Usted está aquí: martes 17 de abril de 2007 Deportes En el boxeo somos superiores a los estadunidenses, afirma Edgar Sosa

El nuevo campeón minimosca del CMB espera "no perder piso"

En el boxeo somos superiores a los estadunidenses, afirma Edgar Sosa

PAULA MONACO FELIPE

Ampliar la imagen "Quiero seguir siendo humilde", señaló Sosa Foto: Marco Peláez

"Los estadunidenses se sienten superiores en todas las competencias, pero en el boxeo, sobre todo en pesos chicos, los mexicanos demostramos que somos mejores que ellos", asegura el capitalino Edgar Sosa, quien el sábado se coronó campeón minimosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) al derrotar por decisión en 12 rounds a Brian Viloria.

Y la realidad confirma sus palabras, porque México tiene hoy cuatro títulos mundiales de las 17 categorías del CMB (superpluma, supergallo, supermosca y minimosca), es decir, la misma cifra que el vecino del norte.

El hawaiano Viloria "sí pega duro y es veloz, pero yo tengo piernas, tengo condición física. Además es un peleador olímpico, de tres rounds, y si pasaba al cuarto de ahí en adelante se iba a desesperar, la pelea iba a ser mía", dice Sosa con una sonrisa en los labios y tremendos moretones en los ojos, sobre todo el izquierdo, que está muy hinchado y lo obliga a usar lentes.

Cansado pero feliz, Sosa regresa a su gimnasio, el parque Luiggi, que es un pequeño espacio arbolado en el camellón de la estruendosa avenida Eduardo Molina, en el oriente de la ciudad.

Apenas llega, aficionados y otros púgiles lo felicitan. Abre su mochila y saca un cinturón dorado, brillante, que certifica la victoria y atrae las miradas. "Ya le tocaba, lleva toda su vida en el boxeo", dice uno de ellos mientras el flamante campeón posa para la foto.

Edgar Sosa tiene 27 años, es casado y padre de una niña de ocho. Comenzó a pelear hace 16 años bajo el mando de Miguel Angel Ratón González, pero, como sucede con otros pugilistas profesionales, las ganancias no alcanzan.

Taxista y distribuidor

Para mantener a su familia, distribuye suplementos alimenticios y maneja un taxi en el estado de México. Los últimos tres meses fueron especialmente duros, porque antes de sus labores corría 10 kilómetros y entrenaba dos horas en el gimnasio. Ahora las condiciones son otras, pero duda en abandonar su rutina.

"Hay que dedicarle más tiempo a la preparación, porque los que vienen detrás van a estar como yo, queriendo ganar el título, pero no sé si voy a dejar el taxi... no me gusta estar en casa, siempre he mantenido a mi familia, he estado en el gimnasio y aparte he tenido mi trabajo".

Días antes de la pelea en el Alamodome, el púgil reconoció que el duelo podía "definir la carrera de un boxeador". También dijo que ganar sería el primer paso para cumplir algunos de sus sueños: comprarse una casa, poner un negocio y ser famoso.

Hoy, con el cinturón en sus manos, el campeón se muestra cauteloso. "Sí da emoción que me hayan visto en la televisión, es padre, pero esperemos que esto no me cambie; tengo los pies bien puestos en la tierra, sé de dónde salí y quiero seguir siendo humilde".

Emocionado, el púgil de la Gustavo A. Madero relata que la gente lo reconoce en la tienda y la prensa le pide entrevistas, pero también dice que "de antemano" pensó en los riesgos de la fama, en las ya conocidas historias trágicas del boxeo.

"Me decían que mi vida iba a cambiar totalmente, que iba a ser otra página, y la verdad es que sí cambió un poco, pero yo sigo siendo la misma persona. Hay cosas más importantes que el dinero y la fama: Dios, la familia, los amigos, el amor. He visto muchos peleadores que pierden el piso, se sienten estrellas, esperemos que no sea tan radical", concluye.

 
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