Usted está aquí: martes 17 de abril de 2007 Opinión Toros

Toros

Gastón Ramírez Cuevas

Ferrera corta oreja y Antonio Barrera se juega la vida en Sevilla

Ampliar la imagen Antonio Ferrera, lucidor en La Maestranza Foto: Reuters

SEVILLA, 16 DE ABRIL. Toros: Siete de José Luis Pereda. Desiguales en presentación, mansos, inciertos y complicados, salvo el quinto que se dejó meter mano. El segundo fue devuelto después de partirse el pitón derecho en el primer tercio.

TOREROS: JOSE IGNACIO Uceda Leal, aviso y silencio; Antonio Ferrera, aviso y oreja; Antonio Barrera, silencio y palmas tras aviso.

EL CARTEL DEL pasado domingo prometía emociones y triunfos siempre y cuando los toros cumplieran con lo pactado, es decir, embestir y tener bravura. Con esa esperanza, los aficionados sevillanos llenaron casi tres cuartos de la plaza. Pero las cosas se pusieron complicadas cuando el encierro de Pereda dio claras muestras de no tener casta. No obstante, la entrega de dos toreros salvó la tarde.

VAMOS A LOS hechos. Uceda Leal se enfrentó en primer lugar a un toro burraco de preciosa estampa. Nunca sabremos si el animal no tenía un pase y sólo tiraba cornadas o si al diestro madrileño le faltó el discernimiento necesario para dominar al bicho. En el cuarto, un toro colorado que abrió el hocico antes de ser picado, José Ignacio porfió de más y sólo logró aburrir al respetable.

ANTONIO FERRERA VIO cómo el primero de su lote, otro toro burraco que -a diferencia de sus hermanos- parecía tener alegría y fuelle, salía con el pitón derecho roto desde la cepa después del primer encuentro con el caballo. El que hizo segundo bis manseó y se rajó con rapidez en el último tercio.

LO BUENO VENDRIA en el quinto, un animal que si bien no desentonó con el resto de la corrida por su evidente falta de bravura, se dejó arrancar muletazos largos y templados cuando el torero tiraba de él poniendo la muleta muy adelante y aprovechando el viaje.

EL MENUDO DIESTRO cubrió el segundo tercio en forma por demás valiente y espectacular. Clavó dos pares de poder a poder y uno al quiebro en tablas. Para el segundo par de banderillas se colocó de espaldas en los medios y dejándose venir al toro le recortó de manera escalofriante para después poner los avivadores en todo lo alto. El público le tributó una ovación de pie al finalizar el tercio.

CON LA MULETA toreó de manera inteligente y templada mientras el toro lo permitió. Tuvo problemas para buscar la igualada, pues el astado pretendía irse a refugiar en chiqueros.

UNA MEDIA ESTOCADA desprendida bastó para que el toro doblara y la oreja que le concedió el juez de plaza fue pedida con unanimidad.

ANTONIO BARRERA NO tuvo suerte alguna con su lote. Sin embargo, este torero, a quien tanto quiere la afición mexicana, dio muestras, una vez más, de una afición desmedida y de un valor a toda prueba.

EL TERCERO FUE un marmolillo gordo, difícil, probón, tardo y quedado. No sé si hagan falta más alabanzas. El sexto fue una alhaja que se colaba y se vencía a la menor provocación. A éste, Antonio le saludó con una media larga cambiada de rodillas y quitó por gaoneras ceñidísimas. En el segundo tercio Pepín Monge puso dos pares en todo lo alto, ganándole la cara al toro con decisión y saliendo con garbo.

EL ULTIMO TERCIO comenzó con el torero sevillano dejándose venir al toro de largo y llevándose un susto mayúsculo, pues el toro le derribó y no le pegó la cornada en el muslo de pura casualidad. A base de pisarle mucho los terrenos y de aguantar enormidades, Barrera logró algunos muletazos completos y templados, pero no había tela de donde cortar. Los aplausos de la afición fueron un pobre paliativo para un torero que vino a darlo todo pero se topó con los regalitos del ganadero José Luis Pereda.

LA REALIDAD TIENE en sí varias facetas. En ese orden de cosas, esta corrida de toros nos mostró que cuando hay suerte y se está dispuesto a aprovecharla, el triunfo es posible y hasta probable y tal fue el caso de Antonio Ferrera. Pero cuando la realidad del toro es engañosa y dolorosa, toreros como Barrera tienen que esperar tardes más afortunadas.

 
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