero éste le asestó el golpe definitivo al firmar con sus colegas de Ucrania y Bielorrusia los acuerdos que, al separarse de hecho las tres repúblicas eslavas, forzaron la dimisión del presidente soviético, el 24 de diciembre de 1991, y precipitaron el fin de la Unión unos días después.

A pesar de la animadversión que hubo entre ambos, Gorbachov fue uno de los primeros en expresar hoy sus condolencias a la viuda de Yeltsin. "Doy mi más sentido pésame a la familia de un hombre que contribuyó a muchos de los avances del país, pero que también cometió errores muy graves", dijo el ex presidente soviético.

Muchos rusos lo recordarán como el dirigente que desafío a los golpistas encima de un tanque, pero otros jamás podrán olvidar que, años después, en octubre de 1993, Yeltsin ordenó a esos mismos tanques abrir fuego contra el Parlamento, ataque que dejó entre 100 y 150 muertos, según diversas estimaciones".

Como líder opositor prometió acabar con la corrupción de los comunistas y como presidente permitió el enriquecimiento escandaloso de su entorno, mediante turbias privatizaciones y todo tipo de abusos.

Habló de distribuir la riqueza de manera más justa y, en la práctica, propició un auténtico saqueo del país, al tiempo que sumió en la miseria a millones de rusos que no pudieron soportar la terapia de choque de sus reformas económicas.

Y mención aparte merece que Yeltsin estimuló abiertamente el separatismo en Chechenia para debilitar a Gorbachov y luego no dudó en desatar las dos guerras ruso-chechenas, que costaron la vida a 160 mil chechenos y causaron la mayor devastación imaginable en esa república norcaucásica.

Tras celebrarse una misa de cuerpo presente, conforme a la tradición ortodoxa, en la Catedral de Cristo El Salvador de Moscú, Yeltsin será enterrado el próximo miércoles, declarado día de duelo nacional por Putin, quien también decidió posponer su Informe Anual al Parlamento previsto para ese día.

(Para un análisis detallado de la gestión de Yeltsin al frente de Rusia, puede consultarse en Internet el Perfil de La Jornada acerca de "La Era Yeltsin", siguiendo este enlace:

http://www.jornada.unam.mx/2000/01/11/per-potada.html).

 
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