Usted está aquí: martes 17 de abril de 2007 Cultura Diego Rivera: inteligencia en permanente conflicto

Diego Rivera: inteligencia en permanente conflicto

Merry Macmasters

Diego Rivera, luces y sombras (Lumen, 2007), el más reciente libro de Raquel Tibol, en el cual la crítica de arte narra el papel del pintor y muralista en México, así como los aspectos políticos y sociales que marcaron su vida; la influencia paterna, los años en Europa, el contacto con la pintura monumental italiana, la Revolución Mexicana, las ideas y proyectos de José Vasconcelos, su militancia política, la Revolución Rusa, con la que estableció estrecho vínculo por conducto de Vladimir Maiakovski, y la relación con Frida Kahlo.

El volumen será presentado hoy por Eraclio Zepeda, Gerardo Unzueta y la autora, a las 19 horas, en la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana, en Medellín 28, colonia Roma.

Tibol comienza el capítulo titulado El pintor que militó en política, al anotar que ''en una personalidad vivaz, contradictoria y, a veces, indescifrable como la de Rivera, con una inteligencia en permanente conflicto, arte y política se entrelazan con frecuencia o casi siempre de manera estrecha e indivisible".

Continúa: ''Ante el verdadero torrente de su producción pictórica, para la cual realizaba sistemáticamente estudios de la realidad y de la historia, no puede dejar de asombrar el hecho de que haya encontrado las horas necesarias para redactar sus ideas, para polemizar por escrito con otros artistas o con figuras de la vida política, para elaborar planes e informes y aun teorías".

Acota: ''Las sucesivas posiciones políticas adoptadas por Rivera (consecuencia quizás de un individualismo anárquico no siempre superable) permiten ubicarlo (con todas las incongruencias derivadas de tal sucesión) como zapatista, leninista, nacionalista, antimperialista, comunista, trotskista, almazanista, panamericanista, lombardista, stalinista y un luchador por la paz convencido, por fin, de que toda su vida sería un sinsentido si no se reintegraba como militante del Partido Comunista Mexicano, del que fue expulsado en julio de 1929 y al que ingresó a fines de 1922, cuando obtuvo el carnet número 992"

 
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